Compaginar
el humor con la intriga supone una tarea compleja en la que es muy fácil caer
en el absurdo. Las reglas de ambos géneros suelen resultar incompatibles, por
lo que se precisa de un guion muy ingenioso y de una gran habilidad narrativa
para salir airoso ante semejante propósito. “Puñales por la espalda. El
misterio de Glass Onion” constituye una mala continuación de su predecesora y
termina fracasando en el objetivo de hacer reír y, sobre todo, en el de generar
la tensión necesaria para considerarla un largometraje de suspense. Su primera
entrega, estrenada en 2019, mostraba mayor agudeza y contaba con unos
personajes más trabajados. La segunda, sin embargo, se ha abandonado a la suerte
de disponer de un elenco de estrellas confiando en que su renombre disimule el
resto de carencias que, de tan evidentes, ni siquiera las trayectorias
artísticas de sus protagonistas pueden soslayar.
Su
director y guionista, Rian Johnson, demuestra haberse acomodado. Tras la
nominación al Oscar por su antecesora “Puñales por la espalda”, la interesante
“Looper” y la repercusión mundial de “Star Wars: Los últimos Jedi”, desciende
sorprendentemente de categoría para crear una historia que da lugar a una cinta
simplona, una mera concatenación de ocurrencias deslavazadas. Al estilo de una
telecomedia de situación, se enlazan secuencias de forzada comicidad con una aparatosidad
artificial que rechina constantemente. Su única atracción reside en un casting
lleno de rostros conocidos que sólo sirve para los primeros minutos. Y es que,
ante un relato absurdo y una serie de gags postizos, lo lógico es comenzar a
mirar el reloj antes de alcanzar la mitad del metraje.
Un
excéntrico multimillonario decide organizar una gran fiesta en una isla privada
griega, modelo de lujo y belleza, a la que invita a varios amigos y conocidos.
Lo que se presenta como unas vacaciones idílicas se quiebra tras la comisión de
un crimen. Uno de los asistentes aparece muerto y nadie sabe quién es el
asesino. El encargado de resolver el caso será un famoso detective con probada
capacidad para descubrir todos los secretos.
“Puñales
por la espalda” recaudó más de ciento sesenta millones de dólares en la
taquilla norteamericana y superó los trescientos a nivel mundial. Con un presupuesto
de apenas cuarenta, su evidente rentabilidad ha dado paso al, hoy en día, inevitable
rodaje de una secuela, cuyo propósito comercial, en mi opinión, ha abandonado
por el camino las elementales reglas artísticas exigibles para el Séptimo Arte.
En
cualquier caso, cabe indicar que mi criterio resulta minoritario, teniendo en
cuenta que en los Globos de Oro “Puñales por la espalda. El misterio de Glass
Onion” opta a mejor película de comedia o musical. Prefiero pensar que esta
nominación se justifica en su inexistente aspecto sonoro porque, de lo
contrario, enmarcarla entre las cinco mejores comedias del año es para preocuparse
seriamente por la salud de esta categoría cinematográfica.
El
reparto estelar se compone de nombres con la popularidad de Daniel Craig,
último James Bond, que ha intervenido en títulos notables como “Munich”, “Camino
a la perdición” o “Elizabeth”; Edward Norton, tres veces candidato al Oscar,
que ha llevado a cabo trabajos tan relevantes como “Birdman o (La inesperada
virtud de la ignorancia)”, “El velo pintado”, “El club de la lucha” o "El escándalo
de Larry Flynt”; y Kate Hudson, aspirante asimismo a la estatuilla gracias a su
personaje en la entrañable “Casi famosos”. A partir de ahí, en papeles
secundarios o a cargo de simples cameos, figuran Ethan Hawke, Hugh Grant, Stephen
Sondheim, Kareem Abdul-Jabbar o Serena Williams. En la deslumbrante “Las
horas”, el personaje de Ed Harris le dice al de Meryl Streep, comparándola con
otro de un libro de Virginia Woolf: “Oh, Mrs. Dalloway... always giving parties
to cover the silence” (Oh, señora Dalloway… siempre dando fiestas para tapar el
silencio”). Aquí se ha dado una fiesta para tapar el vacío.