viernes, 5 de mayo de 2023

BEAU TIENE MIEDO (Beau Is Afraid)



Lo reconozco. No pude terminar de ver la película “Beau tiene miedo”. Dura tres largas y tediosas horas que no resistí. En mi descargo diré que aguanté más de lo debido y de lo exigible. Sufrí, aunque superé, dos conatos previos de abandono pero, ya avanzada la segunda hora, mis fuerzas no dieron para más. ¿Qué estaba viendo exactamente? Resulta difícil de describirlo ni de resumirlo. 
Mi primera referencia del director Ari Aster se remonta al estreno en 2018 de la cinta de terror “Hereditary”. Sin llegar a entusiasmarme, me pareció un debut prometedor como cineasta. Le siguió un año después “Midsommar”, donde ya evidenciaba una preocupante tendencia a las rarezas, y eso que la actriz Florence Pugh ponía mucho de su parte para compensar la deriva pseudocreativa del joven realizador. Con este tercer largometraje, Aster confirma el diagnóstico: no hay quien lo entienda. O, al menos, yo no capto la esencia de su discurso. 
Vaya por delante que el film cuenta con profesionales solventes y a cargo de pulcritud técnica. La fotografía y la interpretación, por ejemplo, no admiten reproches. El problema estriba en el guion, en la propia historia que desea contar, en la forma de presentar a los personajes y en las situaciones que les propone. Le gusta calificar este nuevo proyecto como “una película de terror surrealista ambientada en un presente alternativo”, aunque en algunas entrevistas la defina también como “drama de terror metafísico” (signifique lo que signifique). Para mí, no significó nada. Una inmensa nada estirada artificialmente durante ciento ochenta minutos y llamada a desquiciar al espectador en uno u otro momento.  
Puede que en la mente del artista halle cierto sentido. Incluso tal vez parte del público que aguante el tirón hasta el final encuentre cierta lógica filosófica. Desde luego, no es mi caso. La total falta de conexión con la proyección me generó aburrimiento y, a medida que avanzaba el metraje, me provocó unas enormes ganas de salir corriendo. Me pasa con numerosas manifestaciones del Arte Moderno en disciplinas como la pintura o la escultura, que intentan venderme como supuesta expresión de valores y sensaciones muy profundos, pero en las que yo solamente acierto a ver extravagancia y formas vacías. 
Un hombre extremadamente nervioso y paranoico que nunca ha conocido a su progenitor mantiene una tensa relación con su dominante madre. Cuando esta muere se desplaza hasta su antigua casa, despertando de ese modo diversos elementos sobrenaturales latentes. No obstante, este breve resumen apenas clarifica lo que muestra “Beau tiene miedo”, pues es extremadamente difícil de explicar. 
El actor Joaquin Phoenix protagoniza el relato, acostumbrado siempre a interpretar papeles extraños y a meterse en la piel de perfiles que figuran en los libros de Psiquiatría. Sirva su Oscar por “Joker” para avalar dicha afirmación. Sus actuaciones en “Gladiator”, “En la cuerda floja” o “The Master” refuerzan tal teoría. Dicho esto, comienzo a cuestionarme si sus interpretaciones se deben a su valía actoral o si las lleva a cabo de forma tan sobresaliente porque su carácter en la vida real no se aleja demasiado de ellas. 
Completan el elenco Nathan Lane (cómico de larga trayectoria al que recientemente hemos visto en la serie televisiva “Solo asesinatos en el edificio” y, en la gran pantalla, en “Una jaula de grillos), Amy Ryan (“El puente de los espías”, “Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia)” y el habitual secundario Stephen McKinley Henderson (“Fences”, “Lady Bird”, “Lincoln”).



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