viernes, 19 de abril de 2024

SANGRE EN LOS LABIOS (Love Lies Bleeding)



Cuesta hallar un adjetivo para calificar la película “Sangre en los labios”, como tampoco resulta sencillo catalogarla entre los diferentes géneros del Séptimo Arte, lo que hoy en día ya es de por sí un halago. En primer lugar, me gustaría destacar que la propuesta me sorprendió y que, durante buena parte del metraje, me enganchó, aunque al final deja un regusto bastante discreto. Se trata de uno de esos largometrajes que se ven con curiosidad, por más que la posibilidad de repetir visionado en el futuro se torne dudosa. Ante un panorama donde las segundas partes, secuelas, precuelas y nuevas versiones inundan la cartelera, cualquier propuesta original, arriesgada y desvergonzada tiene terreno ganado frente a los ojos de un público ávido de ideas innovadoras.

“Sangre en los labios” (desafortunada traducción del título original “Love Lies Bleeding”) se alza como un film que parece pescar en diversas fuentes cinematográficas, pero que también presume de trazar un camino propio. He leído varias críticas que la presentan como una versión moderna y más descarada de “Thelma & Louise”. Yo no me atrevo a suscribir tal comparación. La cinta de Ridley Scott (1991) posee una mayor solidez en todos los aspectos, si bien determinadas secuencias han heredado su espíritu rebelde, reivindicativo y transgresor.

En todo caso, la característica principal de “Sangre en los labios” radica en su marcada propensión hacia la violencia y los personajes descarnados y procaces, una mezcla que al principio indigesta, pero que acaba funcionando mejor de lo esperado. Y es que la intención de formalizar ofertas disparatadas, románticas, sórdidas, esperpénticas y con una insolente tendencia hacia la crueldad y la furia se antoja compleja y difícil de digerir pero, al menos a ratos, consigue una extraña coherencia narrativa y su estética ochentera le aporta un beneficioso toque agridulce.

Una mujer decidida a destacar como culturista se empeña en acudir a Las Vegas para participar en una competición. Durante el viaje realiza una parada en un pequeño pueblo de Nuevo México, donde conoce a una joven solitaria que regenta un gimnasio. El padre de esta, un delincuente profesional dedicado al tráfico de armas, actúa como líder de una mafia local. Ambas inician una relación amorosa que desata una reacción impredecible de violencia y sangre.

Dirige la casi debutante Rose Glass, quien en 2019 filmó “Saint Maud” (por la que recibió dos candidaturas a los BAFTA) y que ahora presenta este segundo trabajo, con el que participó en el reciente Festival de Cine de Berlín. Demuestra coraje y brío en el manejo de la cámara.

Kristen Stewart, a quien vi por vez primera en la excelente “La habitación del pánico”, de David Fincher -junto a Jodie Foster-, asume el papel protagonista. Más allá de la popularidad obtenida con la saga “Crepúsculo”, cuenta con un currículum integrado por títulos interesantes y muy notables, como “Café Society” de Woody Allen; “Personal Shopper”, de Olivier Assayas; “Hacia rutas salvajes”, de Sean Penn; o “Spencer”, de Pablo Larraín, que le reportó una nominación al Oscar a la mejor actriz. Su ecléctica trayectoria la define como artista versátil y efectiva, y su actuación en “Sangre en los labios” le ayudará a continuar por esa senda.

Le acompañan Katy O'Brian (de la serie “The Mandalorian”), Anna Baryshnikov (“Manchester frente al mar”) y Dave Franco (“The Disaster Artist”). Mención especial merece Ed Harris, prolífico y excelso actor, candidato en cuatro ocasiones a la estatuilla dorada de Hollywood y a cargo de una envidiable filmografía. Pese a que aquí el grado de histrionismo supera lo deseable, siempre es un placer contemplar sus interpretaciones.



miércoles, 17 de abril de 2024

LA PRIMERA PROFECÍA (The First Omen)



En 1976 un ya veterano Gregory Peck, con sesenta años, acompañado de la actriz Lee Remick, protagonizó la película “La profecía”. Tras la gran repercusión obtenida por “La semilla del diablo” y “El exorcista”, el cine de terror volvió a alcanzar un gran éxito con esta recreación del Anticristo. El maestro Jerry Goldsmith ganó el Oscar a la mejor banda sonora y las salas de proyección de medio mundo temblaron con la mirada de aquel niño que, en honor a la verdad, resultaba satánico. Hasta que llegó el pequeño de “Looper” (que encarnaba al hijo de Emily Blunt en la innovadora cinta protagonizada por Bruce Willis y Joseph Gordon-Levitt), el miedo asociado al rostro de un menor recaía indudablemente en el del terrorífico Damien.

