A
finales del año 2020 saltó la noticia de que la industria del videojuego había
superado en ingresos a las del cine y la música juntas. Es verdad que la
pandemia afectó de forma muy desigual a dichos sectores, pero también resulta
innegable que el entretenimiento a través de las consolas ha evolucionado hasta
límites insospechados. No creo que décadas atrás pudieran imaginarse (yo, al
menos, no lo imaginaba) partidos de fútbol disputados con mandos en las manos y
figuras en las pantallas de los televisores. Pero lo cierto es que, hoy en día,
los denominados “e-Sports” celebran sus campeonatos con público en las gradas y
con seguidores conectados a través de YouTube. No es de extrañar, por tanto,
que el Séptimo Arte vuelva los ojos a este peculiar sistema en busca de historias
que atraigan al espectador a las salas de proyección.
“Uncharted”,
además de una saga de videojuegos, se acaba de transformar en una película y, como
tal, responde al estereotipo del género de aventuras desenfadado,
desproporcionado y repleto de gracietas, velocidad y efectos especiales. El
típico desenfreno sin mayores alicientes, muy propicio para desconectar un
sábado por la tarde durante algo menos de dos horas con el fin de aislarse de
un mundo real que merece ser olvidado. En otras palabras, ofrece un
entretenimiento básico y efectivo para quienes van en busca de acción y
espectacularidad. Si esos son los objetivos, el largometraje cumple con
holgura, aunque sin brillantez.
El
único (aunque enorme) problema, radica en que la conexión entre la historia y
los espectadores parece muy específicamente programada para una generación
concreta y con unas aficiones determinadas. Lo más probable es que, fuera de
los lógicos destinatarios previstos para este producto, la trama resulte
insuficiente y la concatenación de persecuciones, olvidable. Dicho de otro
modo, tal vez cumpla con el propósito de la distracción, pero no deja ninguna
huella especial.
Un
joven huérfano, que no logra olvidar a su hermano desaparecido, alberga el
sueño de encontrar un gran tesoro perdido. Un día recibe la visita de un
misterioso hombre que le trae noticias de su pariente. Con ese gancho, embarcará
en una peligrosa y temeraria cruzada por medio mundo hasta encontrar las pistas
suficientes que le lleven hasta él y, también, hasta las riquezas ocultas.
Dirige
el film Ruben Fleischer, responsable de obras tan dispares como la violenta e
interesante “Gangster Squad. Brigada de élite”, la gamberra “Zombieland: Mata y
remata” y la desmesurada “Venom”. Alcanza un ritmo ágil, descarado y gracioso
que permite un visionado continuo, aunque sin proporcionar ningún momento
destacable o escena especialmente digna de recordar.
Encabeza
el reparto Tom Holland, mundialmente conocido por su personaje de “Spiderman”
desde que tomó el relevo de Andrew Garfield. Debutó en el Séptimo Arte con la
cinta española “Lo imposible”, de J.A. Bayona y posteriormente intervino en,
entre otras, “En el corazón del mar”, de Ron Howard o “Z, la ciudad perdida”,
de James Grey. A continuación, el papel de Peter Parker casi ha monopolizado su
carrera. Habrá que ver cómo evoluciona profesionalmente, habida cuenta que está
empezando a correr el riesgo de encasillarse demasiado. No obstante, en la actualidad
lidera la taquilla como nadie. Hace apenas una quincena, “Uncharted” encabezaba
la lista de ingresos por recaudación, mientras que la tercera en el ranking era
“Spider-Man: No Way Home” que, diez semanas después de su estreno, permanecía
en el pódium de honor.
Le
acompañan dos nombres tan reconocidos como Mark Wahlberg y Antonio Banderas. El
primero compagina sus apariciones en el cine de acción con otras
interpretaciones más logradas. Sus trabajos en “La tormenta perfecta” o “The
Fighter” reflejan una versatilidad superior de la prevista en un principio. En
cuanto a Banderas, su condición de todo terreno le otorga una carrera
irregular, pero prolífica y con algunos títulos destacables.
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