jueves, 12 de enero de 2012

LA DAMA DE HIERRO (The Iron Lady)



Hay películas que se construyen sobre los cimientos de la labor de un actor. Con independencia de que el resto de sus aspectos técnicos o artísticos sean correctos, la especial brillantez de esa concreta interpretación hace que el resto quede eclipsado y que el trabajo de su estrella principal sea lo único que se recuerde con el paso del tiempo. El motivo de adquirir una entrada es ver a la actriz o al actor que acaparan cuanto galardón pueda recibir el largometraje. Ocurrió en el caso de Jaime Foxx y su recreación biográfica del cantante Ray Charles, cuando Jeff Bridges ganó el Oscar por su actuación en Corazón rebelde o cuando Sean Penn fue nominado por su trabajo en Yo soy Sam. Sus intervenciones son tan destacadas que cualquier otro mérito de las producciones en las que intervienen que no se centre en ellos pasa forzosamente a un segundo plano.
Y eso mismo es lo que sucede con La dama de hierro. El magnetismo de Meryl Streep lo acapara todo y lo demás son sólo migajas. Quedaría por debatir si esa situación se produce exclusivamente por la indiscutible calidad de la actriz norteamericana o si también influye una cierta mediocridad en los apartados de guion y dirección. Sea como fuere, Streep será el único recuerdo que sobreviva a la película en el futuro. La filmografía de la actriz de New Jersey no admite comparación posible. Dos estatuillas de Hollywood de entre dieciséis nominaciones (sin contar la que probablemente obtendrá por este papel el próximo veinticuatro de enero), trece candidaturas a los premios BAFTA británicos y veintiséis a los Globos de Oro, son las mareantes cifras que tiene en su haber. Parafraseando un brillante diálogo de Pulp Fiction entre John Travolta y Samuel L. Jackson, lo de esta mujer no es actuar. Es otra liga. Es otro deporte. Este 2012 terminará de rodar junto a Tommy Lee Jones y a las órdenes del director de El diablo viste de Prada David Frankel una comedia titulada provisionalmente Great Hope Springs que, a buen seguro, será más que interesante.
Phyllida Lloyd, que ya coincidiese con la actriz en el musical Mamma Mia, se encarga de la dirección de La dama de hierro, mientras que el guion corre a cargo de Abi Morgan pero ninguno de ellos logra dotar al relato de la emoción requerida. No hay nada grave que reprocharles pero tampoco nada bueno que atribuirles. Los cien minutos de proyección se sostienen mayoritariamente sobre la interpretación de su protagonista y, sin ella, el film pasaría por la cartelera sin pena ni gloria. Tengo la impresión de que el nivel del biopic que sobre el primer director del FBI, Edgar Hoover, ha llevado a la gran pantalla el excelente Clint Eastwood y que se estrenará el próximo veintisiete de enero, será notablemente superior. Cabe esperar que, además de una también memorable interpretación de Leonardo DiCaprio, ofrezca una recreación más intensa de los entresijos políticos de la época y, por lo tanto, el entretenimiento sea mayor.

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