La
relación de Philip Marlowe con el Séptimo Arte resulta muy profusa y su reflejo
más icónico se encuentra en la versión de “El sueño eterno”, dirigida por Howard
Hawks e interpretada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall, y que posee una
emblemática escena final. No obstante, el listado es largo y se inicia en 1944
con “Historia de un detective”. La década de los cuarenta reunió el mayor
número de películas sobre este investigador salido de la mente del escritor Raymond
Chandler, pero se extendió en adelante. En los años sesenta James Garner asumió
dicho perfil en “Marlowe, detective muy privado”. En los setenta, Elliott Gould
a las órdenes de Robert Altman y Robert Mitchum bajo la batuta de Dick Richards
hicieron lo propio. Ya en los noventa, James Caan retomó el testigo de la mano
de Bob Rafelson, situado detrás de la cámara. Por lo tanto, no parece extraño
que en la actualidad se estrene otra nueva aventura de tan singular personaje,
si bien mi reflexión tras visionar la cinta sea que se trata de una propuesta desubicada
en el tiempo. Su propio cartel da fe de ello, pues pretende trasladar aquella
imagen clásica pero, al final, anuncia un producto artificial que no termina de
encajar ni con el estilo tradicional ni con una readaptación más moderna.
Asume la
realización Neil Jordan, responsable de la notable “Juego de lágrimas”, que le
reportó un Oscar como guionista. Este irlandés cuenta con una filmografía algo
inconexa y, en mi opinión, hay que remontarse varios lustros para encontrar sus
trabajos más notables. Además, al escoger una figura adaptada ya tantas veces,
las comparaciones se tornan inevitables y, en este caso, encima desfavorables.
No sólo la imagen de Humphrey Bogart se alza demasiado alargada e inolvidable,
sino que el ritmo y la intensidad visual y narrativa de “El sueño eterno”
resulta claramente superior, pese a haberse rodado hace casi ochenta años.
En Los
Ángeles a finales de los años treinta, el detective privado Philip Marlowe es
contratado para encontrar al ex amante de una glamurosa heredera, hija de una
conocida estrella de cine. La desaparición oculta numerosas mentiras y secretos,
y el investigador se verá envuelto en una aventura peligrosa y mortal en la que
todos los implicados parecen tener algo que ocultar.
Los
aficionados al género negro comenzarán a ver este filme con una clara
predisposición a disfrutarlo, ayudados por un magnífico elenco de actores y una
meritoria ambientación de la época. Los sombreros, las gabardinas, las “femmes
fatales” y el humo de los cigarrillos ayudarán a facilitar cierta conexión con
la proyección. Pero conforme avanza el metraje, se apodera una sensación de
inconsistencia y vacío. En definitiva,
de copia poco elaborada.
Liam
Neeson, quien ya trabajara con Jordan en “Michael Collins” en 1998, encabeza el
reparto. Alcanzó su cumbre profesional dando vida al empresario Oskar Schindler
en la afamada cinta de Steven Spielberg, pero posteriormente se ha
especializado de forma incomprensible en propuestas de acción, abandonando
aquella loable trayectoria que se había labrado. Aunque aquí encaja con el
perfil que requiere el papel, no dispone de un guion propicio para su
lucimiento.
Junto a
él figuran Jessica Lange y Diane Kruger, madre e hija en la ficción. La primera
ha ganado dos estatuillas doradas a lo largo de su destacada carrera artística,
mientras que la segunda se ha dado a conocer a gran escala por medio de cintas
como “Troya”, “Malditos bastardos” o la saga de “La búsqueda”. Ambas actrices
contribuye a enriquecer el largometraje. A cargo de intervenciones secundarias
les acompañan rostros como los de Alan Cumming (“Eyes Wide Shut”, “X Men 2”), Ian
Hart (“María, reina de Escocia”, “Descubriendo Nunca Jamás”) o Colm Meaney (“El
inglés que subió una colina, pero bajó una montaña”, “La camioneta”).
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