El actor Eduardo Noriega nació en Santander el 1 de agosto de 1973. Debutó en el cine con la cinta “Historias del Kronen” (1995), de Montxo Armendáriz, pero no fue hasta su aparición en “Tesis” (1996), de Alejandro Amenábar cuando le llegaron el éxito y el reconocimiento. El filme logró siete premios Goya, incluido el de mejor película. Repitió con Amenábar en 1997 participando en “Abre los ojos”, por la que recibió su primera candidatura al máximo galardón de la Academia de Cine española.
Posteriormente intervino en la comedia “Cha-cha-chá” (1998), de Antonio del Real y en “Nadie conoce a nadie” (1999), de Mateo Gil, quien hasta ese momento solo había ejercido su faceta de guionista.
Ya en el nuevo milenio formó parte del elenco de “Plata quemada” (2000), de Marcelo Piñeyro, “El espinazo del diablo” (2001), de Guillermo del Toro, “Guerreros” (2002), de Daniel Calparsoro y “El lobo” (2004), de Miguel Courtois, por cuya interpretación obtuvo su segunda nominación a los Goya.
Repitió de nuevo con Piñeyro en “El método” (2005) y rodó “Alatriste” (2006), de Agustín Díaz Yanes, “Transsiberian” (2008), de Brad Anderson, “En el punto de mira” (2008), de Pete Travis, “Blackthorn: Sin destino” (2011), de nuevo con Mateo Gil, esta vez en labores de dirección.
En su etapa más reciente figuran “Una pistola en cada mano” (2012), de Cesc Gay, “El último desafío” (2013), de Jee-woon Kim, “Los miércoles no existen” (2015), de Peris Romano, “Nuestros amantes” (2016), de Miguel Ángel Lamata y “Perfectos desconocidos” (2017), de Alex de la Iglesia.
Tengo que reconocer que, en esta ocasión, mis predicciones han fallado estrepitosamente. Narcotizado por completo por la peligrosa y autodestructiva corriente de las secuelas interminables que invaden la industria cinematográfica americana, comencé el visionado de la sexta entrega de “Misión imposible” imbuido de un pesimismo desbordante. Presagiaba la enésima reiteración de tópicos y una nueva rendición de la creatividad frente a una concatenación de secuencias grandilocuentes alejadas años luz de la más mínima credibilidad. Sin embargo, confieso que me ha sorprendido gratamente. Me atrevo incluso a afirmar que se trata la mejor de las seis películas estrenadas hasta la fecha y, muy posiblemente, ante el largometraje de acción del verano. Una conclusión inimaginable para mí cuando, desde hace ya varios meses, repasaba el listado de estrenos estivales.
La saga ya había llegado a las salas de proyección a través de cinco títulos dirigidos por cinco directores distintos. El primero, bueno, a cargo de un efectivo y clásico Brian de Palma. El segundo, claramente el peor, firmado por un descontrolado y desnortado John Woo. El tercero, revitalizando y enderezando el camino, de la mano del enérgico y visionario J.J. Abrams. El cuarto, algo desubicado, con Brad Bird tras la cámara asumiendo el reto de su primera obra no animada. Y el quinto, pretendiendo de nuevo reorientar el serial en la dirección correcta, de un potente y complejo Christopher McQuarrie que no logró alcanzar plenamente su objetivo. El conjunto ofrecía aportaciones interesantes, si bien dentro de una trayectoria irregular.
En este sexto proyecto uno de los cineastas repite detrás tras la cámara. McQuarrie, ganador del Oscar al mejor guion original por la turbadora “Sospechosos habituales”, filma su cuarta cinta como realizador y completa, sin duda, su mejor trabajo. “Misión: Imposible – Fallout” es emocionante, espectacular y con un ritmo constante. Como filme de acción, responde a las expectativas, aunque no se puede negar que las escenas están cosidas con cierta precipitación y el protagonismo de los personajes resulta escaso. No obstante, tales carencias se suplen con creces con una acertada plasmación visual y con un inesperado acierto en las dosis de aventura y tensión. Más de lo que pudiera parecer evidente a simple vista, en numerosos planos se aprecia la mano precisa de un director preocupado por los detalles. Así, el resultado se traduce en una claro ascenso del nivel de calidad de una franquicia que auguraba seguir tambaleándose sobre un alambre. Personalmente, yo no comenzaría a preparar la séptima aventura a tenor de las alabanzas recibidas, ya que bingos de este calibre no se suelen cantar a menudo y, menos aún, de forma consecutiva.
