El realizador Gary Marshall será recordado siempre gracias al rodaje de Pretty Woman, comedia romántica por excelencia que, a principios de los años noventa, obtuvo cifras de recaudación hasta entonces insólitas para una película de ese género. Con apenas catorce millones de dólares de presupuesto, el film recaudó más de cuatrocientos cincuenta. Se trata del típico largometraje que, pese a emitirse una y otra vez por televisión, convoca a infinidad de espectadores que se enganchan al cuento de hadas protagonizado por un guapo millonario y una ingenua prostituta. Sin embargo, después de semejante éxito, la carrera del director neoyorkino emprendió la cuesta abajo y ya no ha mostrado ningún otro proyecto de verdadero interés. Si bien Frankie & Johnny mantenía un cierto nivel -sobre todo, interpretativo- el público le dio la espalda y, posteriormente, tanto Novia a la fuga como Princesa por sorpresa y su secuela evidenciaban la decadencia artística de Marshall.
En 2011 estrenó los títulos Historias de San Valentín y Noche de fin de año, ideados como una concatenación de tramas muy diversas cuyo principal reclamo residía en sus repartos, integrados por actores muy populares. Ambas narraciones apelaban de forma bastante mediocre al caudal de buenos sentimientos que todos llevamos dentro. Y, si bien la primera volvió a agradar a buena parte de los aficionados –de hecho, recaudó más de doscientos millones con apenas cincuenta de inversión- la segunda supuso la mera repetición de una fórmula no solo agotada sino construida, a falta de un guion sólido, sobre el exclusivo gancho de sus estrellas. Aquí el gasto ha sido superior –sesenta millones de dólares- pero no ha sido amortizado con los cincuenta recaudados en sus decepcionantes taquillas norteamericanas. Sin disimulo alguno, vuelve a hacerse patente el afán de repetir el éxito de San Valentín en Navidad a base de explotar de forma bastante manipuladora esa fibra sensible propia de estas fechas navideñas, pero sin gracia ni personajes interesantes ni diálogos mordaces. Tan sólo en el tramo final de la proyección podemos asistir a breves secuencias que provocan cierta emoción pero, después de más de una hora sufriendo un montaje de historias a cual más absurda, previsible e insulsa, la calificación no varía y es de suspenso bien merecido. A pesar de ello, parece evidente que el destino de esta producción cinematográfica será su emisión televisiva en épocas navideñas, acorde con los relatos que ofrece, y brindar su programación a unos espectadores impregnados del espíritu bondadoso que recorre el mundo en estos últimos días del año.
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