viernes, 6 de septiembre de 2024

EL CUERVO (The Crow)



Hay quien defiende que la visión de los temas, la percepción de los sentimientos, incluso la forma de pensar de las nuevas generaciones, determina que sea deseable revisar cada cierto plazo películas clásicas o antiguas, con el objetivo de adaptarlas a esa inevitable diferente apreciación de los seres humanos con el paso de las décadas. Si a ello se añade la posible mejora que, en algunos casos, pueda producirse gracias a los avances de la tecnología, numerosas voces argumentan esa necesidad de rodar a futuro versiones de títulos pasados. Mi visión resulta más crítica con estas prácticas cinematográficas. Sin negar que, excepcionalmente, existan poderosas razones para volver a filmar las mismas historias y recurrir a idénticos personajes, mayoritariamente esconden una importante falta de inventiva e imaginación, además del mero deseo de rentabilizar un producto insistiendo en la vía que otrora le condujo al éxito. La lista de segundas variantes que, no sólo no mejoraron, sino que manifiestamente empeoraron sus originales, deviene muy extensa. A modo de ejemplo, no creo que “Psicosis” o “Crimen perfecto” (ambas de 1998) aportaran ningún beneficio a los jóvenes de entonces respecto de las de 1960 y 1954, respectivamente.

Hace ya treinta años, en 1994, se estrenó “El cuervo”, film de culto para numerosos espectadores y maldito para otros, que alcanzó gran repercusión tanto dentro como fuera de la pantalla. Su protagonista, Brandon Lee, hijo del mítico maestro de artes marciales hongkonés Bruce Lee, murió tras ser tiroteado por accidente durante el rodaje. La cinta recaudó más de cincuenta millones de dólares en Estados Unidos y, con el transcurso del tiempo, fue ganando adeptos hasta convertirse en una suerte de muestra icónica y sombría. Ahora llega a las salas de proyección otra adaptación que, a mi juicio, ofrece muy poco e, incluso, empaña y emborrona el recuerdo del largometraje al que supuestamente homenajea.

En absoluto perfecciona la obra de los noventa, ni tampoco se percibe reinvención o proposición que modernice el mensaje, salvo que el aumento exponencial de la violencia sea la forma en la que se pretenda adecuar la trama al público actual. De haberlo, cualquier novedoso logro técnico utilizado durante la filmación pasa desapercibido. En definitiva, el resultado termina siendo terrorífico, pero no porque genere el terror propio del género cinematográfico al que pertenece, sino porque sencillamente resulta insufrible, pasando a engrosar la lista de nuevas versiones innecesarias que naufragan al tratar de revitalizar clásicos que sí conectaron con la audiencia en su momento.

Obviamente, la trama apenas varía: la vida de una pareja transcurre plácidamente hasta que ambos son asesinados y él regresa de entre los muertos para cobrarse una sangrienta venganza.

El responsable de este sacrilegio es Rupert Sanders, director inglés que debutó en 2012 con “Blancanieves y la leyenda del cazador” (cuyo trío de estrellas, Kristen Stewart, Chris Hemsworth y Charlize Theron, obraba como reclamo) y que después logró cierta repercusión con “Ghost in the Shell” (2017), protagonizada por Scarlett Johansson. Sin duda, este reto le ha superado de un modo aplastante.

Integran el reparto Bill Skarsgård, hijo del célebre actor Stellan Skarsgård, vinculado a los largometrajes oscuros como “It”, “It: Capítulo 2” o “John Wick 4”. Le queda mucho camino por recorrer para alcanzar el nivel de su progenitor. Sobre todo, debería cambiar de proyectos y probar con temáticas diferentes y propuestas más arriesgadas. Le acompaña Danny Huston, habitual secundario en filmes tan conocidos como “El jardinero fiel”, “El aviador” o “X-Men orígenes: Lobezno”. Recientemente, le hemos visto en la apuesta de Kevin Costner “Horizon: An American Saga - Capítulo 1”. Junto a ellos intervienen la cantante que se hace denominar “FKA Twigs” y Josette Simon (“Wonder Woman”).



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