Su estrella indiscutible es Tom Cruise, sobre el que ya he manifestado en otras críticas cinematográficas mi confusión en cuanto a su perfil interpretativo. Inició su carrera artística compaginando papeles centrados en su atractivo físico y en películas de mero entretenimiento (“Top Gun”, “Días de trueno”) con actuaciones más exigentes en otros proyectos de complejidad superior (“Rain Man”, “Nacido el cuatro de julio”). Sus innegables éxitos de taquilla parecían ir asociados a una reconocible calidad (“La tapadera”, “Algunos hombres buenos”, Minority Report”). Trabajaba con directores emblemáticos que le brindaban sus trabajos más arriesgados, como Stanley Kubrick con “Eyes Wide Shut” o Paul Thomas Anderson con “Magnolia”. Pero, de repente, esa deriva cesó para dar paso a una única modalidad de propuestas donde Cruise se empecina en reiterar su prototipo de héroe intrépido e invencible, cerrando aparentemente las puertas a la posibilidad de valorar otras opciones. Una auténtica lástima. Le acompañan en el reparto Henry Cavill (el último Superman), Ving Rhames (un veterano de la saga), Angela Bassett (“Días extraños”, “Tina”) y Michelle Monaghan (“Adiós pequeña, adiós”, “La boda de mi novia”).
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Datos del film
Título original: Mission: Impossible - Fallout
Año: 2018
Duración: 147 min
País: Estados Unidos
Dirección: Christopher McQuarrie
Guion: Christopher McQuarrie, Bruce Geller
Música: Lorne Balfe
Fotografía: Rob Hardy
Reparto: Tom Cruise, Rebecca Ferguson, Henry Cavill, Simon Pegg, Vanessa Kirby, Michelle Monaghan, Alec Baldwin, Angela Bassett, Sian Brooke, Ving Rhames
El actor y músico estadounidense Brad Renfro nació en Knoxville el 25 de julio de 1982 y falleció en Los Ángeles el 15 de enero de 2008. Debutó muy joven en una gran producción de Hollywood,“El cliente” (1994), de Joel Schumacher, basada en una novela de John Grisham y con Susan Sarandon y Tommy Lee Jones en el reparto.
Posteriormente intervino en “Que nada nos separe” (1995), de Peter Horton y “Tom y Huck” (1995), de Peter Hewitt. En 1996 rodó su segunda gran cinta, “Sleepers”, de Barry Levinson, junto a Robert De Niro, Kevin Bacon y Brad Pitt, entre otros.
Más tarde rodó “Ídolos, mentiras y rock & roll” (1997), de Guy Ferland, de nuevo junto a Kevin Bacon. Una de sus actuaciones más aclamadas fue la de “Verano de corrupción” (1998), de Bryan Singer, dando la réplica a un extraordinario Ian McKellen.
Sus siguientes actuaciones resultaron menos importantes, como en “Loca aventura” (2001), de Daniel Waters, “Bully” (2001), de Larry Clark, “Ghost World” (2001), de Terry Zwigoff o “The Jacket” (2005), de John Maybury. Su último largometraje fue “Los confidentes”, (2008) de Gregor Jordan, estrenada tras su fallecimiento.
