viernes, 4 de febrero de 2022

BELFAST



“Belfast” me ha encantado. Me parece una película maravillosa. Hacía tiempo que en una sala de cine un largometraje no lograba producirme tantas emociones encontradas. Me he reído, me he conmovido y me he enojado, y todo ello gracias a su narración emotiva y sentida, condensada en un ajustado metraje. A falta de ver la japonesa “Drive My Car” y la norteamericana “Licorice Pizza”, creo que se trata de la obra más destacada del año 2021.

Una de las satisfacciones que me produjo la proyección es que, por fin, me reencuentro con un Kenneth Branagh reconocible, que retorna a su mejor versión. Este irlandés llevaba décadas transitando por caminos equivocados e impulsando proyectos prescindibles. Su empeño por revisar clásicos (“Cenicienta”, “Asesinato en el Orient Express”, “Muerte en el Nilo”), o su tozudez por encasillarse en papeles de malvado (“Jack Ryan: Operación Sombra”, “Tenet”, “Wild Wild West”) echaron por tierra unos prometedores y muy interesantes comienzos en el cine. Ahora vuelve por fin con una propuesta honesta, personal, trabajada con esmero y con sentimiento, por la que merece elogios y aplausos.

La obra rezuma melancolía y emotividad. La decisión de rodar la mayoría de las escenas en blanco y negro resulta acertada pero, sobre todo, encierra una gran maestría a la hora de combinar la ternura y la inocencia infantil con la necedad religiosa y las miserias humanas. Consigue con asombrosa facilidad introducir el humor limpio y la emoción pura, pese a quedar patente una labor de autocensura para edulcorar un pasado que, seguramente, todavía fue más desolador de lo que se refleja en pantalla. La escena del duelo entre el personaje malvado de la historia (con una pistola) y el bueno (con una piedra) evidencia hasta qué punto Branagh se ha podido dejar llevar por la mitificación de sus recuerdos. No importa. El resultado es igualmente elogiable.

Relata un episodio de la propia infancia del director en la tumultuosa Irlanda del Norte de finales de la década de los sesenta. El pequeño Buddy crece rodeado de un peligroso desorden: su padre ausente debido a la emigración laboral, el odio interreligioso, la violencia sectaria y las penurias económicas. Sin embargo, el niño es feliz en todo ese entorno caótico, arropado por el amor incondicional de su familia y sus vecinos. Me ha maravillado como el cineasta ha logrado plasmar tan certeramente la esperanza y el pesimismo en una especie de pronóstico común e indisoluble. Entrelaza secuencias de películas y series de televisión, así como canciones de la época que le marcaron profundamente. Constituye una cinta que, a buen seguro, engrosará el listado de títulos que revisaré una y otra vez y que, en mi opinión, debería incluso ser de obligada visión en los colegios.

A la espera de conocer las nominaciones a los Oscars y los BAFTA, “Belfast” figura en todos los listados de premios importantes. El “American Film Institute” le otorgó su galardón especial. La “National Board of Review” la incluyó entre lo más destacado del año. Ganó el Globo de Oro al mejor guion tras recibir siete candidaturas, entre ellas la de mejor película dramática. Y Kenneth Branagh está nominado como mejor realizador por el Sindicato de Directores de los Estados Unidos.

El pequeño Jude Hill debuta en el Séptimo Arte con este papel. Desconozco la trayectoria profesional que le aguarda, pero en esta ocasión logra llevar gran parte del peso del film sin dificultad, protagonizando de modo absoluto las secuencias más hilarantes. Cabe hacer especial mención a sus abuelos en la ficción -Ciarán Hinds (“El topo”, “Pozos de ambición”) y Judi Dench (“Shakespeare in Love”, “Philomena”, “Iris”)-, quienes, desde un punto de vista interpretativo, sobresalen claramente. Completan el reparto Caitriona Balfe (“Le Mans '66”), Jamie Dornan (“Cincuenta sombras de Grey”) y Lara McDonnell (“Los imprevistos del amor”).



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