Paul Greengrass es, sin ningún género de duda, el mejor realizador de cine de acción de la actualidad. Su habilidad narrativa, unida a su capacidad para plasmar en la pantalla una intensidad con aureola de verosimilitud y rigor, no tiene rival. Ha demostrado sobradamente que domina las claves del drama con una gran solvencia. Dio el salto a la fama con la película Domingo sangriento, donde se recreaban los hechos acaecidos en Irlanda del Norte el día 30 de enero de 1972, cuando una manifestación popular terminó en un baño de sangre como consecuencia de una represión desproporcionada. La técnica del rodaje, cercana al documental, le hizo merecedor de dos premios en el Festival de Berlín, un BAFTA británico y otros reconocimientos en certámenes internacionales. De nuevo en 2006 volvió a sobrecoger, emocionar e impactar con la cinta United 93, en esta ocasión reflejando las vicisitudes que se vivieron en uno de los vuelos afectados por los ataques terroristas del trágico 11 de septiembre de 2001. Recibió una nominación al Oscar al mejor director por este trabajo y varios galardones de buena parte de las Asociaciones de Críticos norteamericanos. Para entonces, su estilo preciso y contundente ya se había hecho un hueco en el mercado estadounidense.
El británico continuó con una labor que había sido iniciada con la excelente película de acción El caso Bourne y logró lo que parecía imposible: mejorarla y rodar dos secuelas que colocaban al agente secreto como protagonista de la mejor saga de este género en la historia del séptimo arte. Y, pese a que este tipo de cine suele estar bastante denostado por la crítica, Greengrass consiguió que El ultimátum de Bourne fuese nominada como mejor película británica del 2007 y que obtuviese gracias a sus méritos técnicos tres estatuillas de Hollywood. Estos antecedentes le convierten en uno de los directores más sobresalientes de la última década, a quien resulta obligatorio no perder de vista en futuros proyectos profesionales.
Ahora presenta Green Zone: Distrito protegido, otra muestra más de su habilidad para desenvolverse en el terreno de la acción. Desde la primera hasta la última escena impide al espectador la posibilidad de relajarse. No se trata de uno de esos títulos que mezclan la tensión con el humor o ponen chistes fáciles en boca de unos protagonistas sometidos a situaciones cómicas sino que se sostiene en un elevado nivel de intriga hasta los títulos de crédito. Presenta la historia de un soldado destinado en territorio iraquí que, pocas semanas después de la entrada en la capital, Bagdad, capitanea un comando dedicado a la búsqueda de unas armas de destrucción masiva que se alzan como la supuesta causa para justificar la invasión. Ante los reiterados fracasos de esa misión, el militar comienza a investigar por su cuenta, hallándose de repente inmerso en una red de espionaje y contraespionaje donde no todos aquellos que, aparentemente, estaban en su mismo bando, actúan con la debida lealtad. Habrá quien considere que el film peca de cierta inverosimilitud si bien, en las cuestiones relativas a la guerra de Irak, la línea que separa lo real de lo irreal es tan fina que no procede ser tomada como un modelo digno de reproche.
El actor Matt Damon, habitual en la filmografía de Greengrass, con quien ya colaboró cuando asumió la personalidad del agente Jason Bourne, se erige en protagonista principal. Ganador de un Oscar al mejor guión exaequo con su íntimo amigo Ben Affleck por El indomable Will Hunting, estuvo nominado como mejor actor secundario en la reciente edición de los premios de la Academia de Hollywood por su interpretación en Invictus de Clint Eastwood. Ha demostrado con creces su inmenso talento en títulos de la talla de El buen pastor o Syriana. También conviene seguir muy de cerca su evolución artística. Le acompaña Greg Kinnear –Pequeña Miss Sunshine-, el nominado intérprete de la estupenda comedia Mejor imposible.
El británico continuó con una labor que había sido iniciada con la excelente película de acción El caso Bourne y logró lo que parecía imposible: mejorarla y rodar dos secuelas que colocaban al agente secreto como protagonista de la mejor saga de este género en la historia del séptimo arte. Y, pese a que este tipo de cine suele estar bastante denostado por la crítica, Greengrass consiguió que El ultimátum de Bourne fuese nominada como mejor película británica del 2007 y que obtuviese gracias a sus méritos técnicos tres estatuillas de Hollywood. Estos antecedentes le convierten en uno de los directores más sobresalientes de la última década, a quien resulta obligatorio no perder de vista en futuros proyectos profesionales.
Ahora presenta Green Zone: Distrito protegido, otra muestra más de su habilidad para desenvolverse en el terreno de la acción. Desde la primera hasta la última escena impide al espectador la posibilidad de relajarse. No se trata de uno de esos títulos que mezclan la tensión con el humor o ponen chistes fáciles en boca de unos protagonistas sometidos a situaciones cómicas sino que se sostiene en un elevado nivel de intriga hasta los títulos de crédito. Presenta la historia de un soldado destinado en territorio iraquí que, pocas semanas después de la entrada en la capital, Bagdad, capitanea un comando dedicado a la búsqueda de unas armas de destrucción masiva que se alzan como la supuesta causa para justificar la invasión. Ante los reiterados fracasos de esa misión, el militar comienza a investigar por su cuenta, hallándose de repente inmerso en una red de espionaje y contraespionaje donde no todos aquellos que, aparentemente, estaban en su mismo bando, actúan con la debida lealtad. Habrá quien considere que el film peca de cierta inverosimilitud si bien, en las cuestiones relativas a la guerra de Irak, la línea que separa lo real de lo irreal es tan fina que no procede ser tomada como un modelo digno de reproche.
El actor Matt Damon, habitual en la filmografía de Greengrass, con quien ya colaboró cuando asumió la personalidad del agente Jason Bourne, se erige en protagonista principal. Ganador de un Oscar al mejor guión exaequo con su íntimo amigo Ben Affleck por El indomable Will Hunting, estuvo nominado como mejor actor secundario en la reciente edición de los premios de la Academia de Hollywood por su interpretación en Invictus de Clint Eastwood. Ha demostrado con creces su inmenso talento en títulos de la talla de El buen pastor o Syriana. También conviene seguir muy de cerca su evolución artística. Le acompaña Greg Kinnear –Pequeña Miss Sunshine-, el nominado intérprete de la estupenda comedia Mejor imposible.