Como ocurriera con la citada “El exorcista”, su recaudación y popularidad generaron secuelas y nuevas versiones. En 1978 se estrenó “Damien: Omen II”, nada más y nada menos que con el respetado actor William Holden en el reparto. Le siguieron “El final de Damien” (1981), con Sam Neill y, pese a ese título de la tercera entrega, una cuarta: “La profecía IV: El renacer” (1991). Incluso se filmó un remake en 2006, donde Liev Schreiber y Julia Stiles asumían los personajes de Peck y Remick.

Ninguno de estos títulos posteriores al original estuvo a su altura y, como sucede habitualmente en estos casos, derivaron en intentos fallidos de estirar artificialmente una historia para conseguir unas cifras de taquilla que, a pesar de todo, seguían menguando. Ahora llega a las pantallas “La primera profecía” tratando de repescar en las mismas aguas esquilmadas por sus predecesoras. No obstante, cabe reconocerle mayor calidad que a aquellas, teniendo en cuenta que la magia y magnetismo de la cinta dirigida por Richard Donner a mediados de los setenta en ningún momento se superan.

Arkasha Stevenson debuta en la realización con este trabajo, revelando su  capacidad para generar tensión y para saber narrar cinematográficamente. Procede calificar su propuesta como correcta, si bien en su inevitable comparación “La profecía” sale perdiendo. Sea como fuere, los espectadores aficionados al género que todavía no hayan visto ésta, quedarán satisfechos.

Tras prometer sus votos como monja, una joven estadounidense viaja a Roma para comenzar su nueva vida como religiosa al servicio a la Iglesia. Sin embargo, una vez allí, se topa con una realidad más lúgubre y tenebrosa de lo previsto. Ello le conducirá a cuestionarse su fe y a descubrir una conspiración maligna para provocar la venida al mundo del hijo de Satanás.

Nell Tiger Free, que ha intervenido en algunos episodios de la serie “Juego de tronos”, se sitúa al frente del elenco. Le acompaña Ralph Ineson (“La bruja”, “The Creator”). Ambos intérpretes cuentan hasta la fecha con escasa popularidad entre el público. A cargo de papeles secundarios figuran los conocidos Sonia Braga (“El beso de la mujer araña”, “Un lugar llamado milagro”), Charles Dance –quien debutó profesionalmente en 1981 con el film de James Bond “Sólo para sus ojos” y que, desde entonces, ha intervenido en infinidad de largometrajes, destacando “Gosford Park” y “The Imitation Game (Descifrando Enigma)”- y Bill Nighy, nominado a la estatuilla dorada de Hollywood por su actuación en “Living” y célebre gracias a su participación en “Love Actually” o “Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto”.

Confiemos en no hallarnos ante el enésimo inicio de otra serie de secuelas. Porque una cosa es que “La primera profecía” supere a otras propuestas de la misma saga y otra muy distinta, que posea base y enjundia para continuar por esta senda. A mi juicio, aquí ya no queda jugo que exprimir.



viernes, 5 de abril de 2024

GODZILLA Y KONG: EL NUEVO IMPERIO (Godzilla x Kong: The New Empire)



Desde un punto de vista cinematográfico, siempre me ha interesado más King Kong que Godzilla y, pese a no situarse entre mis películas preferidas, algunas versiones sobre el gran gorila (las de 1933 de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, la de 1976 de John Guillermin y la de 2005 de Peter Jackson) reunían varios aspectos destacados y alguna secuencia memorable. La famosa creación nipona, sin embargo, nunca me llamó la atención y no recuerdo ninguna adaptación para la pantalla grande que haya despertado mi curiosidad, ni siquiera una concreta escena. Esta deriva que afecta en los últimos tiempos a una parte de la industria del cine, y que se traduce en la máxima circense del más difícil todavía, recurre a la fórmula de unir dos monstruos que han desarrollado carreras por separado, con la esperanza de ofrecer un plus a los espectadores. Sin embargo, el Séptimo Arte no opera como una ciencia exacta y la forma de hacer buen cine no se asemeja a una operación matemática, por lo que en el universo del celuloide las sumas, en ocasiones, restan y aquí nos damos de bruces con una muestra de ello.  