Haifaa Al-Mansour es la primera mujer directora de cine de Arabia Saudí, un logro encomiable en un país conocido especialmente por su trato discriminatorio hacia el género femenino. Pese a esta circunstancia, la realizadora debutó a lo grande en 2012 con “La bicicleta verde”, estrenando mundialmente dicho trabajo en el Festival de Venecia de aquel año y logrando una nominación en los BAFTA a la mejor película de habla no inglesa. Aunque no obtuvo la misma candidatura al Oscar, gracias a ella el reino saudita participó por primera vez en los premios de la Academia de Hollywood presentando un título a competición. Se trataba de una cinta meritoria, honesta, valiente, muy emotiva, con varias secuencias que sacudían el alma de manera amable y a cargo de una autora reconocible que, poco tiempo después, ha dado el salto a la industria norteamericana. Ahora presenta su segundo largometraje, encabezado por un elenco más internacional.
En esta ocasión ha elegido a un personaje destacado de la Historia de la literatura, la escritora Mary Shelley, mundialmente famosa por su novela “Frankenstein”. Como consecuencia, se percibe una menor implicación emocional y personal en un proyecto cuyo nivel y resultado son inferiores a “La bicicleta verde”. Sin embargo, teniendo en cuenta que muy pocas personas habrán visionado aquel debut, estas apreciaciones no afectarán a los actuales espectadores. Aun así, determinadas señas de identidad propia se mantienen, como la delicadeza de la filmación y el toque feminista que desprende. El cambio de ambientación, de género cinematográfico, de época y de cultura le permite, además, reforzar sus reconocidas habilidades con mayores dosis de elegancia e intensidad, lo que da lugar a un resultado correcto que implica el crecimiento de Al-Mansour como cineasta.
Narra la historia de una joven probablemente adelantada a su tiempo que, en los albores del siglo XIX, conoce a un poeta carismático y de ideas también innovadoras. Pese a la diferencia de edad entre ambos, inician un romance al que la familia de la chica se opone, lo que les aboca a una relación semi clandestina. Como vía de escape y en una pésima época para cualquier autora, la muchacha comienza a escribir.
Se trata de una biografía presentada como una metamorfosis de su protagonista, incidiendo en cierta aureola gótica y en una disimulada corrección formal. Se echa de menos un guion más incisivo, pues se intuye la existencia de material para haber podido explotar más la trama, si bien las resbaladizas fronteras entre el drama, el romance, el discurso reivindicativo y la atmósfera misteriosa se transitan con destreza. De hecho, se agradece profundamente hallar en cartelera una propuesta, para variar, sin estridencias .“Mary Shelley” es una cinta notable que, sin duda, va a apuntalar la carrera de su directora.
La actriz Elle Fanning se alza como la protagonista absoluta del relato. La descubrí en un papel secundario en la contundente y devastadora “Babel” y más tarde en la acertada e ingeniosa “Super 8”. Desde entonces atesora interesantes actuaciones a las órdenes de figuras como Alejandro G. Iñárritu, J.J. Abrams, Sofia Coppola o Nicolas Winding Refn y, si es capaz de orientar su carrera con acierto, le estará aguardando un futuro prometedor. Su interpretación es muy adecuada y ayuda al éxito global de film. Le acompañan en el reparto Maisie Williams (“El libro del amor”, “Juego de tronos”), Douglas Booth (“El destino de Júpiter”, “Noé”) y Tom Sturridge (“Radio encubierta”).
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Datos del film
Título original: Mary Shelley
Año: 2017
Duración: 120 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Haifaa Al-Mansour
Guion: Emma Jensen, Haifaa Al-Mansour
Música: Amelia Warner
Fotografía: David Ungaro
Reparto: Elle Fanning, Douglas Booth, Bel Powley, Maisie Williams
El famoso cineasta holandés Paul Verhoeven nació en Amsterdam el 18 de julio de 1938. Comenzó su andadura profesional rodando documentales para el Ejército y, posteriormente, dio el salto a la televisión, donde obtuvo cierto éxito gracias a la serie “Floris"(1969), protagonizada por Rutger Hauer.
Su primer largometraje fue “Delicias holandesas” (1971), que pasó bastante desapercibido. Sin embargo, poco después estrenó “Delicias turcas” (1973), que resultó nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
Comenzó a ser conocido por el gran público en los años ochenta, gracias a títulos como “El cuarto hombre” (1983), con Jeroen Krabbé, “Los señores del acero” (1985), de nuevo con Rutger Hauer y Jennifer Jason Leigh y “Robocop” (1987), con Peter Weller.
