Admito que los treinta minutos iniciales de “Dallas Buyers Club” me desilusionaron, del mismo modo que he de reconocer que la siguiente hora y cuarto me encandiló de forma sorpresiva. Su comienzo es una recreación de la miseria y la marginalidad de unos personajes macarras que llega incluso a saturar, rodeados de suciedad, desorden, enfermedad y mediocridad constantes. Desde los rodeos tejanos, con su característico estilo pueblerino y primitivo, hasta las vestimentas roídas y desaliñadas de los vaqueros, todo nos traslada a un universo deprimente y nocivo que, por reiterativo, comienza a resultar cansino. Pero, sin apenas darnos cuenta, se produce la inesperada transformación que da lugar a una película conmovedora sobre la base de una trama intensa y reflexiva y de unos personajes complejos y emotivos que sustentan unas sensacionales interpretaciones. Al finalizar la proyección, aquel mundo decadente, chulesco y enfermizo ha derivado en una ejemplaridad digna de ser vista y en una moraleja que merece ser contada.
Basada en una historia real, cuenta la vida del típico cowboy que manifiesta su hombría valiéndose de un lenguaje obsceno, que malvive a base de alcohol y juergas desenfrenadas y que se gana la vida gracias a un trabajo insano, consistente en trapicheos y estafas, hasta que el SIDA se cruza en su camino para destruirle. A partir de ese momento, se introduce en un laberinto de hospitales, de medicamentos autorizados, de otros en fase de ensayo, de algunos del mercado ilegal, de intereses farmacéuticos, de burocracias administrativas y de egos médicos para, finalmente, convertirse en un traficante de sustancias prohibidas y crear una empresa de asistencia de enfermos paralela a la sanidad oficial. Al frente de esta actividad llegó a enfrentarse a la Administración estadounidense incluso ante los tribunales, alzándose como un auténtico héroe para miles de pacientes, a quienes alargó sus vidas más allá de lo que médicamente cabía esperar. Y quizás ahí se halle la paradoja: quien parecía destinado a fracasar, a morir desahuciado en apenas un mes, termina viviendo durante años, aplaudido, querido y aupado a la categoría de respetado misionero comunitario.
Tal evolución se sostiene gracias a una narración que gana en agilidad y entidad a medida que avanza. El director canadiense Jean-Marc Vallée logra combinar drama con ironía y emoción con reflexión en lo que, sin duda alguna, constituye su mejor trabajo hasta la fecha. Logra una concatenación de secuencias divertidas a través de la constante recreación de la desesperación, dando verosimilitud a lo que parece increíble pero, sobre todo, demostrando que la tradicional dicotomía entre buenos y malos aquí no tiene cabida.
“Dallas Buyers Club” acudía a la entrega de los Oscar con seis nominaciones -que incluían las de mejor película y mejor guion-, que han dado lugar a las tres estatuillas de mejores actor, actor secundario y maquillaje. El reconocimiento a sus intérpretes ha sido unánime, habida cuenta que han ganado los Globos de Oro, los premios del Sindicato de Actores, los Spirit Awards y la práctica totalidad de galardones concedidos por las Asociaciones de Críticos americanos. Semejante coincidencia, difícil de que suceda, resulta muy comprensible en este caso, puesto que ambos están sencillamente brillantes.
Matthew McConaughey ofrece una recreación magistral, creíble y sin reparos de un personaje sumamente complejo. Su etapa de actor del montón, con una imagen construida sobre un físico agraciado, ha concluido. En la reciente “Mud” ya dio muestras de una versatilidad y calidad desconocidas hasta entonces y este último papel le confirma como un profesional sobresaliente al que merece la pena seguir muy de cerca. Por lo que se refiere a Jared Leto, cuyos destellos en los largometrajes de David Fincher “El club de la lucha” y “La habitación del pánico” habían sido sobradamente puestos de manifiesto, está a la altura de McConaughey. Sólo me queda sumarme a los aplausos y alabanzas a sus respectivos trabajos en este film.
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Datos del film
Película: Dallas Buyers Club.Dirección: Jean-Marc Vallée.
País: USA. Año: 2013. Duración: 117 min. Género: Biopic, drama.
Interpretación: Matthew McConaughey (Ron Woodroof), Jared Leto (Rayon), Jennifer Garner (Eve), Denis O’Hare (Dr. Sevard), Steve Zahn (Tucker), Dallas Roberts (David), Kevin Rankin (T.J.).
Guion: Craig Borten y Melisa Wallack.
Producción: Robbie Brenner y Rachel Winter.
Fotografía: Yves Bélanger.
Montaje: Martin Pensa y Jean-Marc Vallée.
Diseño de producción: John Paino.
Vestuario: Kurt & Bart.
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