viernes, 14 de marzo de 2025

MICKEY 17




El hecho de que las manifestaciones artísticas conecten con la esencia más profunda de determinadas personas, mientras que para otras supongan unas aportaciones carentes de interés y significado, resulta en ocasiones difícil de explicar (y también de entender). Pertenece, por decirlo de alguna manera, a la magia de las Artes. Así, existen letras de canciones que cobran pleno sentido para unos oyentes, mientras que para otros se tornan absurdas rimas. O lienzos que, a ojos de unos espectadores, transmiten hondos mensajes por medio de atractivos colores, mientras que el resto percibe sólo trazos incomprensibles, como si su autoría correspondiera a un niño pequeño. Sucede lo mismo con las películas. Si un director se decanta por un estilo narrativo poco convencional, cercano a la ausencia de lógica y a la parodia grotesca, habrá quien califique su obra como un sublime ejercicio de creatividad que expresa a la perfección la crítica más mordaz de nuestra sociedad. Pero, igualmente, habrá quien la juzgue como una absurdez sin pies ni cabeza, una suma de ocurrencias estrambóticas. 
Visionando “Mickey 17” me uní al grupo de atónitos ante una propuesta, al parecer, intencionadamente descabellada, que recurre a una serie de incoherencias e irracionalidades como vehículo para el entretenimiento y la crítica social. En cualquier caso, no pude pasar de la constatación del disparate visual y la comicidad alocada, sin llegar en ningún momento a sentirme concernido por la pretensión de encarnar la quintaesencia de la parodia. En mí, el objetivo de hacer reír no se alcanzó. Tampoco el de entretener. Si, por el contrario, su primer propósito se centraba en criticar ácidamente al mundo moderno, tan sutil ejercicio de cinismo me pasó desapercibido de igual modo. 
Se dice que la belleza reside en el ojo que mira, no en el objeto o el sujeto observados. Quizás el problema se halle en mi visión, que no supo captar las mismas percepciones de los demás. En mi opinión, “Mickey 17” deja atrás la originalidad para abrazar la extravagancia, un giro totalmente insuficiente para sostener dos hora y cuarto de proyección. 
El realizador Bong Joon Ho es, sin duda, un cineasta muy particular y, si bien “Parásitos” me gustó (este trabajo le reportó nada menos que tres Oscars), otras de sus propuestas bordean, a mi juicio, el ridículo más que la brillantez. 
Cabe definir a Mickey 17 como un "prescindible", un empleado al que su empresario puede desechar a su antojo y sustituir por un clon. Integrante de una expedición humana para colonizar un mundo helado y lejano, cuando llega el momento dicho plan no se ejecuta según lo previsto, ya que Mickey 17 se niega a permitir que su alter ego, Mickey 18, ocupe su lugar. 
Una ambientación futurista enmarcada en el género de la ciencia ficción facilita al público la asimilación de imágenes con una mente abierta, sin los rigores realistas de un drama convencional. No obstante, cuando el sinsentido roza niveles inasumibles, el ansia de provocar humor deriva en un caos y el empeño por aportar una pizca de originalidad visual se torna artificial. 
Protagoniza la cinta el actor Robert Pattinson, quien lleva a cabo un esfuerzo evidente por interpretar su papel con eficacia. En realidad, los fallos del film no deben atribuirse a su actuación, sino al guión y a la dirección.  Célebre por la saga “Crepúsculo” y por asumir el rol de nuevo Batman, hace aquí lo que puede. También participan Mark Ruffalo (cuatro veces candidato a la estatuilla dorada de Hollywood por “Pobres criaturas”, “Spotlight”, “Foxcatcher” y “Los chicos están bien”), Steven Yeun (nominado a su vez por “Minari. Historia de mi familia”) y Patsy Ferran (“Living”). 



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