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sábado, 2 de noviembre de 2024

REAGAN



No creo que haya sido una casualidad que, en plena campaña norteamericana y a pocos días de la jornada electoral, hayan programado el estreno de la película “Reagan”, primero Gobernador de California y, después, cuadragésimo Presidente de los Estados Unidos de América (desde 1981 a 1989). Existen numerosos largometrajes estadounidenses, y algunos muy buenos, sobre la Casa Blanca y sus Presidentes. En los últimos años se han estrenado sobresalientes aportaciones a esta singular temática, como “El vicio del poder” (2018), “Los archivos del Pentágono” (2017), “Lincoln” (2012) o “Los idus de marzo” (2011). Entre las más clásicas destacan “Todos los hombres del presidente” (1976), “El candidato” (1972) e, incluso, “Caballero sin espada” (1939). Se trata, pues, de un subgénero muy apto para el entretenimiento y la divulgación, del que el Séptimo Arte ha sabido extraer lo mejor de sí.

Sin embargo, en el caso de “Reagan” no se alcanza dicho nivel. Su toque de parodia no intencionada lastra buena parte de ese halo de seriedad que se  presupone a una biografía de estas características. Hasta determinadas cuestiones técnicas, como la fotografía o el uso de la cámara, resultan bastante discutibles. Da la sensación de que las reglas básicas de la narración cinematográfica hubiesen quedado reducidas a una mera concatenación de momentos de la vida del protagonista rodados con un estilo publicitario, dando lugar a un trabajo más bien decepcionante.

Comprende la trayectoria vital de Ronald Reagan desde su infancia hasta su salto a la política, incluyendo su etapa como actor de Hollywood. Refleja su lucha con los sindicatos y la influencia que sobre él ejercieron sus mujeres hasta su llegada al Despacho Oval a principios de la década de los ochenta,  donde se mantuvo durante ocho años (el máximo plazo legal para ocupar el cargo presidencial). Inicialmente, Reagan derrotó a Jimmy Carter, entonces candidato a la reelección y, posteriormente al también demócrata Walter Mondale.

Dirige la cinta Sean McNamara, quien sobre todo ha desarrollado su carrera  en televisión, habiendo estrenado en la gran pantalla “Soul Surfer: Alma surfera” y “Bratz: la película”, probablemente sus dos títulos más conocidos. A mi juicio, no era la persona adecuada para afrontar un proyecto de esta envergadura. Ese aspecto televisivo del que le dota, más propio de una serie, no encaja para una propuesta de dos horas y cuarto de duración.

A su favor cabe resaltar el elenco de actores, encabezado por un Dennis Quaid caracterizado para obtener el mayor parecido con el personaje real. Visto recientemente en “La sustancia”, posee una larga y productiva carrera profesional, en la que sobresalen éxitos como “El día de mañana” y “El chip prodigioso”, e intervenciones en las notables  “Lejos del cielo” o “Sospechoso”. Como casi todo en “Reagan”, su interpretación se nota algo forzada. El papel de su esposa Nancy corre a cargo de Penelope Ann Miller, recordada gracias a su participación junto a Al Pacino en “Atrapado por su pasado”, de Brian de Palma, además de en “The Artist”, “Chaplin” o “Despertares”. Comparte con Quaid los mismos aciertos y desaciertos en su intento por sacar adelante la filmación.

