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viernes, 28 de marzo de 2025

BLANCANIEVES (Snow White)



No puedo asegurar qué opinaría Walt Disney sobre la deriva que está sufriendo su mítica compañía, pero me aventuro a afirmar que no le agradaría en absoluto. Una de las frases atribuidas a este visionario del cine de animación es: “No me gusta repetir el éxito. Me gusta probar cosas nuevas para tener éxito”. Sin embargo, desde hace ya varios años, Walt Disney Pictures se ha especializado en insistir, reiterar y repetir las mismas historias, personajes y fórmulas. Nada, pues, más alejado de la trayectoria iniciada por su fundador, el profesional ganador de más Oscars que, mientras se mantuvo al frente de su empresa, apostó siempre por nuevas propuestas y por retos no intentados. Así, si en los ochenta y los noventa logró grandes triunfos de crítica y público con largometrajes de dibujos animados como “La sirenita”, “La bella y la bestia”, “El rey león” o “Aladino”, a posteriori ha fiado su creatividad a rodar idénticos relatos con efectos digitales e imagen real, copiando los planos y, en algunos casos, reproduciendo exactamente los diálogos. 

Ahora estrena una nueva versión de “Blancanieves y los siete enanitos”, cuya única aportación innovadora estriba en eliminar del título la referencia a los compañeros de la protagonista, en consonancia con las reglas de lo políticamente correcto. Al margen de otras adaptaciones más o menos libres, la actual cinta pretende ser más fiel que la de 1937, pero en realidad queda desdibujada en su fondo, por mucho que en la forma se obtengan unos dignos resultados. En ese sentido, la parte visual posee gancho suficiente para captar la atención inicial de los espectadores. Asimismo, otro aspecto positivo radica en su ajustado metraje (en torno a los noventa minutos). Sin embargo, se muestra artificial y forzada, sin reflejar ese imprescindible halo mágico e imaginativo propio de los filmes sustentados sobre cuentos y pura fantasía. 

Tras la cámara se sitúa Marc Webb, un cineasta que también debutó a través de videoclips musicales y que dio un prometedor y acertado salto a la gran pantalla con la divertida y ágil “(500) días juntos”. A continuación, ejerció su labor en varias series televisivas, que enlazó con títulos como “Un don excepcional” y “Canción de Nueva York”. Firmó igualmente dos prescindibles entregas de Spiderman (“The Amazing Spider-Man” y “The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro”) hasta encargarse de esta “Blancanieves”. En mi opinión, y visto lo visto, Webb tocó techo en sus comienzos laborales en 2009 y desde entonces ha experimentado un progresivo declive. 

Una lástima, ya que Rachel Zegler se esfuerza enormemente por sostener sobre sus hombros el proyecto. Esta joven actriz, que despuntó encandilando al público en el musical “West Side Story”, a las órdenes de Steven Spielberg, se ha topado con un endeble guion y una desangelada realización que le han impedido hacer más de lo que hace. Posee voz, talento y belleza suficientes para destacar, pero no bastan para ocultar los deméritos ajenos.  
Gal Gadot encarna a la malvada reina. La carrera artística de la intérprete israelí pivota básicamente sobre dos personajes: la Wonder Woman de DC Films y la Liga de la Justicia y la Gisele de varios “Fast & Furious”. Al llevar a cabo un papel de mala tan propicio a la sobreactuación, no cabe una excesiva crítica a su caracterización. Sea como fuere, tampoco compensa la larga lista de taras y lastres de esta “Blancanieves”. 

En intervenciones secundarias figuran Emilia Faucher (vista en la oscarizada “CODA: Los sonidos del silencio”), Ansu Kabia (“Last Christmas”) y Samuel Baxter (“Wicked”).




viernes, 28 de junio de 2024

DEL REVÉS 2 (Inside Out 2)



Además de revolucionar la informática, la tecnología y la música, Steve Jobs también innovó en el mundo del cine. De hecho, Pixar tiene su origen en el célebre visionario y empresario californiano. La originalidad, gracia e inventiva de esta productora a la hora de apostar por el género de animación marcó una época. Su primer largometraje, “Toy Story”(1995), recibió una nominación al Oscar al mejor guion original, una excepcionalidad dentro de una especialidad que hasta entonces se denominaba de “dibujos animados”. No existía aún la estatuilla en esa categoría, un galardón que como tal se creó en 2001. Posteriormente, títulos como “Monstruos S.A.”, “Los Increíbles” o “Up” elevaron dicha modalidad cinematográfica a un nivel superior. Cinco años más tarde, su gran competidora, la factoría Disney, adquirió Pixar por 7.400 millones de dólares (unos 6.000 millones de euros). La extraordinaria rentabilidad del estudio presagiaba un negocio redondo. Así, “Toy Story” costó treinta millones de dólares y consiguió casi cuatrocientos en todo el mundo, mientras que “Buscando a Nemo”, de noventa y cuatro pasó a mil. Pero, incluso esa barrera del millar de millones de recaudación, la sobrepasó “Toy Story 3”. Por lo tanto, se trataba, en efecto, de una inversión interesante y rentable.

