Rodrigo Cortés es un director, productor, editor y guionista español que ha logrado hacerse un hueco dentro de la complicada industria norteamericana. Con el largometraje Buried, su debut detrás las cámaras, logró asombrar a crítica y público ya que, pese a la sencillez de su propuesta (toda la trama se desarrolla en el interior de un ataúd), implicaba una indudable complejidad artística que el gallego resolvió con una soltura y una dosis de imaginación dignas de alabanza. Obtuvo tres premios Goya -uno de ellos para sí mismo- de un total de diez nominaciones pero, sobre todo, consiguió un reconocimiento unánime reconocimiento a lo que era, no solo un proyecto original, sino una lección de hacer cine bajo unos condicionantes y con unas limitaciones insalvables para la mayoría de los realizadores. No obstante, y aun elogiando su capacidad de sacar adelante un trabajo tan complicado, un elevado número de espectadores reconocían que no les había gustado una cinta que se desarrollaba íntegramente en tan inusual recinto. Ocurría lo mismo que con otras tantas actividades artísticas en las que, sin perjuicio de admitir su calidad, no traspasan la barrera de los gustos subjetivos. Pero está claro que a Rodrigo Cortés le gustan los retos. No rueda films convencionales y, aunque sólo sea por esa característica, cuenta con mi admiración. A mí no hay nada que me cause mayor sopor en una sala de proyección que la sensación de estar viendo siempre lo mismo y sin ninguna dosis de emoción ni de intensidad. Por eso, cuando algún cineasta se desmarca con producciones novedosas y propuestas inteligentes, se gana mi respeto y mi consideración ante lo que supone una manifestación de valentía y originalidad en estos tiempos en los que las copias, los remakes y las segundas y sucesivas partes invaden las salas de cine. Dicho esto, y aunque con su último título vuelva a demostrar una dirección precisa, una realización técnica correcta y un elevado nivel de intriga, considero que los laberintos en los que se mete Cortés son tan complejos que termina por perderse en ellos. Luces rojas es un thriller sobrenatural y, por lo tanto, forma parte de un subgénero cinematográfico que cuenta con varios hándicaps. El primero, que el público más receptivo a este tipo de historias no es muy numeroso. El segundo, más significativo, que la línea que separa una intriga bien construida de un relato algo absurdo no siempre es clara. Y en esta ocasión, se camina peligrosamente por esa frontera, con acierto durante muchos minutos del metraje pero fracasando, sobre todo, para quienes este tipo de argumento nos atrae más bien poco. Así pues, resulta inevitable que la tensión y el clímax que se pretenden naufraguen. El actor Cillian Murphy realiza una labor interpretativa destacada gracias a su reconocida capacidad para transmitir inquietud y elaborar personajes complejos, como ya demostró en películas tan distintas como El viento que agita la cebada del siempre reivindicativo Ken Loach o El caballero oscuro y Origen, ambas de Christopher Nolan. También forma parte del reparto Robert De Niro, auténtico peso pesado y leyenda del séptimo arte por méritos propios, si bien, en mi opinión, su indiscutible nivel profesional decrece año tras año por culpa del exceso de producciones en las que participa, muchas de ellas impropias de su categoría.
Película: Luces rojas. Título original: Red lights.
Dirección y guion: Rodrigo Cortés.
Países: España y USA. Año: 2012. Duración: 119 min. Género: Thriller sobrenatural.
Interpretación: Cillian Murphy (Tom Buckley), Sigourney Weaver (Margaret Matheson), Robert De Niro (Simon Silver), Elizabeth Olsen (Sally Owen), Leonardo Sbaraglia (Palladino), Toby Jones (Doctor Shackleton), Joely Richardson (Monica Handsen).
Producción: Rodrigo Cortés y Adrián Guerra.
Música: Víctor Reyes.
Fotografía: Xavi Giménez.
Dirección artística: Antón Laguna.
Vestuario: Patricia Monné.
2 comentarios:
Vi el trailer cuando fui a ver La mujer de negro, y no me llamó nada, y eres el segundo decepcionado al que leo, creo que la dejaré pasar pese a la notaza que le da filmaffinity. Un abrazo!
El problema es que, con independencia de la corrección formal de la película (a la que nada hay que alegar) trata un tema muy poco atrayente que, como no conecte con el espectador, hace que su visionado pierda intensidad.
Un abrazo para ti también.
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