Reconozco que durante las primeras escenas de “Malavita” pensé que Luc Besson había retornado al estilo de sus películas de principios de los noventa cuando, tras asombrar con la inclasificable y magnética “El gran azul”, revitalizó el cine de acción europeo con “Nikita: Dura de matar” y, sobre todo, con “León: El profesional”, auténtica obra de culto que, además de ser la carta de presentación de la maravillosa Natalie Portman, supuso una visión diferente para un género muy proclive al encasillamiento y a la reiteración de tópicos. De modo que comencé a visionar su último trabajo con ilusión, deseando encontrar en él los valores y las señas de identidad que antaño hicieron de su director un cineasta singular y brillante. Por desgracia, mis expectativas pronto se vieron frustradas y aquel arranque prometedor se tornó en meramente correcto para, finalmente, derivar en un producto final más bien mediocre.
En mi opinión, Besson se ha americanizado en el peor sentido de la expresión. Su propuesta de combinar acción y comedia encaja en ese estilo vulgar de las producciones llegadas del otro lado del Atlántico y que, por regla general, pecan de una clase de humor que, lejos de favorecer la intensidad y emoción de las narraciones, las lastran. Es verdad que algunas secuencias aisladas sí funcionan pero, en su conjunto, conforman una obra menor y, por ende, prescindible dentro de la filmografía del realizador francés. De hecho, su carrera profesional comenzó a zigzaguear cuando se encargó de la trilogía infantil de Arthur (Arthur y los Minimoys, Arthur y la venganza de Maltazard y Arthur 3: La guerra de los mundos), manifestando una evidente pérdida de la frescura, originalidad y valentía que definían sus primeros títulos. No sé si fue noticia o mero rumor pero en su día se publicó que el director parisino abandonaría las cámaras después de rodar diez largometrajes. Aquel límite numérico se cumplió precisamente mientras estaba inmerso en el citado mundo fantástico destinado a los niños pero, por lo visto, ha roto su promesa y me temo que ese cambio de criterio no ha sido para bien.
“Malavita (The Family)” cuenta la historia de la familia de un mafioso supuestamente retirado que se traslada a Normandía dentro de un programa de protección de testigos. El curioso grupo tratará de hacer todo lo posible por encajar en su nuevo barrio y con sus recién conocidos vecinos pero les resultará una misión muy difícil, ya que sus viejos hábitos y antiguas costumbres delictivas quedarán al descubierto en la tranquila región gala.
El elenco de actores destaca por su brillantez. Sin embargo, es innegable que hay que remontarse varios años para encontrar un buen papel de Tommy Lee Jones, una década para uno de Michelle Pfeiffer y, en el caso de Robert de Niro, retornar directamente al siglo pasado. Todos ellos son extraordinarios intérpretes y cuentan con una plaza reservada entre los grandes del Séptimo Arte. Juntos suman tres Oscars y catorce nominaciones a la estatuilla dorada pero, bien sea por no disponer de personajes adecuados, bien sea por haber orientado mal sus carreras, lo cierto es que hay que retrotraerse largo y tendido para admirar sus mejores interpretaciones. Este film tampoco les servirá para repuntar sus trayectorias. Eso explica que sean dos jóvenes tan poco conocidos como Dianna Agron (una de las participantes de la serie televisiva “Glee”) y John D'Leo (que actuó como secundario en “El luchador” de Darren Aronofsky) quienes protagonicen las mejores escenas y se esfuercen en neutralizar el tedio.
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Datos del film
Película: Malavita.
Título original: The family.
Dirección: Luc Besson.
Países: USA y Francia. Año: 2013. Duración: 111 min. Género: Comedia negra.
Interpretación: Robert De Niro (Fred Blake / Giovanni Manzoni), Michelle Pfeiffer (Maggie), Tommy Lee Jones (Robert Stansfield), Dianna Agron (Belle), John D’Leo (Warren).
Guion: Luc Besson y Michael Caleo; basado en la novela de Tonino Benacquista.
Producción: Luc Besson, Ryan Kavanaugh y Virginie Silla.
Música: Evgueni Galperine y Sacha Galperine.
Fotografía: Thierry Arbogast.
Diseño de producción: Hugues Tissandier.
Vestuario: Aude Bronson-Howard y Olivier Bériot.
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