El
cineasta James Cameron posee una innata capacidad para el éxito. Personalmente,
considero su “Terminator 2: El juicio final” una joya del cine de acción. “Aliens.
El regreso” fue, asimismo, digna sucesora de la emblemática cinta de Ridley
Scott. En cuanto a “Abyss”, cuenta con unas dosis de entretenimiento más que
aceptables. Y a “Titanic”, aunque no despierta en mí grandes pasiones, le
reconozco tanto la pulcritud técnica como la habilidad narrativa. Hasta que
llegó “Avatar” y, de nuevo, el director canadiense demostró sin discusión su
destreza para jugar con las imágenes y apabullar visualmente. No obstante, su
trama ya me interesó menos y comencé a observar la propuesta con distancia lo
que, unido a un metraje extensísimo, menguó mis niveles de interés y diversión.
Sin
embargo, Cameron quedó abducido por esta historia. Desconozco hasta qué punto
tal abducción se debió al enorme triunfo de taquilla o sucedió a resultas de su
voluntad creativa, pero el hecho cierto es que hipotecó una futura carrera al
monopolizarla por el fenómeno “Avatar”, inventando una saga de cinco títulos.
Ahora llega a las pantallas su segunda parte, “Avatar: El sentido del agua”, y
se anuncian “Avatar 3” (Avatar: The Seed Bearer), “Avatar 4” (Avatar: The
Tulkun Rider) y “Avatar 5” (Avatar: The Quest for Eywa). A mi juicio, se trata
de un encasillamiento que le limita como artista pero que, sobre todo, representa
lo que menos necesita el Séptimo Arte en la actualidad: otro serial eterno,
interminable y reiterativo que nos acompañe durante décadas.
En
cualquier caso, nos hallamos ante un creador hábil y experimentado. “Avatar: El
sentido del agua” cuenta con numerosos méritos, la mayoría de tipo técnico, y
evidencia un asombroso talento para abrumar en el aspecto visual, convirtiendo
cada escena en un llamativo parque de atracciones a través de un ritmo
frenético y unos mareantes movimientos de cámara. Constituye un espectáculo de
luz y sonido como pocos y parece evidente que arrasará en la recaudación y que
obtendrá los aplausos de millones de espectadores. Hasta ahí, nada que objetar.
Ahora
bien, yo me atrevo a poner algunas objeciones. El realizador, en su afán por
generar el más grande, más difícil y más desmesurado proyecto, ha empleado casi
doscientos minutos de proyección, media hora más que la anterior entrega y, en
mi opinión, le sobran minutos y le falta guion. El desenfreno de la montaña
rusa en la que nos monta sirve durante un rato, pero no da para tanto. Dicho
esto, todo parece indicar que formo parte de una minoría, puesto que el film
opta a los Globos de Oro en las categorías de mejor película de drama y mejor dirección
y, tanto la National Board of Review como el American Film Institute, la han
incluido entre las diez mejores obras de año.
En
los títulos de crédito aparece el actor Sam Worthington, quien ya intervino en
el primer largometraje, además de en varias muestras de acción como “Terminator
Salvation” o “Furia de titanes”. También integra el reparto Sigourney Weaver
(nominada al Oscar por “Armas de mujer”, “Gorilas en la niebla” y la citada
“Aliens”), Kate Winslet (ganadora de la estatuilla por “The Reader” y
multicandidata por trabajos como “¡Olvídate de mí!”, “Sentido y sensibilidad” o
la propia “Titanic”) y Zoe Saldana (“Guardianes de la galaxia”, “Star Trek” de J.J.
Abrams). Obviamente, no cabe lucimiento interpretativo en una producción como
esta, dado que los efectos especiales y la creación artificial de cuanto se
refleja anula en buena medida la labor actoral de los participantes.
Sinceramente, lamento que una figura de la talla de James Cameron se lleve
dedicando en cuerpo y alma desde 2009 hasta 2028 (fecha prevista del estreno de
“Avatar 5”) a este propósito. Hubiera sido preferible que se diversificara
profesionalmente, teniendo en cuenta sus cualidades sobradamente demostradas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario