jueves, 14 de abril de 2022

ANIMALES FANTÁSTICOS: LOS SECRETOS DE DUMBLEDORE (Fantastic Beasts: The Secrets of Dumbledore)






En varias ocasiones he utilizado para alguna de mis críticas una de las citas de la película “El club de la lucha”: “Cuando se padece de insomnio, nada parece real, las cosas se distancian, todo parece una copia de una copia de otra copia”. Esa es, sin duda, una de las sensaciones más comunes que genera el cine de hoy en día. A veces, aunque se pretenda realizar algo diferente, sale siempre lo mismo, o muy parecido. Así, ahora se usan términos como “Spin-off”, muy apropiado cuando se trata de distinguirse de un producto previo, pero tan parecido al mismo tiempo que se entiende como una especie de trama paralela a la original. La saga de “Animales fantásticos” (compuesta por “Animales fantásticos y dónde encontrarlos”, “Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald” y, ahora, “Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore”) constituye precisamente un “Spin-off” de Harry Potter, creaciones ambas de la escritora J.K. Rowling. Sin embargo, en este caso nos sitúa ante “una copia de una copia de otra copia” que, para no variar, va perdiendo nitidez y calidad a medida que se reproduce una y otra vez.

Y conste que, dentro de la extensa saga del joven mago, algunos títulos resultan de mi agrado. El primero, sin ir más lejos, me sorprendió sobremanera y lo considero una obra original, entretenida y muy bien contada, conservando algunas de sus secuelas numerosos de esos méritos. Aun así, la reiteración me saturó al final y me provocó mayor distancia y desinterés. Con “Animales fantásticos” comencé ya con recelo desde el inicio. Se intuía la voluntad de rodar un proyecto diferente, pero no dejaba de ser el enésimo intento de prolongar otro éxito rentable. Un intento, por otra parte, loable desde el punto de vista empresarial, aunque decepcionante artísticamente hablando, por culpa de la insistencia y la reincidencia. Esta tercera entrega ahonda aún más, si cabe, en tales déficits.

David Yates, responsable de cuatro largometrajes de Harry Potter y de los tres de “Animales fantásticos”, asume la realización. Desde luego, conoce los personajes, las reglas y los principios del universo Rowling. No obstante, no construye una historia interesante y cualquier virtud es heredada o repetida. Esta sensación de hastío aumenta ante el anuncio de preparación de dos nuevas partes. No me extrañaría que la quinta la subdividieran igualmente en dos, para continuar estirando el chicle hasta el infinito. Parafraseando el origen de la trilogía, “Ideas fantásticas y dónde encontrarlas” se alza como su verdadero problema de fondo.

El profesor Albus Dumbledore sabe que el poderoso hechicero oscuro Gellert Grindelwald planifica apoderarse del mundo mágico. Incapaz de detenerlo él solo, confía en el magizoólogo Newt Scamander para dirigir a un intrépido equipo de magos, brujas y al valiente panadero Muggle en una misión peligrosa, donde se encuentran con antiguos y nuevos animales y se enfrentan a una legión cada vez más nutrida de seguidores de Grindelwald.

La duración de la cinta (dos horas y veinte minutos) se torna excesiva y rellenada artificialmente con demasiados efectos visuales que no van acompañados de un guion sólido. Por mucho que no quiera reconocerse, hace tiempo que este hechizo dejó de surtir efecto.

Eddie Redmayne repite nuevamente en el papel protagonista. El oscarizado actor de “La teoría del todo” parece haberse habituado a este tipo de intervenciones, pero esa reiteración le aleja del prometedor futuro que presagiaba hace años. Junto a él se halla Jude Law, en cuyo pasado hay también que rebuscar para encontrar sus mejores actuaciones. Mads Mikkelsen, que sustituye a Johnny Deep, completa el trío principal. Les acompañan Ezra Miller (“Las ventajas de ser un marginado”, “Batman v Superman: El amanecer de la justicia”) y Katherine Waterston (“Alien: Covenant”, “Steve Jobs”).





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