La noche
previa a la redacción de esta crítica de cine, me encontraba yo cambiando
compulsivamente de canal frente a mi televisor, tratando de lograr un doble y contradictorio
objetivo. De una parte, encontrar un contenido que me entretuviera. De otra,
localizar también algún programa que me provocase somnolencia. Por enésima vez
(y no será la última), volvió a atraparme la emisión de la película
protagonizada por Tom Hanks y Meg Ryan “Algo para recordar” (1993). Me gustó
muchísimo cuando la vi por primera vez en el cine y me continúa encandilando a
día de hoy, tres décadas y numerosos visionados después. Recuerdo, por cierto,
haber escuchado un comentario muy negativo del director Robert Altman sobre el
citado largometraje, manifestando lo poco creíble que le resultaba, ya que, en
modo alguno, reflejaba la realidad de las relaciones de pareja. Recientemente se
estrenó, también en tono de comedia, otra cinta titulada “Jane Austen arruinó
mi vida”, acerca de lo supuestamente perniciosas que son estas propuestas adornadas
con el calificativo de “románticas”. No cabe duda de que cada persona mantiene
sus gustos, sus vicios y sus manías y, en ese sentido, me quedo con los míos,
libres de cualquier imposición ajena, sobre todo porque me continúan
enganchando las mismas secuencias del “desvelado de Seattle” y las mismas
frases pronunciadas por Annie Read.
No
obstante, existen casos dentro de esos estrenos calificados de “comedias
románticas” que me parecen ridículos, absurdos y carentes de interés. Considero
muy personal la frontera que un espectador en un concreto lugar establece entre
el romanticismo y la cursilería, entre lo sentimental y lo extravagante. Así,
ahora llega a las carteleras “A pesar de ti”, publicitada como otra nueva
producción destinada a divertir y emocionar pero que, por lo que a mí respecta,
no ha conseguido ni lo uno ni lo otro. La suma de unos personajes adultos
sobreactuados, unos comportamientos más adolescentes que los de los propios quinceañeros,
una trama y unos diálogos excesivamente artificiales y trillados, da como
resultado un film que no aporta novedad alguna, ni tampoco copia con gracia no
pocos títulos anteriores. Apenas superaría el nivel de un telefilme de sobremesa
con el que echar la siesta sin remordimiento alguno.
Su
director, Josh Boone, debutó en la pantalla grande en 2012 con “Un invierno en
la playa”, aceptable trabajo que se sostenía sobre varios planos y diálogos
potentes a cargo de un elenco muy destacado (Jennifer Connelly, Greg Kinnear,
Lily Collins, Kristen Bell e, incluso, la voz del mismísimo Stephen King).
Alcanzó igualmente un moderado éxito con “Bajo la misma estrella” (2014), con Shailene
Woodle y Ansel Elgort al frente del reparto. Sin embargo, su declive a partir
de entonces ha sido considerable.
Una madre
que sacrificó sus proyectos de futuro a causa de un embarazo y un matrimonio
prematuros, intenta evitar que su hija cometa tales errores. Ante dicho
propósito, no puede evitar que la relación con la joven se torne cada vez más
tensa. En estas circunstancias, un trágico y extraño accidente cambia sus vidas
para siempre, dejándolas emocionalmente destrozadas. En medio del dolor, la
progenitora encuentra consuelo en alguien inesperado, mientras que Clara, la
joven, se refugia en el único chico a quien aquella le ha prohibido ver. Juntas
deberán enfrentar las consecuencias del pasado y las difíciles decisiones del
presente para reconstruir sus realidades.
Mckenna
Grace, quien en 2017 encarnó a la hija de Chris Evans en “Un don excepcional” e
interpretó a Margot Robbie de niña en “Yo, Tonya”, asume el rol de esta Clara
que, ya con diecinueve años, no debería repetir las equivocaciones de su madre,
papel que corre a cargo de Allison Williams (“Déjame salir “, “M3gan”).
Les
acompañan Dave Franco (“The Disaster Artist”, “Infiltrados en clase”), Scott
Eastwood (“Escuadrón suicida” -2016-, “Fast & Furious 8”) o Willa
Fitzgerald (vista recientemente en la electrizante “Una casa llena de
dinamita”).