A partir de aquel momento, la compañía que había dominado la industria durante una década de forma indiscutible (tanto en crítica como en público), comenzó a experimentar un declive, ya que, en ocasiones, las estrategias empresariales van por un lado y la genialidad artística por otro. A mi juicio, Pixar perdió parte de su esencia a cambio de aumentar su capacidad de “merchandising” y su cuota de mercado, dejando de representar la marca y el estilo con los que había triunfado.

“Del revés (Inside Out)”, ya con la firma conjunta de Disney y Pixar, se estrenó en 2015, ganando el Oscar a la mejor película de animación y siendo de nuevo candidata al de mejor guion original. Constituye, posiblemente, la última gran cinta con el sello de Pixar que analiza de manera divertida y analítica cómo los sentimientos se alzan con el protagonismo en la vida de una niña. A casi una década vista, llega ahora a las carteleras “Del revés 2”, que en absoluto puede calificarse negativamente. No obstante, y aunque mantiene buena parte de los aciertos de su predecesora, evidencia cierta propensión a recorrer caminos ya transitados, resultando menos arriesgada, original y graciosa. Y es que siempre supone un hándicap enfrentarse a un listón previo tan elevado.

La niña de la primera entrega entra en la adolescencia y su cabeza se prepara para asumir nuevos cambios y sentir nuevas emociones. Alegría, Tristeza, Ira, Miedo y Asco no saben muy bien qué hacer cuando aparecen Ansiedad, Envidia o Vergüenza. Estas recién llegadas alcanzarán el centro de control de la joven y cambiarán su vida, de tal manera que los antiguos sentimientos habrán de esforzarse por tomar de nuevo  las riendas y evitar un colapso emocional.

El modelo de éxito de la parte 1, así como sus personajes y materiales, conforma mayoritariamente la parte 2. Los creadores juegan sobre seguro, y se nota. La pena es que, comparativamente, en esta ocasión sale perdiendo, por más que la hora y media de proyección presenta un baremo todavía destacado. Sin duda, volverá a triunfar en la taquilla y continuará agradando a pequeños y mayores. Ahora bien, en mi opinión no es un producto de Pixar, o no del Pixar de sus inicios.  

Kelsey Mann debuta en la animación con este film. Hasta la fecha había participado en los aspectos técnicos de “Monstruos University” o “Star Wars: The Clone Wars”. En la versión original, se puede escuchar la voz de la excelente Diane Lane, (“Cotton Club”, “Un pequeño romance”, “Infiel”, “Bajo el sol de la Toscana”), como madre de la adolescente. El personaje de padre corre a cargo de Kyle MacLachlan (“Terciopelo azul”, “Dune”, “Twin Peaks”). “Ansiedad” habla a través de Maya Hawke (Stranger Things), hija de los actores Uma Thurman y Ethan Hawke. En cuanto a la versión doblada al español, Michelle Jenner encarna a Ansiedad, Gemma Cuervo a Nostalgia y Rigoberta Bandini a Envidia.



sábado, 5 de junio de 2021

CRUELLA



De esta última versión de “Cruella” se pueden destacar varios puntos a favor. En algunas partes resulta entretenida, el tono cínico y humorístico es proporcionado, y su ritmo y colorido llaman la atención del espectador. En principio, méritos suficientes para otorgar una valoración positiva de la nueva producción de Disney. Sin embargo, yo ya estoy comenzando a desarrollar una alergia importante a toda propuesta basada en la revisión de los clásicos del Séptimo Arte con el fin de adaptarlos a esa moda actual que tiene como destinatarias a las nuevas generaciones (al parecer, incapaces de ver películas antiguas) y donde lo políticamente correcto es la gran exigencia.

