El realizador vasco Enrique Urbizu comenzó hace dos décadas su carrera profesional rodando comedias. Desde finales de los años ochenta hasta mediados de los noventa estrenó varios títulos como Tu novia está loca, Cómo ser infeliz y disfrutarlo y Cuernos de mujer. Sin embargo, nunca llegó a destacar en este difícil género cinematográfico. Sus propuestas no se desmarcaban del resto de los largometrajes de humor españoles y, por ello, no pasaba de ser un director sin demasiada repercusión. Pero, posteriormente, cuando decidió pasarse al thriller, las cosas empezaron a cambiar. Con Cachito (1996) apostó por personajes más interesantes en manos de intérpretes de calidad y por unos niveles de intriga en la narración de las historias inusuales hasta aquel momento. 2002 fue el año en el que presentó su mejor película hasta la fecha, La caja 507, consiguiendo dos premios Goya de un total de cuatro nominaciones y cuatro galardones más en el Festival de Cine Policiaco que se celebra en la localidad francesa de Cognac. En mi opinión, esta cinta es la más destacada de la filmografía española dentro de su género en mucho tiempo así que no es de extrañar que el cineasta bilbaíno continúe por este camino y se olvide de sus prescindibles comienzos detrás de la cámara.
En No habrá paz para los malvados, y siempre con su sello personal, insiste en reflejar submundos concretos como los de la delincuencia, las mafias y las investigaciones policiales, poblados por algunos personajes normales a quienes acompañan otros muy estrambóticos. Su es narración directa, con escasas concesiones a los efectos especiales o a las grandes persecuciones, sin apenas banda sonora de fondo que aumente la tensión por vías ajenas a la trama y, sobre todo, con buenos actores que cumplen perfectamente con la misión que se les encomienda. No obstante, sin obviar todos esos méritos, hay que reconocer que este film es peor que La caja 507. Se detectan errores de bulto en el guión que tal vez escapen a la percepción de los espectadores que ignoren el procedimiento de una instrucción penal judicial pero, quienes posean unas nociones mínimas, se sorprenderán ante la ingenuidad de algunos de los planteamientos. Además, por más que cada escena contemplada individualmente resulte correcta, el conjunto de todas ellas no refleja una historia bien contada. Las conexiones entre los delincuentes se presuponen y, lo que empezaba siendo una investigación en burdeles regentados por ciudadanos colombianos sospechosos de tráfico de drogas, termina por convertirse en la preparación de un atentado terrorista por parte de una célula islamista radical, sin que esta transición quede perfectamente clara a los ojos del público. En definitiva, No habrá paz para los malvados es un thriller español de calidad superior a la media pero que, comparado con el nivel que Urbizu ha demostrado ser capaz de alcanzar, ha de considerarse inferior a lo esperado.
Lo mejor es, sin lugar a dudas, disfrutar del actor José Coronado firmando la mejor interpretación de su carrera. Su recreación de un malvado inspector de policía, deshonesto y borracho pero capaz también de sacrificarse por una buena causa, es magnífica. El resto de sus compañeros de reparto, pese a unas dignas actuaciones, permanecen a la sombra de Santos Trinidad, un personaje que perseguirá a Coronado por mucho tiempo. Por su parte, Enrique Urbizu se halla actualmente inmerso en el rodaje de Armas y conversaciones, basado en una novela del escritor Manuel Cerdán sobre el agente de los Servicios Secretos españoles Francisco Paesa pero habrá que esperar a 2012 para verla en las salas de cine.
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