Figura asimismo en el reparto el consolidado Jon Voight, Oscar por “El regreso” y nominado en otras tres ocasiones por “Cowboy de medianoche”, “El tren del infierno” y “Ali”, quien pocas veces desentona en su labor. Mena Suvari (“American Beauty”, “American Pie”), Kevin Dillon (“Platoon”, “Poseidón”, The Doors”), Robert Davi (“007: Licencia para matar”, “Jungla de cristal”, “Los Goonies”) y Lesley-Anne Down (“La calle del adiós”), como Margaret Teacher, completan el equipo artístico.




viernes, 18 de octubre de 2024

LA SUSTANCIA (The Substance)



La francesa Coralie Fargeat debutó en la gran pantalla en 2017 con el largometraje “Revenge”, que obtuvo una aceptable acogida y que, de una forma descarnada, reflejaba la venganza (algunos lo calificarían de justicia) ante el comportamiento violento y machista de tres varones. La cinta le reportó el premio a la mejor dirección en el Festival de Cine de Sitges de aquel año. Ahora, en su segunda película, aborda el tema del envejecimiento, especialmente el femenino, y de las consecuencias derivadas de unas exigencias estéticas más allá de lo razonable. Este trabajo ya se ha proyectado en los certámenes de Cannes, San Sebastián y Toronto, cosechando de nuevo unas críticas mayoritariamente positivas.

La cineasta francesa posee una innegable habilidad para la narración cinematográfica, así como capacidad inventiva para trasladar a imágenes sus planteamientos de manera cruda y visceral. En ese sentido, logra captar la atención del espectador y, ya a título personal, su estilo contundente y desconcertante me genera bastante curiosidad. No obstante, a medida que avanza el metraje, la coherencia entre la crítica y la sátira o, más bien, entre la caricatura para poner el dedo en la llaga y la reflexión subyacente, comienza a tambalearse. Al final, el film termina resultando disparatado, si bien ello no ha de considerarse necesariamente un demérito en el Séptimo Arte. En cualquier caso, se evidencia la moralina como objetivo y cierta contradicción en el mensaje.

Una mujer famosa, cuya etapa de juventud va quedando cada vez más lejos, se ve relegada en su trabajo y ninguneada por un jefe grosero y zafio. Ante tal situación cae en una espiral enfermiza, tratando de evitar lo inevitable: se hace mayor. La casualidad o el infortunio le conducen a consumir una enigmática sustancia que conlleva una transformación temporal en una mejor versión de ella misma que, en definitiva, la rejuvenece. Las reglas parecen sencillas, pero no negociables. Si acepta la inyección con la cura milagrosa, transcurrirá una semana en ese cuerpo rejuvenecido y otra en su cuerpo real, y así sucesivamente. Pero si ese ritmo se quiebra, las repercusiones se tornarán nefastas.

“La sustancia” coquetea con una suerte de ciencia ficción que, a mi juicio, no combina demasiado bien con sus pretensiones iniciales. Lo que queda fuera de toda duda es que lleva al límite la recreación de los personajes, de modo que lo grotesco y lo aberrante alcanzan un nivel que, en ocasiones, deviene en delirio y  hasta en desquiciamiento. Sospecho que psicólogos y psiquiatras podrán recurrir a esta historia para explicar diversas patologías. Por lo que a mí respecta, me intrigó e, incluso, me sorprendió (circunstancia nada sencilla), pero me dejó un último regusto de indiferencia ese regocijo en el absurdo, que me impidió conectar a fondo con la narración. Juzgo la propuesta original, insólita e interesante, pero tanto esfuerzo por extremarla impide que destaque ni como comedia, ni como drama, ni como ciencia ficción.

Encabezando el reparto se halla Demi Moore, célebre actriz de las décadas de los ochenta y noventa gracias a éxitos como “Ghost (Más allá del amor)” o “Algunos hombres buenos”. Lleva a cabo una notable interpretación, relanzando así una carrera estancada desde hace tiempo. Junto a ella figura la joven Margaret Qualley, hija de Andie McDowell, quien ha participado en “Érase una vez en... Hollywood”, “Dos buenos tipos” o la serie televisiva “La asistenta”. Ambas forman un tándem efectivo a las órdenes de Fargeat. Les acompañan Dennis Quaid (“El chip prodigioso”, “Lejos del cielo”, “Un domingo cualquiera”), Oscar Lesage (La gran juventud”) y Christian Erickson (“Juana de Arco, de Luc Besson”, “El último duelo”).