Dentro de esta tendencia que, en vez de apostar por historias novedosas y personajes originales, propugna rescatar las ideas, las tramas y los papeles estelares de los grandes títulos de antaño, la factoría Disney se erige como líder absoluta. Tal evolución (más bien, involución) se halla tan generalizada que hasta mi admirado Steven Spielberg se ha empeñado en rodar su reinterpretación de “West Side Story”, ejemplo gráfico del extremo al que hemos llegado. En mi opinión, más que atravesar una crisis creativa (que también) sufrimos la ceguera crónica de unos productores que se refugian en los éxitos del pasado para eludir el vértigo que acarrea el riesgo de una inversión económica. Al final, como si de un círculo cerrado se tratase, terminamos por ver siempre lo mismo. Parafraseando a Edward Norton en “El club de la lucha”, todo parece la copia de una copia de otra copia.

Lo cierto es que, desde el punto de vista técnico, “Cruella” triunfa. Su director, el australiano Craig Gillespie -responsable de la interesante “Yo, Tonya”- firma un relato ameno y a ratos hilarante, aunque totalmente repetitivo. El fastuoso envoltorio del vestuario, los colores y la exageración atraen a la vista, pero no consigue evitar (al menos a los aficionados más curtidos) un tufillo a producto artificial ideado al amparo de las políticas culturales y artísticas que ahora mismo presiden la industria del cine. Otra moda imperante sobrevenida consiste en los estrenos simultáneos en salas de proyección y plataformas televisivas (en este concreto caso, “Disney +” en su opción “Acceso Premium”).

El guion desarrolla los comienzos de una de las villanas cinematográficas más conocidas: Cruella de Vil. Ambientada  dentro del ámbito de la moda en el Londres de los años setenta, muestra a una joven estafadora a la que una serie de acontecimientos conducen a asumir su lado malvado y a convertirse en un ser estridente y vengativo.

Uno de los aspectos más relevantes del largometraje radica en su casting, especialmente en sus dos principales figuras. Emma Stone da vida a la protagonista. Ganadora del Oscar por la fantástica “La ciudad de las estrellas (La La Land)”, ya había destacado con anterioridad en “Criadas y señoras”, “Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)”, “La batalla de los sexos” y “La favorita”. Notable actriz, muy dotada para la comedia, ha logrado imprimir un sello propio a sus actuaciones.

En esta ocasión lleva a cabo una labor correcta que ayuda a sostener el proyecto, si bien permaneceré más atento a título personal al estreno en 2022 de su última colaboración con el cineasta Yorgos Lanthimos, que lleva por título provisional “Poor Things”.

Emma Thompson ejerce como contrapeso. Poseedora igualmente de dos estatuillas doradas de Hollywood (como actriz por “Regreso a Howards End” y como guionista por “Sentido y sensibilidad”) acredita una sobresaliente trayectoria artística. “Lo que queda del día”, “En el nombre del padre”, “Primary Colors”, “Al encuentro de Mr. Banks” o “El veredicto. La ley del menor” dan idea de la medida de su enorme valía. Al contrario de su compañera de reparto, parece sentirse más cómoda en cintas de estilo dramático y, de hecho, aquí no destaca tanto como de costumbre.



lunes, 23 de marzo de 2020

TREINTA ANIVERSARIO DEL ESTRENO DE "PRETTY WOMAN" (30th Anniversary of the Premiere of "Pretty Woman")

El 23 de marzo de 2020 se cumplen treinta años del estreno de la película “Pretty Woman” en Estados Unidos, Canadá y México. 

Se trató de uno de los éxitos mundiales de aquel 1990, con una recaudación en todo el planeta superior a los cuatrocientos sesenta millones de dólares, lo que, teniendo en cuenta su escaso presupuesto, lo ha convertido en uno de los largometrajes más rentables del Séptimo Arte. Es, además, uno de los títulos que más veces se emiten por televisión, obteniendo siempre unas elevadas cotas de audiencia. 

Perteneciente al género de la comedia romántica, está protagonizada por Julia Roberts y Richard Gere, y dirigida por Garry Marshall. Roberts recibió una nominación al Oscar a la mejor actriz, mientras que la cinta optó a cuatro Globos de Oro (mejor comedia o musical, actor, actriz y actor secundario) y a otros tantos BAFTA (mejor película, guión original, actriz y vestuario). 

Cuenta la historia de Edward Lewis (Richard Gere), un apuesto y rico hombre de negocios que contrata los servicios de una prostituta, Vivian Ward (Julia Roberts), durante un viaje de trabajo a Los Ángeles. Tras compartir con ella la primera noche, Edward le ofrece dinero para que pase junto a él toda la semana y le acompañe a diversos actos sociales.


