Kathryn
Bigelow es una sobresaliente cineasta cuya filmografía se compone de
largometrajes muy destacados, caracterizados por su elevado nivel de ritmo e
intensidad. Única mujer que ha obtenido un Oscar en la categoría a la mejor
dirección, cuenta también con otra estatuilla como productora. Títulos como “Le
llaman Bodhi”, “Días extraños”, “En tierra hostil” o “La noche más oscura”
demuestran su habilidad para rodar temáticas plenas de potencia y actividad. Su
presencia detrás de los focos resulta una garantía, tanto en la guía de actores
como en las puestas en escena. Maneja muy bien la cámara y algunas secuencias
de sus películas constituyen verdaderas lecciones de cine, sobre todo en los
géneros del thriller y la acción.
Ahora
estrena “Una casa llena de dinamita”, en mi opinión, la mejor cinta que he
visto hasta la fecha entre las propuestas que aspiran a ocupar las listas de
nominaciones y premios en la próxima temporada de ceremonias cinematográficas.
Un gran suspense y una rigurosa narración conducen durante algo menos de dos
horas a un viaje vibrante e hipnótico. Se trata de una de esas proyecciones que
se hacen cortas, sensación cada vez menos frecuente, al menos en mi caso. En
definitiva, puro cine y pura intensidad narrativa, pese a su estética
documental.
Cuando un
misil de origen desconocido es lanzado contra Estados Unidos, la Casa Blanca
entra en estado de emergencia. Se activa una carrera contrarreloj en las altas
esferas del Gobierno para identificar al autor del ataque, evitar una escalada
global y decidir la respuesta adecuada. En medio de tensiones políticas,
presiones militares y temor a una guerra inminente, cada decisión puede
conllevar consecuencias irreversibles. La amenaza invisible pone a prueba el
liderazgo, la diplomacia y la estabilidad mundial.
Más allá
de las lecciones susceptibles de extraerse y de la actualidad de la temática
abordada, el film ofrece un enorme grado de entretenimiento, revestido de una
escenografía y de una narración vigorosas. Original y creíble, reinventa un
género que reúne varios títulos de corte similar. Obviamente, atraerá en mayor
medida a los aficionados a la intriga política, el suspense y el realismo como
vías para transmitir el relato. En ese caso, esta es, sin duda, su película.
Se
proyectó por vez primera en el pasado Festival de Cine de Venecia, recibiendo
una entusiasta acogida, y ya emprende su exhibición en salas. En breve, podrá
verse también en la plataforma Netflix, aunque las sensaciones de los
espectadores se multiplicarán en la pantalla grande. Por lo que a mí respecta,
llevaba largo tiempo sin salir tan satisfecho de un visionado y considero que Kathryn
Bigelow y su equipo merecen reconocimiento y aplauso de modo incuestionable.
Tanto el
director de fotografía Barry Ackroyd (candidato al premio dorado de la Academia
de Hollywood por “En tierra hostil”) como el editor Kirk Baxter (ganador de dos
de ellos por “La red social” y “Millennium: Los hombres que no amaban a las
mujeres”) llevan a cabo, asimismo, un gran trabajo.
Figuran
dentro del equipo artístico Idris Elba (“Beasts of No Nation”, “Molly´s Game”,
“Mandela: del mito al hombre”), Rebecca Ferguson (participante en la saga “Misión
Imposible”, “Dune” de Denis Villeneuve y “El gran showman”), Gabriel Basso
(“Super 8”; Hillbilly, una elegía rural”), Tracy Letts (“Lady Bird”, “Le Mans
´66”, “Los archivos del Pentágono”) o Jason Clarke (“La noche más oscura”,
“Oppenheimer”, “El día que vendrá”). Todos encajan a la perfección en este
reparto coral.
Con una
estética casi documental, pero un espíritu del mejor cine de ficción, “Una casa
llena de dinamita” logra con holgura sus propósitos. Desde luego, mantener al
público en constante tensión y resultar de su agrado, ya es de por sí importante.
Pero, yendo más allá, sirve para tomar conciencia del mundo en el que vivimos y
de la línea cada día más difusa que separa realidad y fantasía.
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