Existen
numerosas formas de rodar una mala película, pero probablemente una de las
peores sea limitarse a recurrir a clichés muy desgastados y enlazarlos sin
conexión coherente sobre una base de secuencias que recuerdan de un modo patente
a otros largometrajes mejores. De ahí que el director francés Julien Leclercq
demuestre en “Centinela” sus escasos recursos cinematográficos y su incapacidad
para contar una historia, no ya creíble, sino simplemente consistente. El único
anzuelo con el que pretende que piquen los espectadores es esa carnaza asociada
al primario, primitivo y humano sentimiento de venganza. Cabe indicar que hasta
la fecha han pasado por las carteleras centenares de cintas sobre violentas
revanchas, reflejo de una justicia ancestral basada en el “ojo por ojo” y
generadas ante la incapacidad del sistema policial y judicial. En este caso,
sin embargo, ni la construcción de los personajes, ni la elaboración de la
intriga, ni las tomas de acción, ni la ligazón del guion consiguen el más
mínimo resultado digno de atención.
La
cuestión no es tanto imputar una falta absoluta de credibilidad al relato (en
el cine, en función del género del que se trate, los límites entre lo creíble y
lo increíble pueden resultar amplios y difusos) como una ausencia plena de
originalidad, una torpeza narrativa a la hora de cambiar de planos y una
carencia total de atmósfera de suspense sobre la que sustentar el
entretenimiento. Todo aquí desentona y presenta un tratamiento artificial,
desde el uso de la cámara lenta en algunas tomas a la combinación del drama con
la acción, pasando por la coreografía de las peleas. En ocasiones, el desenlace
de las escenas y la suspensión temporal de la narración se tornan sonrojantes,
y su constante referencia a otros títulos de superior calidad lo convierten en
un proyecto fallido.
Después
de participar en una traumática misión de combate en una zona de conflicto, una
soldado regresa a su país natal para realizar funciones de control y vigilancia
más rutinarias. En su intento de adaptarse a ese nuevo entorno, recurre a un
peligroso hábito de ingesta de pastillas para controlar sus angustias y
desorientaciones. Cuando, después de un encuentro fortuito en una discoteca, un
magnate ruso ataca y deja en coma a su hermana, la militar iniciará su caza particular
para acabar con el agresor.
La
cinta se estrenó la pasada semana en Netflix y su único punto positivo estriba
en la corta duración de apenas una hora y veinte minutos, todo un milagro habida cuenta que ni siquiera
reúne material para un cortometraje, si bien las plataformas casi monopolizan
la actual actividad cinematográfica, por lo que propuestas como la de “Centinela”
ocupan cada vez más espacio. Con un presupuesto muy reducido (seis millones de
euros) en comparación con el coste medio de este tipo de producciones, se
rentabilizará a buen seguro fuera de las salas de proyección, por lo que es
previsible que repitan la fórmula en el futuro. Es una lástima, dado que
existen infinitas vías de emplear mejor el dinero e, incluso, de perder el
tiempo. Sea como fuere, quienes deseen dejarse llevar por la adrenalina que
provocan los films sobre vendettas, encontrarán otras opciones muchísimo más
recomendables.
La
modelo y actriz Olga Kurylenko encabeza el reparto. Con una filmografía muy
vinculada al género de acción, saltó a la fama gracias a su papel de Chica Bond
en “Quantum of Solace” y ha intervenido también en “Oblivion”, junto a Tom
Cruise, “La conspiración de noviembre”, en compañía de Pierce Brosnan, “Max
Payne”, dando la réplica a Mark Wahlberg o “Hitman”, con Timothy Olyphant. No
obstante, sus participaciones más relevantes van en otra dirección, como se demuestra
en la obra coral “Paris, je t'aime”, en la excéntrica “Siete psicópatas” o en
la celebrada “La muerte de Stalin”. Esta actuación en nada le ayudará a
reconducir su ya de por sí irregular trayectoria profesional. Le acompañan una
serie de intérpretes desconocidos para el gran público, que tampoco pueden
evitar el desastre de este centinela que se ha dormido por completo.
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