Mejor película: Oppenheimer (Emma Thomas, Charles Roven,
Christopher Nolan)
Mejor dirección: Oppenheimer - Christopher Nolan
Mejor actriz protagonista: Emma Stone (Pobres criaturas)
Mejor actor protagonista: Cillian Murphy (Oppenheimer)
Mejor actriz de reparto: Da’Vine Joy Randolph - The
Holdovers ("Los que se quedan")
Mejor actor de reparto: Robert Downey Jr. (Oppenheimer)
Mejor guión original: Anatomy of a Fall ("Anatomía de
una caída") - Justin Triet, Arthur Harari
Mejor guión adaptado: American Fiction - Cord Jefferson
Mejor edición: Jennifer Lame (Oppenheimer)
Mejor película internacional: "La zona de interés"
(The Zone of Interest)
Mejor película animada: Kimitachi wa Dō Ikiru ka (The Boy
and the Heron, "El chico y la garza")
Mejor cortometraje animado: War is Over! Inspired by the
music of John & Oko - Dace Mullins, Brad Booker
Mejor maquillaje y peluquería: Nadia Stacey, Mark Coulier,
Josh Weston, "Pobres criaturas" (Poor Things)
Mejor diseño de producción: "Pobres criaturas"
(Poor Things) - Diseño de producción: James Price y Shona Heath, Decoración de
escenografía: Zsuzsa Mihalek
Mejor diseño de vestuario: Holly Waddington "Pobres
criaturas" (Poor Things)
Había
pasado demasiado tiempo desde la última vez que experimenté la sensación de
hallarme ante un gran acontecimiento cinematográfico. Y es que Christopher
Nolan vuelve a reivindicarse como el cineasta actual más relevante, firmando
otra obra brillante, plena de matices y con una envoltura visual, técnica y
sonora excelente. El director londinense ya me llamó la atención con anteriores
títulos llenos de simbolismo y originalidad, como “Memento”, elevando el género
de superhéroes a una categoría superior con su trilogía de Batman y revolucionando
la ciencia ficción gracias a obras maestras tan indiscutibles y sublimes como
“Origen” y “Interstellar”, dos largometrajes de imprescindible visión que le acreditan
como una de las figuras más destacadas del Séptimo Arte. Como hiciese en
“Dunkerque”, con “Oppenheimer” retorna al cine histórico dando otra soberbia
lección de narración y realización.
La cinta
cuenta con un elevado metraje de tres horas. Asimismo, el cúmulo de personajes,
unido a la profundidad de algunos conceptos científicos, tal vez genere en los
espectadores cierta percepción de extravío dentro de un complejo laberinto,
aunque como compensación les coloca en un permanente estado de sorpresa.
Personalmente, no acusé su larga duración, ya que los constantes saltos
temporales, la alternancia de filmación en blanco en negro y en color y los
diálogos mordientes combinados con una historia más introspectiva evitan
cualquier riesgo de pesadez. El montaje, los efectos sonoros, la fotografía, la
cuidada ambientación y la exquisita interpretación sólo pueden calificarse como
sobresalientes.
Cuenta la
vida del excéntrico Robert Oppenheimer, brillante físico estadounidense de los
tiempos de la Segunda Guerra Mundial, desde sus dubitativos comienzos hasta hacerse
con la dirección y el control del "Proyecto Manhattan", así como el
desarrollo de los trabajos y ensayos nucleares destinados a construir la bomba
atómica para su país. Aun tratando de actuar meramente como científico, la
política termina por salpicarle hasta el punto de cuestionar la validez de sus
creaciones y, finalmente, es atacado por su propio Gobierno a causa de las
relaciones que mantiene con sectores izquierdistas.
El film
contiene secuencias verdaderamente memorables pero, sobre todo, logra un estilo
y una tonalidad narrativas que subyugan y seducen, además de una aparatosidad
visual al servicio de una trama sólida y un guion bien sustentado. Constituye
un ejemplo de cómo los efectos técnicos únicamente cobran sentido si se colocan
al servicio de una buena historia con sentido propio. Y como el potencial de
dicho artefacto se hace presente de modo constante, “Oppenheimer” posee
asimismo una energía brutal que se despliega durante los ciento ochenta minutos
de proyección, en los que el director y sus personajes son capaces de realizar
genialidades.
El
nutrido equipo artístico supone otro gran aliciente y enumerar todos sus
rostros conocidos alargaría esta crítica casi tanto como la propia película,
cuyo peso recae sobre un deslumbrante Cillian Murphy. Habitual del cine de
Nolan, le vi por primera vez en “28 días después”, a las órdenes de Danny Boyle. Tras
abordar papeles secundarios en “La joven de la perla” o “Cold Mountain”,
destacó ya como protagonista en “El viento que agita la cebada” y en la serie
televisiva “Peaky Blinders”, donde certifica su calidad interpretativa.
Le
acompañan Matt Damon (la saga “Bourne”, “El talento de Mr Ripley”,
“Infiltrados”), Emily Blunt (“Sicario”, “La pesca del salmón en Yemen”, “Un
lugar tranquilo”), Robert Downey Jr. (“Zodiac”, “Ironman”), Jason Clarke (“La
noche más oscura”, “Everest”), Kenneth Branagh (“Enrique V”, “Hamlet”), Florence
Pugh (“Lady Macbeth”, “Midsommar”), Gary Oldman (“Drácula de Bram Stoker”, “El
topo”), Casey Affleck (“Manchester frente al mar”, “Todo por un sueño”) o Matthew
Modine (“La chaqueta metálica”, “Vidas cruzadas”), entre otros.