Sin embargo, fue en la siguiente década cuando cosechó sus mayores éxitos. De esa época son “Desafío total” (1990), con Arnold Schwarzenegger, Sharon Stone y Michael Ironside; “Instinto básico” (1992), con Michael Douglas y de nuevo Sharon Stone; “Showgirls” (1995), con Elizabeth Berkley y Kyle MacLachlan; y “Starship Troopers: Las brigadas del espacio” (1997), con Casper Van Dien y Denise Richards. Ya en el año 2000 rueda “El hombre sin sombra”, junto a Kevin Bacon, Elisabeth Shue y Josh Brolin.
Sus últimos trabajos han sido “El libro negro” (2006), nominado al BAFTA al mejor film de habla no inglesa y “Elle” (2016), ganadora de dos Globos de Oro (mejor cinta de habla no inglesa y mejor actriz en un drama).
Cuando contemplé por primera vez el cartel anunciador de “El rascacielos” ya me produjo cierto rechazo, pues plagiaba descaradamente al de “Jungla de cristal”: la mitad del rostro del héroe frente a un gran edificio envuelto en llamas en su parte superior. No es la única referencia a la emblemática película de Bruce Willis de finales de los años ochenta aunque, atendiendo a la comparativa, la cinta de Dwayne Johnson sale perdiendo en todos los aspectos. Para explicar mi postura tomaré como referencia los inicios de este popular y musculado actor y diré que “El rascacielos” es al cine lo que el Pressing Catch a un combate de boxeo de los pesos pesados: un exceso de coreografía ensayada y una espectacularidad artificial que sobrarían si no fuera porque resultan imprescindibles para tapar la ausencia de auténtico contenido. Suele ser habitual que el espectador se acoja a la denominada “suspensión de incredulidad” para aceptar lo que le muestran las imágenes de la gran pantalla, dejando a un lado cualquier componente lógico o racional. Sin embargo, este recurso también presenta unos límites que, cuando se sobrepasan, conlleva una irremediable caída en el absurdo.
Rawson Marshall Thurber es un cineasta bastante limitado que ha orientado el grueso de su filmografía hacia la comedia facilona. “Cuestión de pelotas”, “Somos los Miller” o “Un espía y medio” dan fe de ello. Tal vez sea la razón por la que su paso al cine de acción pura haya supuesto para él un salto tan largo que le haya provocado una caída al vacío. La intensidad, la tensión y el ritmo necesarios terminan lastrados por la permanente sensación de estar ante un producto adulto en la forma pero infantil en el fondo, edulcorado a destiempo y magnificado en exceso. Así, el resultado final solo puede convencer a los aficionados al mundo del videojuego, dado que encaja más como juego de consola que como largometraje.
Un antiguo líder del Equipo de Rescate de Rehenes del FBI -y también veterano de los Marines estadounidenses- trabaja ahora como asesor de seguridad encargándose de la gestión de las infraestructuras de los rascacielos más grandes del mundo. Deberá viajar a China a desempeñar esta labor y allí se encontrará con la torre más alta del planeta. Contra todo pronóstico, la construcción será saboteada y se convertirá en un absoluto infierno. El protagonista se verá entonces perseguido por las autoridades mientras trata de capturar a los verdaderos responsables y, al mismo tiempo, salvar a su familia, atrapada en el interior del inmueble.
Es sencillo entender en qué se han gastado los productores del film los ciento veinticinco millones de dólares del presupuesto. Lo que ya me resulta más complicado de comprender es para qué. En ese sentido, resulta infinitamente más recomendable revisar la primera entrega de las aventuras de John McClane o, en su caso, las de Steve McQueen y Paul Newman en “El coloso en llamas”, antes de malgastar el tiempo en los más de cien minutos que dura “El rascacielos”. Con independencia de sus resultados en taquilla, confío en que no suponga el inicio de una nueva saga de las que nos tiene acostumbrados la cinematografía norteamericana en los últimos tiempos. Resulta evidente que el margen que la industria del Séptimo Arte destina a la originalidad es cada vez menor.
