Billy Wilder se llamaba realmente Samuel Wilder y nació el 22 de junio de 1906. Comenzó a estudiar derecho en la Universidad de Viena, pero abandonó las clases de leyes para trabajar como redactor en varios periódicos austriacos y posteriormente como reportero en una publicación berlinesa. Pronto empezó sentirse atraído por el cine tras comenzar a ver películas, algunas de las cuales le marcaron profundamente, como El acorazado Potemkin, de Sergéi Eisenstein.
Tras la subida al poder de Hitler, Wilder se vio obligado a abandonar Alemania debido a su ascendencia judía. De hecho su madre moriría en los campos de concentración. Llegó a Estados Unidos y comenzó a trabajar como guionista para la Paramount, fue a raíz de eso cuando tuvo la ocasión de colaborar con Ernst Lubitsch, su gran maestro y también con Charles Brackett. Por sus trabajos en "Ninotchka" (1939), "Si no amaneciera" (1941) y "Bola de fuego" (1941), Billy Wilder conseguiría ser nominado al premio Oscar al mejor guion, pero posteriormente se pasó de lleno a la dirección cinematográfica, logrando igualmente muchos reconocimientos. En 1944 estrenó "Perdición", nuevamente candidato a la estatuilla como guionista pero también como director y, al año siguiente, con "Días sin huella" lograría alzarse con el galardón en esas dos mismas categorías.
La década de los 50 resultó extraordinaria para el realizador. Prácticamente todos sus títulos son imprescindibles para entender la capacidad como autor de Wilder, aunque las películas más redondas de este periodo son "El crepúsculo de los dioses" (1950), "Traidor en el infierno" (1953), "Testigo de cargo" (1957) y "Con faldas y a lo loco" (1959), sin olvidar cintas como "El gran carnaval" (1951) o "Sabrina" (1954). Con todos esos film seguía acumulando nominaciones y premios.
En la década de los sesenta continuó unido al éxito. "El apartamento" (1960) se convirtió en uno de sus título más populares y en el más galardonado de su carrera, pues logró el premio Oscar a la mejor película, mejor dirección y mejor guión. En los años posteriores el ritmo de producción de sus películas descendió pero la calidad de las mismas se mantuvo a gran nivel gracias a títulos (algunos de ellos muy infravalorados) como "Uno, dos, tres" (1961), "Irma, la dulce" (1963), "Bésame, tonto" (1964) y "En bandeja de plata" (1966). El guión de este último film le proporcionaría su última nominación a los Oscar.
Pero no solo fueron premios de la Academia de Hollywood. Wilder ganó dos premios BAFTA, un galardón en el festival de Berlín, otro en el de Cannes, dos en el de Venecia, y tres Globos de Oro, entre un sinfín de más reconocimientos.
Además de por sus películas, Wilder es recordado por sus frases irónicas y mordaces. Algunas de las más famosas son:
"Lo más importante es tener un buen guión. Los cineastas no son alquimistas. No se pueden convertir los excrementos de gallina en chocolate".
"Hay algo sorprendente: cuando reflexiono sobre todas mis películas, me llama la atención que, en las épocas en que estuve deprimido hice comedias. Y cuando me sentía feliz, rodé temas más bien trágicos. Quizás intente inconscientemente compensar cada uno de mis estados de ánimo".
"Al público no hay que dárselo todo masticado, como si fuera tonto. A diferencia de otros directores que dicen que dos y dos son cuatro, Lubitsch dice dos y dos... y eso es todo. El público saca sus propias conclusiones".
"He hecho películas que a mí me hubiera gustado ver. Y yo sólo quiero ver películas que me entretengan".
"Escribir un guión no es esperar a que llegue la musa y te bese en la frente; es un trabajo muy duro. He hecho ambos trabajos, y sé que dirigir es un placer y escribir un guión es un rollo".
"Sobre Ingmar Bergman debo decir que los críticos no tienen ni idea de lo que está diciendo, pero, pese a todo, les chifla... Existe una asociación internacional de ese tipo de críticos, capaces de extasiarse ante el asno muerto de Cocteau envuelto con telas encima de un piano".
"Sobre la impuntualidad de Marilyn debo decir que tengo una vieja tía en Viena que estaría en el plató cada mañana a las seis y sería capaz de recitar los diálogos incluso al revés. Pero, ¿quién querría verla?... Además, mientras esperamos a Marilyn Monroe todo el equipo, no perdemos totalmente el tiempo... Yo, sin ir más lejos, tuve la oportunidad de leer Guerra y Paz y Los miserables".
"Existen más libros sobre Marilyn Monroe que sobre la II Guerra Mundial. Hay una cierta semejanza entre las dos: era el infierno, pero valía la pena".
A continuación algunas escenas de sus películas:
EL APARTAMENTO
SABRINA
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