El
tema carcelario ha generado multitud de películas, hasta el punto de constituir
casi un género cinematográfico en sí mismo. Desde el drama a la acción y la
aventura, títulos como “Cadena perpetua”, “El expreso de medianoche”, “La
leyenda del indomable”, “Brubaker”, “Papillon”, “La gran evasión”, “El hombre
de Alcatraz”, “El beso de la mujer araña”, “Huracán Carter”, “Pena de muerte” o
“El puente sobre el río Kwai” dan una pequeña idea de la variedad de obras en
las que la privación de libertad adopta un tratamiento tan singular que la hace
merecedora de conformar un subgénero específico. “Sing Sing”, eje central de
una de las cintas del año, figura precisamente entre las cárceles más famosas
de Estados Unidos.
Al
parecer, “Las vidas de Sing Sing” es el primer film estrenado de forma simultánea
en las salas de cine y en las prisiones estadounidenses. En 2024 se han rodado
varios proyectos calificados de “independientes” que han sobresalido en los
listados de nominaciones y premios que ya comienzan a entregarse. A la “La sustancia” y “Anora” se debe añadir este
trabajo dirigido por el prácticamente debutante Greg Kwedar quien, pese a ello,
ha logrado llamar la atención por su frescura y su capacidad de transmitir, de
forma simple pero íntegra, historias humanas creíbles e interesantes. Incluido por
el American Film Institute y por la National Board of Review entre los diez
mejores largometrajes de la temporada, ha obtenido hasta este momento una
candidatura a los Globos de Oro, tres a los BAFTA y otros tres a los Independent
Spirit Awards.
En
el día de ayer se conoció quiénes optan a los Premios de la Academia de
Hollywood y “Las vidas de Sing Sing” aspira a tres Oscars (Mejor actor
protagonista, guion adaptado y canción).
Con
un presupuesto de dos millones de dólares (muy exiguo para lo que es habitual
en la industria norteamericana), demuestra que las grandes inversiones no
siempre resultan necesarias para contar buenas historias. Dudo si el estilo
visual y el manejo de la cámara obedecen a esa escasez de presupuesto o, por el
contrario, corresponden a una voluntaria decisión narrativa para acercar la
filmación a un formato cuasi documental. En cualquier caso, salvados dichos
aspectos formales, se trata de un drama carcelario notablemente interpretado
y con un aura muy potente de esperanza.
Sobre
el aviso de “basado en una historia real”, en efecto se inspira en un reportaje
publicado en la revista “Esquire”, firmado por el periodista John H. Richardson
(uno de los tres guionistas del filme). En aquella crónica hablaba de un grupo
de teatro donde participaban algunos presos y cómo ese contacto con el arte
conseguía apartarlos de sus tragedias personales y, en cierta medida,
redimirlos como seres humanos. Reconozco que esta propuesta ha supuesto para mí
toda una sorpresa. Modesta y honesta, con un metraje ajustado y una realización
rayana en la simplicidad, refleja una meritoria habilidad para comunicar
sensaciones y sentimientos. Al margen de manipulaciones artificiales, alcanza a
tocar algunas fibras sensibles del público, entreteniéndole por la vía de la
emoción.
Encabeza
el reparto un destacado Colman Domingo, quien ya fue candidato a la estatuilla
dorada de Hollywood por su actuación en “Rustin” y que repite de nuevo la
experiencia gracias a esta interpretación. Ganador de un Emmy por su participación en la
serie televisiva “Euphoria”, intervino en papeles secundarios en “El blues de
Beale Street”, “Lincoln” y “Ejecución inminente”. Aquí asume el peso actoral
con solvencia y eficacia.
Junto
a él se encuentra Paul Raci (aspirante también al Oscar como secundario en 2021
por “Sound of Metal”) y actúan numerosos expresidiarios que, durante su
encarcelamiento, fueron alumnos de aquel programa educativo vinculado al teatro.
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