Paul
Schrader está experimentando un muy significativo renacer creativo. Comenzó su
andadura profesional como escritor (firmó los guiones, entre otros, de las
emblemáticas “Taxi Driver” y “Toro salvaje”, ambas de Martin Scorsese), pero
pronto se trasladó detrás de la cámara para, a través de su sello personal,
plasmar sórdidas historias. “American Gigolo”, “El beso de la pantera” o “Mishima”
en la década de los ochenta, y “El placer de los extraños” o “Aflicción” en los
noventa, le sirvieron para hacerse un nombre como cineasta intenso, marcado por
una concreta visión de la sexualidad y de las conflictivas relaciones humanas.
Perteneciente a la generación de realizadores catalogados con la etiqueta "Movie
Brat" (que incluye también a Brian de Palma, el citado Martin Scorsese o
el propio Steven Spielberg), su estela parecía haber sufrido un declive hasta,
incluso, caer en el olvido. Sin embargo, con “El reverendo” en 2017 (por la que
fue nominado al Oscar) y “El contador de cartas” en 2021, ha retornado a la
escena con gran acierto, habida cuenta que, a mi juicio, estas dos obras se
alzan como lo mejor de tan atípico creador norteamericano.
“El
contador de cartas” es una magnífica película, en especial para los degustadores
de dramas sobrios y precisos. Describe el mundo del juego y la naturaleza de
los perdedores con asombrosa rigurosidad, y consigue transmitir al espectador
una constante sensación simultánea de curiosidad e incomodidad, como esos
sabores amargos que, a pesar de todo, invitan a continuar saboreándolos. Por
medio de un ritmo pausado pero vigoroso y una estética oscura y a su vez
colorista, sus desorientados personajes muestran no pocas miserias junto a
algún rasgo de lucidez. A sus setenta y cinco años, Schrader conserva sin duda
la peculiaridad y el talento con los que empezó en esta industria hace ya más
de cuarenta años.
El
ex militar William Tell padece un problema de ludopatía. Su único interés se
centra en jugar a las cartas, tratando de pasar desapercibido sin arriesgar
demasiado en las apuestas. Se dedica a participar en partidas discretamente,
variando de locales para no llamar la atención. Su espartana vida se verá
trastocada al cruzarse con un joven que busca ayuda para poder llevar a cabo su
plan de venganza contra un coronel. A partir de ese momento, tendrá que volver
a sortear los fantasmas de los peligros ligados al juego.
La
habilidad de Schrader como guionista queda patente, ya que perfila unos
personajes casi perfectos, dotando de credibilidad y realismo a todo el
metraje. Tal vez no destaque ningún momento sublime ni escena mítica, y quizá no
quepa catalogar el largometraje de obra maestra, pero en conjunto resulta
sólido, honesto y creíble, dando lugar a uno de esos filmes que, aun pasando
desapercibido para el gran público, calará entre los aficionados al Séptimo
Arte.
Encabeza
el elenco Oscar Issac, uno de los actores del momento y que merece mención
aparte. Después de un trayectoria de pequeños papeles en títulos importantes
como “Red de mentiras” de Ridley Scott o “Drive” de Nicolas Winding Refn, cuando
el protagonismo ha tocado a su puerta ha aprovechado la oportunidad para
destacar y consolidar su carrera. En “A propósito de Llewyn Davis” primero y,
sobre todo, en “El año más violento”, demostró su versatilidad y sus cualidades
interpretativas. A continuación participó en mega-producciones como la tercera
trilogía de “Star Wars” o “Dune” y lo cierto es que su presencia en pantalla constituye a día de
hoy una garantía para cualquier reparto.
Le
acompaña el camaleónico Willem Dafoe, cuatro veces candidato a la estatuilla
dorada de Hollywood y otra apuesta segura a la hora de consolidar un grupo de
actores. El suyo es uno de los nombres más reconocidos de la profesión, y transita
igualmente por proyectos independientes y por grandes superproducciones con
sorprendente facilidad. Asimismo intervienen Tye Sheridan (“Mud”, “Ready Player
One”) y Alexander Babara (“Fast &
Furious 8”).
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