viernes, 21 de enero de 2022

LA TRAGEDIA DE MACBETH (The Tragedy of Macbeth)



Parece que el célebre y exitoso dúo fraternal de los Coen se separa temporalmente y Joel, sin la intervención de su hermano Ethan, ha elegido para su nueva andadura en solitario la adaptación de una obra de Shakespeare. Sin negar que el archifamoso escritor inglés trata temas universales, que sus personajes son emblemáticos y que su calidad trasciende las décadas y los siglos, considero que las recreaciones fieles y clásicas de sus libros hallan mejor cabida sobre los escenarios que en la gran pantalla. Hasta las más afamadas y aplaudidas películas siempre han debido realizar un esfuerzo para ajustar a los cánones cinematográficos las ideas del dramaturgo o, en su caso, han quedado ancladas en ciertos corsés teatrales que limitan las capacidades del Séptimo Arte.

En este caso, Joel Coen se aleja de cualquier vocación cinéfila y se encorseta en una artificial, parca y deslucida estética, al tiempo que se enreda también en unos rebuscados y agotadores diálogos. Seguramente el resultado final suponga un deleite para los puristas shakespearianos pero, para los amantes del cine, o al menos para mí, desluce y desconcierta. A los pocos minutos me desconecté de la historia y, a partir de ese momento, la monotonía visual y el discurso pedante me condujeron al tedio. Me aburrí y, pese que el metraje no es excesivo, no dejé de mirar con afán el reloj, uno de los gestos más evidentes cuando un largometraje no gusta.

Y conste que le reconozco al film algunos méritos. Los actores llevan a cabo una eficaz labor, acorde con los requerimientos  del director, y tampoco puedo negar la pulcritud con la que el cineasta se acerca al universo del autor. Sin embargo, el visionado me generó la misma sensación de tener que cruzar un desierto, un terreno arenoso e inhóspito similar al del extraño ser que, en una de las escenas iniciales, se retuerce trazando con su cuerpo formas imposibles mientras lanza una alocución recargada y postiza.

La cinta gira en torno a la figura de Macbeth, un noble que, convencido por tres brujas, cree estar destinado a ser rey de Escocia. Ayudado por su ambiciosa esposa, intentará apoderarse de la corona sin importarle el modo.

A la espera del veredicto de la Academia de Hollywood y de los BAFTA británicos, la cinta parece haber agradado modestamente a una parte de la crítica. En los Globos de Oro y en los premios del Sindicato de Actores, tan sólo Denzel Washington ha recibido una nominación como mejor actor protagonista. Sí alcanzó más gloria en los National Board of Review (con galardones para el guion adaptado y la fotografía), además de que, junto con el American Film Institute, incluyó “La tragedia de Macbeth” entre los diez títulos más relevantes del año. En todo caso, lo cierto es que esa exquisitez que han captado otros analistas a mí no me ha alcanzado. Tal vez sea yo quien no esté a la altura de este reto pero, para ser honesto, debo calificarlo como un proyecto fallido.

Sobre su ya citado protagonista, compone un actuación notable y no cabe duda de que se trata de un intérprete solvente y eficaz que sabe encandilar a la cámara. Ganador de dos Oscars, ha sabido compaginar con destreza determinados proyectos más artísticos y dramáticos con otros pertenecientes al género de acción. “Grita libertad”, “Tiempos de gloria”, “Huracán Carter” o “Fences” se combinan con “El informe Pelícano” o “American Gangster”. Su profesionalidad queda, pues, al margen de cualquier cuestionamiento, circunstancia que comparte con su esposa en la ficción, Frances McDormand. En este caso, son cuatro las estatuillas doradas que tan singular actriz norteamericana, y “Arde Mississippi”, “Agenda oculta”, “Tres anuncios en las afueras” y buena parte de la filmografía de los hermanos Coen la catapultan como un referente de la cultura estadounidense.

A cargo de papeles secundarios intervienen Brendan Gleeson (“Al filo del mañana”, “Green Zone: Distrito protegido”, “Cold Mountain”), Alex Hassell (“Suburbicón”, “Rescate en el Mar Rojo”), Corey Hawkins (“Infiltrado en el KKKlan”, “Straight Outta Compton”) o Harry Melling (“Gambito de dama”, varias entregas de la saga de Harry Potter).



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