No es la primera vez que King Kong y Godzilla se reúnen. Ni siquiera es la primera vez que se apuesta por esa adición de criaturas terroríficas para llenar las salas de proyección. Me viene a la cabeza la nefasta “Alien vs. Predator”, que perpetró en 2004 Paul W. S. Anderson, o la manifiestamente innecesaria “Freddy contra Jason”, siendo responsable de semejante crimen el hongkonés Ronny Yu en 2003. En todos esos casos, la ocurrencia de acumular engendros se reveló como un despropósito. No hay duda de que “Alien” supuso una importante aportación al ámbito de la ciencia ficción, y tanto la versión de Ridley Scott de 1979 como la de James Cameron de 1986, merecen observación. Incluso la visión ochentera de “Depredador”, dirigida por John McTiernan, ha envejecido bien. Pero, cuando se acumulan sus criaturas, el conjunto resulta ridículo, forzado y gratuito.

Acaba de estrenarse “Godzilla y Kong: El nuevo imperio”, de Adam Wingard, cuya “The Guest” (2014), con Maika Monroe y Dan Stevens, me interesó, por más que no haya vuelto a rodar nada más que yo considere aceptable. En 2021 realizó la anterior “Godzilla vs. Kong” que, como la actual, se alza como un prodigio de efectos especiales y corrección técnica aunque, ya tan avanzado el primer cuarto del siglo XXI, no debería ser condición suficiente.

Quizás algún niño se sienta hipnotizado y entretenido ante determinadas imágenes, pero dudo mucho que suceda lo mismo en la franja de jóvenes y adultos. En mi caso particular, el objetivo no se logró. Los personajes  (humanos o no) no despertaron mi interés, y su trama sobre los problemas de la Humanidad, tampoco. Hasta me dio cierta lástima la figura de Kong que, tras su momento de gloria, ha pasado a exhibirse como, en su día, el “hombre elefante”. Me quedo con su fotograma cayendo desde lo alto del Empire State Building para, a continuación, presenciar aquel diálogo memorable entre el protagonista y uno de los policías. El primero, al ver a la bestia muerta en el suelo, pregunta qué ha pasado, y recibe como respuesta que los aviones le habían abatido. Y, a continuación, rebate al agente con la mítica frase “no fueron los aviones, la belleza mató a la bestia” (“It wasn't the airplanes. It was beauty killed the beast).

En el reparto se encuentra  Rebecca Hall, singular actriz que cuenta en su filmografía con varios títulos destacados, como “El truco final (El prestigio)”, del recientemente oscarizado Christopher Nolan; “El desafío - Frost contra Nixon”, de Ron Howard; o “The Town: Ciudad de ladrones”, de Ben Affleck. Sus dos recientes apariciones en esta saga creada para King Kong y Godzilla no le permiten mostrar su talento, llevando a cabo interpretaciones olvidables.

La acompaña Dan Stevens, visto en la mencionada “The Guest”; “Colossal”, de Nacho Vigalondo; o “La llamada de lo salvaje”, de Chris Sanders. También integran el elenco Brian Tyree Henry (“Viudas”, de Steve McQueen; “El blues de Beale Street”, de Barry Jenkins; “Bullet Train”, de David Leitch) y Alex Ferns (“The Batman”, de Matt Reeves).

No quiero ni pensar qué será lo próximo. ¿Una propuesta que encadene a Drácula con Jabba el Hutt, de la “Guerra de las Galaxias”? ¿A Frankenstein con Lord Voldemort, de Harry Potter? ¿O quizás a “Tiburón” con “Anaconda” o “Pirañas”? Pronunciado en voz alta parece absurdo, pero tampoco sería la primera vez que una absurdez terminara convirtiéndose en realidad.