Tampoco da la sensación de que “The Rock” (apodo por el que se conoce al protagonista de la cinta) tema caer en el encasillamiento. Si echamos la vista a sus títulos más conocidos (“El regreso de la Momia”, “El rey Escorpión”, “Sed de venganza”, la saga “Fast & Furious”, “Hércules”, “San Andrés” o “G.I. Joe: La venganza”) y, acto seguido, comprobamos sus próximos proyectos (“Jumanji 2”, “San Andrés 2”, “El escuadrón suicida 2”), se diría que está encantado con su permanente repetición de perfiles. Le acompañan en el reparto Neve Campbell (la saga “Scream”, “Juegos salvajes”, “Tango para tres”), Noah Taylor (“Shine”, “Casi famosos”) y el hermanastro de Liev Schreiber, Pablo Schreiber.
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Datos del film
Título original: Skyscraper
Año: 2018
Duración: 103 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Rawson Marshall Thurber
Guion: Rawson Marshall Thurber
Música: Steve Jablonsky
Fotografía: Robert Elswit
Reparto: Dwayne "The Rock" Johnson, Neve Campbell, Pablo Schreiber
El actor estadounidense de origen ruso Yul Brynner nació el 11 de julio de 1920 en Vladivostok y falleció el 10 de octubre de 1985 en Nueva York. Alcanzó su gran oportunidad en 1951 con el papel del rey en el musical de Broadway “The King and I”, interpretación por la que obtuvo innumerables premios y recibió el elogio unánime de la crítica. Tras realizar 1.246 funciones de dicho espectáculo fue a Hollywood, donde repitió el enorme éxito en su versión cinematográfica de 1956 (“El rey y yo”, de Walter Lang) y que le valió el Oscar al mejor actor.
Posteriormente participó en otros títulos muy famosos, como “Los diez mandamientos” (1956), de Cecil B. DeMille, “Anastasia” (1956), de Anatole Litvak, “Los hermanos Karamazov” (1958), de Richard Brooks y “Salomón y la reina de Saba” (1959), de King Vidor.
Ya en la década de los sesenta participó en “Los siete magníficos” (1960), de John Sturges, “La sombra de un gigante” (1966), de Melville Shavelson y “El regreso de los siete magníficos” (1966), de Burt Kennedy.
Entre sus últimos trabajos se encuentran “Romance de un ladrón de caballos” (1971), de Abraham Polonsky y “Mundo futuro” (1976), de Richard T. Heffron.
En las últimas entregas de certámenes cinematográficos muchas de las féminas premiadas, además de pronunciar discursos contra la discriminación de su género, han puesto también un especial énfasis en alertar sobre los pocos papeles femeninos de peso y en la escasez de proyectos netamente de mujeres. Sin embargo, no creo que las galardonadas valorasen como solución a esos problemas la alternativa de rodar títulos ya estrenados en su momento con la única variante de cambiar el sexo de los protagonistas. Tanto la apuesta por una visión de la mujer en el cine (sea en la dirección, en la producción o en los guiones) como el reclamo de personajes interesantes, poco o nada tiene que ver con la práctica de sustituir a hombres por mujeres en otras nuevas versiones. No se trata de rodar ahora “Doce del patíbulo” con señoras. Entiendo que la reivindicación se refiere a potenciar las realidades femeninas para, posteriormente, trasladarlas a la gran pantalla, así como a dotar de verdadera enjundia a los perfiles. Ciertamente, ahora mismo existe eso, aunque se aboga por una mayor equiparación desde el punto de vista cuantitativo.
