viernes, 16 de junio de 2023

EL MAESTRO JARDINERO (Master Gardener)



En una de las escenas de la excelente cinta de Isabel Coixet “Mi vida sin mí”, la madre de la protagonista le recrimina sus gustos y comportamientos, y le recomienda que se conduzca como la gente normal. Entonces, la hija le contesta: “Nadie es normal, mamá. No existe la gente normal” (en versión original, “No one's normal, mom. No such thing as normal people”). Yo, que constantemente relaciono sucesos de la vida diaria con diálogos y escenas de películas de ficción, a menudo suelo pensar en esta secuencia que, viendo el último trabajo de Paul Schrader, volvió a venir a mi mente.

El citado guionista y director norteamericano comenzó su carrera escribiendo nada menos que para Sydney Pollack (“Yakuza”, en 1974) y Martin Scorsese (“Taxi Driver”, en 1976 y “Toro salvaje”, en 1980). Aquellos inicios ya evidenciaban la enrevesada creación de sus personajes y su propensión hacia escenarios sórdidos, mentes oscuras y personalidades complejas. Su paso a la realización tampoco supuso un gran cambio. “Mishima” (1985), “El placer de los extraños” (1990) o “Aflicción” (1997) consolidaron su fama de creador singular que envolvía sus obras en un cierto halo de tormento. Lo cierto es que yo le había perdido la pista durante largo tiempo, hasta que en 2017 estrenó “El reverendo (First Reformed)” -por la que recibió una nominación al Oscar- y más tarde, en 2021, “El contador de cartas”. Retornó el sobrio y contundente Schrader con historias que, leídas en una breve sinopsis, parecen normales y corrientes pero que, ya en medio de la proyección, reflejan todos los recurrentes traumas de su artífice.

El cineasta logra un frágil equilibrio entre el suspense propio del thriller y el tono asociado al drama, en ocasiones melancólico e intimista. Se nota que detrás se halla un profesional que se siente libre y al que no le asusta remarcar sus señas de identidad. A sus casi setenta y siete años, da la impresión de estar en plena forma y, en los tiempos que corren, sus largometrajes no se confunden con esos encargos creados artificialmente para saciar modas o alentar corrientes políticamente correctas. Sin duda, destacan.

Un jardinero se dedica a revitalizar los jardines de la finca de una mujer millonaria, así como a complacerla. Sus rutinas cotidianas comenzarán a trastocarse con la llegada de una joven sobrina nieta de la acaudalada propietaria. A partir de ese momento, se establece una relación paralela entre el horticultor y su sobrevenida aprendiz, sacando aquel a relucir nuevos sentimientos y manifestando la violencia de un pasado que trataba de ocultar.

Los problemas relacionados con la redención y la furia humana conforman el mensaje del film. Determinadas partes del metraje presentan cierto estancamiento, pero la trama resulta sólida y los perfiles acreditan una buena construcción. Al no encajar en el modelo de director de masas, Schrader desarrolla siempre unas filmaciones alejadas de virtuales éxitos de taquilla. Sin embargo, sus propuestas contienen brío y honestidad.

El actor Joel Edgerton, conocido por sus actuaciones en “Loving”, “Gorrión rojo” o “Identidad robada”, consigue transmitir con su mirada esa sensación de calma tensa y, en términos generales, aborda su papel correctamente. Le acompaña la célebre actriz Sigourney Weaver, en cuya filmografía reúne interpretaciones tan señaladas como las de “Alien, el octavo pasajero” y sus secuelas, “El año que vivimos peligrosamente”, “Gorilas en la niebla” o “Armas de mujer”. Debutó en el cine a las órdenes de Woody Allen en “Annie Hall” y cuenta en su haber con dos Globos de Oro y un BAFTA. Junto a ellos aparecen Quintessa Swindell (“Black Adam” y la serie de televisión “Euphoria”) y Esai Morales (“Mi familia”, “La bamba”).



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