Larry Crowne: Nunca es tarde pertenece a ese grupo de películas construidas ya desde su guión como una loa a los relatos de superación que emocionan al género humano. Las buenas intenciones y la inevitable moraleja final quedan patentes casi desde el primer fotograma. El problema es que solamente con buenas intenciones no se logra que una película funcione. Hacen falta personajes interesantes, diálogos ingeniosos, escenas brillantes y un director que, en función del género cinematográfico al que pertenezca, sepa capaz de contar bien la historia. Y nada de eso aparece en esta cinta sostenida exclusivamente sobre dos pilares. El primero, una pareja de actores famosos con un gran tirón entre el público. El segundo, un espíritu de bondad más propio de esos manuales de autoayuda que también es del agrado de los espectadores. Por lo tanto, quienes pretendan disfrutar de sus dos estrellas preferidas y se emocionen observando a bellísimas personas superando sus dificultades, éste es su largometraje. Sin embargo, los que no soporten las historias blandas típicas de un telefilm de la sobremesa y, sobre todo, los que ansíen verse sorprendidos con una propuesta original, innovadora o creativa, saldrán profundamente decepcionados de este segundo trabajo como realizador de Tom Hanks.
Recordando la anterior ocasión en que la pareja Roberts-Hanks coincidió en la gran pantalla, la diferencia no puede ser más abismal. En La guerra de Charlie Wilson asistíamos a una comedia inteligente y divertida, con destacadas interpretaciones y que resultaba enormemente entretenida. Constituía una buena muestra de cómo sacar el máximo jugo a una trama que, en principio, no era propicia para provocar la carcajada, puesto que refleja la participación de los Estados Unidos en la guerra entre Afganistán y la antigua U.R.S.S. Pero logró cinco nominaciones a los Globos de Oro, además de otras a los Oscar y a los BAFTA, unos réditos que podrían considerarse escasos para los méritos alcanzados.
Con Larry Crowne el reencuentro del tándem artístico se ha desaprovechado por culpa de un guión pobre en recursos escrito conjuntamente por el director y por la actriz de origen canadiense Nia Vardalos, que en 2002 cosechó su mayor éxito con Mi gran boda griega. Posteriormente, todas sus incursiones profesionales, tanto escribiendo como interpretando, han sido sonoros fracasos, me aventuro a afirmar que por idénticos motivos: una historia descafeinada y unos personajes insulsos. En todo caso, sorprende que el propio Tom Hanks -responsable de notables series de televisión como The Pacific o De la tierra a la luna- sea el mismo cineasta que ha firmado este título. Es evidente que su cambio de registro detrás de la cámara hacia la comedia bienintencionada no ha obtenido los resultados esperados ni siquiera en la taquilla, cuyos parcos treinta y cinco millones de dólares recaudados en el mercado norteamericano no han cubierto las expectativas creadas.
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