De modo que, cuando supe que se iba a rodar una visión de la saga Ocean (“Ocean's Eleven: Hagan juego” de 2001, “Ocean's Twelve” de 2004 y “Ocean's Thirteen” de 2007, por no remontarnos al título encabezado por Frank Sinatra de 1960) cambiando el elenco por estrellas del sexo opuesto como muestra de que algo estaba cambiando en Hollywood, pensé que no se había entendido el mensaje. O puede que sea yo el que no lo captara en su justa medida pero, sinceramente, sustituir a George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon, Andy García, Don Cheadle o Bernie Mac por Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Helena Bonham Carter, Rihanna o Dakota Fanning para continuar con la franquicia no parece la mejor vía para cambiar las cosas.
No niego que el largometraje posea cierto gancho, resulte a ratos entretenido y se vea con facilidad. Sin embargo, no puede ocultar su condición de producto prefabricado y, lo que es peor, completamente exprimido. “Ocean's Thirteen” ya dejaba en evidencia el agotamiento de la trama. Por lo tanto, “Ocean's 8” no puede variar el diagnóstico. Es cierto que Gary Ross es un director con recursos (“Pleasantville”, “Seabiscuit, más allá de la leyenda”). Logra revitalizar en parte la propuesta y, además, el renombre de las intérpretes le da un empujón adicional, pero se insiste en repetir la fórmula y reiterar lo ya filmado. Una práctica, por desgracia, demasiado habitual en la industria americana del Séptimo Arte.
Debbie Ocean, hermana de Danny, acaba de salir de la cárcel y junto a su mano derecha, Lou, tienen la intención de ejecutar un gran robo en la ciudad de Nueva York. Su objetivo será hacerse con un valioso collar durante la celebración de un importante evento benéfico. Para llevar a cabo su plan y asegurarse el éxito final, reclutarán a un grupo de compañeras.
Dentro de este particular reparto sobresalen especialmente Cate Blanchett (“Carol”, “Blue Jasmine”, “El aviador”, “Babel”) y Anne Hathaway (“Los Miserables”, “El caballero oscuro: La leyenda renace”, “La boda de Rachel”). Les sigue a cierta distancia Sandra Bullock (“Un sueño posible”, “Gravity”, “Speed”) y, en un segundo plano, Helena Bonham Carter (“El club de la lucha”, “Big Fish”, “Las alas de la paloma”) y la casi olvidada Dakota Fanning (“La guerra de los mundos”, “Yo soy Sam”). En el apartado masculino encontramos a Griffin Dunne (“Jo, qué noche”, “Un hombre lobo americano en Londres”) y Elliot Gould (“M.A.S.H.”, “Contagio”). Se mire hacia donde se mire, existe un universo de estrellas tratando de deslumbrar.
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Datos del film
Título original: Ocean's Eight
Año: 2018
Duración: 110 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Gary Ross
Guion: Olivia Milch, Gary Ross
Música: Daniel Pemberton
Fotografía: Eigil Bryld
Reparto: Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Helena Bonham Carter, Mindy Kaling, Rihanna, Dakota Fannin
Se cumple en estas fechas el vigésimo quinto aniversario del estreno de "Lo que queda del día" (The Remains of the Day), película dramática de coproducción británica y estadounidense dirigida en 1993 por James Ivory y protagonizada por Anthony Hopkins y Emma Thompson. El guión de Ruth Prawer Jhabvala es una adaptación de la novela homónima de Kazuo Ishiguro.
Cuenta la historia de Stevens (Anthony Hopkins), el perfecto mayordomo de una mansión que a lo largo de su vida ha trabajado para varios propietarios. Un millonario americano (Cristopher Reeve) se convierte en el nuevo dueño de Darlington Hall, sucediendo en la propiedad a un aristócrata británico. Esta circunstancia permite a Stevens ser testigo de diversas conversaciones sobre los hechos políticos más importantes del momento. Al mismo tiempo, su rutinaria vida personal sufre un inesperado cambio con la llegada de la señorita Kenton, la nueva ama de llaves (Emma Thomson).
Este magistral melodrama, construido sobre la base de unas excelentes interpretaciones y una gran ambientación, fue producido por Mike Nichols, John Calley e Ismail Merchant y recibió ocho nominaciones a los Oscars, incluyendo las de mejor película, dirección, actor y actriz principal, guion y banda sonora.