Noah
Baumbach es un artista muy versátil, como ya ha demostrado en sus facetas de
director, productor, guionista y actor. Incluso se ha aventurado a ejercer como
músico a través de algunas composiciones de bandas sonoras. A mi juicio, el
largometraje “Historia de un matrimonio”, con Adam Driver y Scarlett Johansson
al frente del reparto, constituye hasta la fecha su mejor obra como cineasta.
De hecho, no sólo proporcionó al propio Baumbach dos de sus cuatro nominaciones
al Oscar, sino que se calificó como una cinta emotiva, dramática, realista y
excelentemente interpretada sobre el ocaso de una pareja, inspirada en la
propia historia del realizador. Ahora presenta “Jay Kelly”, estrenada en la
plataforma Netflix y que por el momento ha logrado dos candidaturas a los
Globos de Oro (mejor actor principal y de reparto), y la mención de la National
Board of Review como una de las diez mejores películas del año.
Se basa
en la crisis personal de una estrella de cine, atrapada entre la gloria de su
profesión y los lastres generados por el tiempo invertido en conseguir ese
estatus de celebridad, a costa de su familia y de sí mismo. Resulta recurrente
la idea de que, llegado a determinado momento de la vida, las personas entran
en crisis. Algunas escenas me recordaban a la excelente “Lost in Traslation”,
cuando el personaje interpretado por la ya citada Scarlett Johansson
diagnosticaba al de Bill Murray el declive de los cincuenta, aunque
inevitablemente termino rememorando otra secuencia de la también excepcional
“El hijo de la novia”, en la que el inversor que pretendía adquirir el negocio
del protagonista le trataba de convencer de la venta alegando que el país se
hallaba en crisis. Y la contestación de Ricardo Darín no podía ser más
acertada, al responderle que el país siempre estaba en crisis, y no vinculada
precisamente a aquella concreta etapa.
El film,
ejemplo de notables actuaciones, describe las luces, sombras, sensaciones y
contradicciones de un hombre que, teniéndolo todo en apariencia, descubre de
pronto sus vacíos y carencias vitales. La burbuja estelar en la que ha vivido
contrasta con la existencia corriente y vulgar de la mayoría de los seres
humanos, y gran parte del metraje se dedica a reflejar su sorpresa y admiración
al contemplar el comportamiento natural y ordinario de la gente ante
situaciones cotidianas. Un tramo de la acción se desarrolla en un tren de
pasajeros, tras la decisión del famoso de viajar por Italia, sintiéndose
fascinado por un tipo de relaciones y actitudes jamás vistas en sus mansiones y
aviones privados.
Entiendo
la propuesta y el mensaje de Noah Baumbach, así como su capacidad para la
dirección de actores y su naturalidad en la forma de narrar la historia, ambas
muy meritorias y destacadas. Sin embargo, considero que abusa de ciertos
recursos y peca de reiteración innecesaria en el constante asombro del
individuo ante las experiencias que se ha perdido. En ese sentido, las casi dos
horas y media de duración se me tornan excesivas.
Sea como
fuere, existen instantes relevantes donde el drama y la comedia se combinan de
manera acertada. El cúmulo de nostalgias y remordimientos se plasman de modo
amable e incluso agradable, pese a dejar patente un regusto amargo. Uno de los
puntos más redondos se produce cuando el renombrado actor acude a un homenaje a
toda su carrera, exhibiéndose escenas de sus trabajos (extractos reales de la
filmografía de George Clooney). Intérprete y personaje se entremezclan
mágicamente y el espectador percibe una indudable complicidad entre los dos.
Clooney,
ganador de un Oscar como productor por “Argo” y de otro como actor por “Syriana”,
cuenta en su haber con un considerable número de títulos sobresalientes, entre
ellos “Los idus de marzo”, “Up in the Air” o “Buenas noches y buena suerte”. Le
acompaña Adam Sandler a quien, pese a no agradarme, reconozco aquí una digna
intervención. Junto a ellos encontramos a Emily Mortimer, Billy Crudup o Laura
Dern.
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