Escenas de la película 




viernes, 19 de julio de 2019

EL REY LEÓN (The Lion King)

La factoría Disney se ha convertido en el ejemplo perfecto para explicar un fenómeno que afecta a buena parte de la industria cinematográfica norteamericana actual. Consiste en repetir y copiar las mismas historias con el fin de salir de una crisis marcada por el miedo y la falta de creatividad. El ansia por batir año tras año las cifras de taquilla, por acaparar números uno, por encumbrarse y permanecer en el primer puesto de la recaudación, les impide siquiera sopesar la inversión en proyectos que no tengan garantizada una alta rentabilidad, evitando de ese modo cualquier apuesta arriesgada o amago creativo. Se limitan a reincidir, rehacer y duplicar los modelos que ya han sido aplaudidos por el público con anterioridad. 
Dicha tendencia se manifiesta a través de dos vías. La primera se centra en crear sagas que permitan filmar sus entregas año tras año. La segunda, en volver a rodar sus propios clásicos. Así, tenemos “La bella y la bestia” de 1991 y la de 2017, “Aladino” de 1992 y de 2019 o “El rey león” de 1994 y de 2019. Ni siquiera se puede hablar de nuevas versiones, puesto que utilizan las mismas canciones y las secuencias se calcan del original casi plano a plano. La famosa productora ha cambiado hasta tal extremo que no se la reconoce, convertida en otra máquina eficiente a costa de perder por el camino su alma mágica y la emocionante inventiva de antaño. 
“El rey león” que llega ahora a las salas ofrece aspectos positivos, aunque todos ellos heredados de su predecesora. Desde el punto de vista cinematográfico, no aporta nada que los espectadores que hayan visto la versión de Roger Allers y Rob Minkoff se pierdan si deciden no ir a verla. Es verdad que la repercusión de este título de hace ya veinticinco años resulta incuestionable. Con un presupuesto de cuarenta y cinco millones de dólares, recaudó para la gran pantalla casi mil millones a nivel mundial. Después se convirtió en un musical igualmente exitoso, cuya banda sonora figura entre las diez más vendidas de la Historia. Por lo tanto, semejante huella hace inviable el factor sorpresa en esta producción de 2019. Todo es previsible porque todo se conoce. 
En esta ocasión se sitúa tras la cámara Jon Favreau, responsable de “El libro de la selva” de 2016 y de las dos primeras entregas de “Iron Man”, si bien ha dedicado a la interpretación la mayor parte de su trayectoria artística. Le hemos visto en varios capítulos de la serie televisiva “Friends” y en los últimos “Spiderman”. Aquí desempeña una función meramente mecánica y ajena a la creatividad, habida cuenta el autoplagio de Disney y el nulo margen que le distancia del largometraje anterior. En todo caso, Favreau nunca ha sido un cineasta experimental ni poseedor de un acento estético. Antes al contrario, se limita solamente a encarnar la mano ejecutora que necesitan los productores, sin aportar toques personales. 
A mi juicio, el problema radica en la transición de la enfermedad a la epidemia, pues en 2020 se estrenará la siguiente “Mulán” y para noviembre está prevista la llegada de “Frozen 2”. Por consiguiente, se pretende reorientar a base de secuelas y revisiones el futuro de una de las compañías más emblemáticas de la cinematografía norteamericana. Entre sus políticas monopolísticas, comprando y absorbiendo al resto de sus competidoras, y sus previsiones de cara al futuro, Disney ha dejado de ser aquella productora tierna, infantil y creativa y se ha convertido en un serio peligro para la supervivencia del Séptimo Arte como expresión artística. Sus apuestas serán, a buen seguro, todo un éxito en el que reincidirán una y otra vez. Sin embargo, por lo que a mí respecta, han perdido el rumbo y la posición como empresa de referencia. 
En cuanto al reparto, repite James Earl Jones poniendo voz a Mufasa en la versión original, Chiwetel Ejiofor toma el relevo de Jeremy Irons como Scar, Donald Glover sustituye a Matthew Broderick como Simba, Beyoncé ocupa el lugar de Moira Kelly como Nala y John Oliver reemplaza a Rowan Atkinson como Zazu. Muy numerosos son mis recuerdos asociados a aquel primer rey león, que tantas veces vi con uno de mis hijos (literalmente prendado de la historia). Hoy recibo un producto de innegable calidad técnica, pero carente de sentido, razón por la que no me dejará la misma huella.

Trailer en castellano


Trailer en versión original


Datos del filme

Título original: The Lion King
Año: 2019
Duración: 118 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Jon Favreau
Guion: Jeff Nathanson (Historia: Brenda Chapman. Personajes: Irene Mecchi, Linda Woolverton, Jonathan Roberts)
Música: Hans Zimmer (Canciones: Tim Rice, Elton John)