viernes, 3 de diciembre de 2010
SKYLINE
Los hermanos Colin y Greg Strause cuentan con una larga trayectoria en la industria del cine como técnicos de efectos visuales. Han participado en películas de éxito tan conocidas como Avatar, Titanic, El día de mañana o la segunda parte de Iron Man. Por lo tanto, sus habilidades en esta labor tan específica son indiscutibles. Sin embargo, en el año 2007 se decidieron a dar el salto a la dirección, faceta mucho más compleja y creativa que requiere, no sólo de cualificación técnica, sino de capacidad artística para la narración y la plasmación visual. Su debut como realizadores fue Aliens vs Predator 2 y, si ya fue evidente lo prescindible del rodaje de la primera entrega, esta segunda ahondó más si cabe en los misteriosos enigmas sin resolver de los porqués de determinadas secuelas cinematográficas. Ahora presentan Skyline, que servirá a lo sumo para poder debatir sobre cuál de sus dos largometrajes es hasta ahora el peor. Si para rodar una cinta son imprescindibles una historia interesante y cierta capacidad de traducirla con calidad al lenguaje visual, aquí no encontramos ni una cosa ni la otra.
Skyline cuenta por enésima vez una invasión extraterrestre y el posterior intento alienígena de acabar con la Humanidad mientras un reducido número de supervivientes trata de resistirse a tal exterminio. No es sólo que la trama haya sido llevada a la gran pantalla hasta la saciedad y que, por lo tanto, resulte repetitiva y nada original. Ni tan siquiera es que los efectos especiales carezcan de espectacularidad. Lo peor de todo es que se introduce de lleno en el terreno de lo ridículo. Actualmente, en este género sólo caben dos vías para evitar un fracaso estrepitoso. Una es que la acción sea desbordante y descanse sobre unos personajes creíbles y sobre un guión ágil. La otra, que apueste abiertamente por la comedia y aspire a que al público acepte con humor los desmadres visuales que suelen proponerle. En el largometraje que nos ocupa, los Strause se han decantado por la peor opción. Han renunciado al guión brillante y original, a los personajes interesantes y al humor inteligente. Han renunciado, en suma, a dirigir un buen trabajo y únicamente han recurrido a algunas guapas con bikinis o tops ajustados, a algunos musculosos empapados en sudor y a una concatenación de huidas y enfrentamientos más bien chuscos para atraer a los espectadores. Si no fuera porque el nivel de los filmes que se emiten en las sobremesas televisivas es actualmente tan bajo, no sería apta ni para su exhibición en ese horario en que el sopor de la digestión invita a dormitar en el sillón. La parte positiva es su duración (inferior a una hora y media) y su presupuesto (apenas diez millones de dólares), por lo que sus exiguos resultados en taquilla no han supuesto debacle económica alguna.
El protagonista principal es Eric Balfour, a quien hemos visto en nuestro país en las series 24 y A dos metros bajo tierra. En cine ha participado en En qué piensan las mujeres y En sus zapatos, aunque en papeles secundarios. Entre las féminas destacan Scottie Thompson -que figura en el reparto de Navy, investigación criminal-, Brittany Daniel –ya olvidada por sus intervenciones en Dos rubias de pelo en pecho o Pequeño pero matón- y, por último, Crystal Reed –que asume su primer personaje para la pantalla grande-.
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