“Última
noche en el Soho” me ha sorprendido gratamente. Su colorida puesta en escena se
contrapone a una trama más oscura, dando como resultado un film original y
llamativo, y supone una evolución en la carrera de su director, Edgar Wright, conocido
hasta la fecha por proyectos ligeramente gamberros y con ciertos destellos de
lucidez (“Arma fatal”, “Zombies Party”, “Bienvenidos al fin del mundo”), y por
la comedia de acción “Baby Driver”. El cineasta inglés abandona así alguna de
sus señas de identidad para aventurarse en un thriller vinculado al género
fantástico, un cambio brusco del que sale airoso. A mi juicio, de hecho, firma
su mejor trabajo, el más redondo desde el punto de vista narrativo y el más
atractivo en sus aspectos conceptual y visual.
El
principal mérito de esta propuesta reside en una acertada y sutil combinación
entre reminiscencias del pasado y apuestas vanguardistas, de tal forma que se
ofrece al público un cóctel de melancolía revestido de un toque singular, bien
narrado y con los suficientes alicientes como para atraparlo en unos anzuelos sobradamente
atractivos. Aun reconociendo que su contenido resulta bastante insustancial,
supera con holgura las exigencias asociadas al nivel de entretenimiento.
Tal
vez el principal problema radique en que su apuesta por el terror y la intriga
no alcance la suficiente intensidad. Wright se limita a nadar cerca de la
orilla, por lo que a los amantes más estrictos del género puede saberles a
poco, mientras que quienes han confiado en la oferta tenebrosa quedarán también
un tanto decepcionados. El guion tiende a ser un punto repetitivo a medida que
avanza el metraje y da la impresión de que se podía haber sacado más jugo a una
historia cuyo halo de ambigüedad termina por confundir más que por embelesar.
En
cualquier caso, peso a no constituir ningún referente, se alza como una obra
interesante y correcta que destaca en una cartelera cada vez menos original.
Pese a la simpleza del mensaje que encierra, su presentación es rompedora y muy
cuidada y, según mi parecer, su realizador ha crecido profesionalmente con este
título que denuncia la cosificación de la mujer con mayor acierto que otros
largometrajes publicitados con la etiqueta de feministas.
Una
joven aficionada al mundo de la moda adquiere la capacidad de viajar en el
tiempo hasta situarse en la década de los sesenta y se traslada al Londres de
aquella época para conocer a uno de sus ídolos. Sin embargo, descubrirá que la
vida en aquel Soho es muy diferente de lo que ella esperaba, desencadenándose
una serie de sucesos que transformarán en pesadilla su sueño inicial.
El
equipo artístico representa uno de los atractivos más importantes de la cinta,
destacando la labor interpretativa de la actriz Anya Taylor-Joy quien, tras el
éxito mundial de la serie televisiva “Gambito de dama” (que le reportó un Globo
de Oro) ha impulsado notablemente su presencia en la industria cinematográfica.
Posee algo difícil de definir pero fácil de reconocer, y que
logra encandilar a la cámara. Su acertada actuación, sin duda, apuntala la
película. Para el 2022 tiene previsto un estreno a las órdenes de David O.
Russell y cuenta con un prometedor futuro por delante. Interviene asimismo Thomasin
McKenzie (“Jojo Rabbit”, “Tiempo”), otra joven que apunta alto. Dentro de poco
estrenará lo último de Jane Campion (“El poder del perro”) y su aportación merece
también un aplauso. Completan el reparto Matt Smith (“Secretos de Estado”, la
serie “The Crown”) y los veteranos Diana Rigg (“007 al Servicio Secreto de su
Majestad”, “El velo pintado”) y Terence Stamp (“Superman”, “Wall Street”, “Beltenebros”).
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