Cillian Murphy nació en la ciudad irlandesa de Cork el 25 de mayo de 1976. Actor, músico y productor, debutó en el cine en 1998 en “The Tale of Sweety Barrett”,
pero sus mayores éxitos han llegado en este siglo. En el año 2002
participó en “28 días después”, de Danny Boyle y en 2003 en “La joven de
la perla”, de Peter Webber y en “Cold Mountain”, de Anthony Minghella.
En 2005 comenzó una fructífera colaboración con el director “Christopher
Nolan” a través de “Batman Begins”, a la que seguirían “El
caballero oscuro” (2008), “Origen” (2010), “El caballero oscuro: La leyenda
renace” (2012) y “Dunkerque” (2017).
Participó asimismo en “El viento que agita la cebada” (2006) de Ken
Loach, “Sunshine” (2007) de nuevo con Danny Boyle, “En el límite del amor”
(2009) de John Maybury y “En el corazón del mar” de Ron Howard. En 2013 estrenó la serie televisiva de gran popularidad “Peaky
Blinders” y ya en 2021 intervino en “Un lugar tranquilo 2”, de John
Krasinski.
Luc Besson es uno de esos cineastas que llevan anunciando su retirada desde hace más de una década. De la misma forma que Quentin Tarantino ha venido pregonando que sólo va a rodar diez películas, también el galo anunció en 2006 que abandonaría la profesión cuando filmara su décimo largometraje. Ignoro qué ocurrirá con Tarantino, pero al menos Besson ya ha incumplido su promesa y, a la vista de los resultados, ha sido un error. Sus grandes aportaciones al Séptimo Arte las muestra en sus primeros títulos. “El gran azul” (1988), “Nikita, dura de matar” (1990), “Leon: El profesional” (1994), “El quinto elemento” (1997) y “Angel-A” (2005), incluye su catálogo de habilidades, algunas de gran calado. Si efectivamente se hubiese retirado a tiempo, habría dejado muy buen sabor de boca gracias a momentos de grato recuerdo disfrutados en las salas de proyección. Pero ha optado por continuar, si bien abandonando la senda de los directores interesantes, creativos e intensos para transitar por la vía de los tópicos, la reiteración y la comercialidad más vulgar.
“Anna”, su estreno más reciente, da cumplida muestra de esa decadencia.
Diseñada para el lucimiento de la modelo rusa Sasha Luss, cada uno de sus planos parece exclusivamente ideado para explotar su belleza y reflejar su estética más sensual. Evidentemente, esos mimbres no son suficientes para construir una buena película de acción sobre agentes secretos y misiones encubiertas, lección que ya aprendimos con “Gorrión rojo” de Francis Lawrence. Pero es que, al margen del físico de su protagonista, la oferta se reduce a un cúmulo de clichés sumamente manidos y de secuencias pretendidamente electrizantes que tan sólo esconden una palpable ausencia de guion y de personajes. Nada hay, pues, que justifique un metraje que ronda las dos horas de duración.
Cuanta la historia de una asesina a sueldo que recurre a numerosas armas para desempeñar su trabajo, entre ellas un hipnotizante atractivo bajo el que esconde su enorme capacidad para eliminar a cualquier enemigo, lo que le convierte en una de las sicarias más temidas por los gobiernos de todo el planeta. Poco más que añadir. La trama es tan simple como parece. Tan precaria. Tan superficial. Tan pobre.
En algunos aspectos Besson evoca sus cintas iniciales, pero las similitudes son muy escasas y meramente formales, como si hubiera pretendido revisar “Nikita, dura de matar”, pero con un toque hortera, o retomar a Leeloo de “El quinto elemento”, pero sin su humor ni su ingenuidad, o reiterar la violencia de “Leon: El profesional”, pero sin la carga poética ni la enjundia de sus protagonistas. En definitiva, unas carencias demasiado patentes (el montaje alocado, la apariencia de videoclip…) como para que los remedios utilizados consigan neutralizar el desastre y que no hace sino confirmar que, en realidad, el realizador francés ya se había retirado en su momento y ya sólo queda de él una reminiscencia en forma de tiempo de descuento que no le hace justicia.
Junto a la citada Sasha Luss (que debutó a las órdenes del propio Besson en “Valerian y la ciudad de los mil planetas”) participan algunos actores consumados, como Helen Mirren (“La reina”, “Gosford Park”, “Un viaje de diez metros”) y más jóvenes, pero a cargo de carreras sólidamente asentadas, como Cillian Murphy (“Origen”, “Desayuno en Plutón”, “Dunkerque”). Les acompaña Luke Evans (“La chica del tren”, “Fast & Furious” 6,7 y 8).
Trailer en castellano
Trailer en versión original
Datos del filme:
Título original: Anna
Año: 2019
Duración: 119 min.
País: Francia
Dirección: Luc Besson
Guion: Luc Besson
Música: Eric Serra
Fotografía: Thierry Arbogast
Reparto: Sasha Luss, Helen Mirren, Luke Evans, Cillian Murphy, Eric Godon, Eric Lampaert, Pauline Hoarau, Avant Strangel,