Por mucho que las generalidades puedan dar lugar a alguna injusticia, lo cierto es que tienden a imponerse. Y, dentro de esas premisas abstractas y casi universalmente aceptadas, resulta muy común considerar previsibles los telefilmes, esos largometrajes creados para el formato televisivo que se asientan sobre tópicos y se ruedan con un estilo lineal. Por el contrario, el modelo cinematográfico no recurre a esos parámetros sencillos y ofrece narrativas más elaboradas, tramas más complejas y planteamientos destinados a sorprender. Precisamente yo suelo quejarme en mis críticas semanales de que el cine actual se entrega sin resistencia a la manida repetición de fórmulas y a la innecesaria prolongación de sagas pero, aun así, la clara línea que separa la pequeña de la gran pantalla no ofrece dudas.
En consecuencia, cuando un estreno que llega a las salas de proyección se asemeja a las típicas películas de sobremesa, sobre todo en fines de semana, la crítica lo recalca, impidiendo de ese modo que reciba una positiva valoración.
He visionado recientemente la cinta del realizador israelí Savi Gabizon “Una vida en secreto” y no he podido evitar el bostezo ante mi desinterés por una historia que encaja como anillo al dedo en las citadas propuestas vespertinas: diálogos forzados, secuencias enlatadas, personajes estereotipados y cierto tufillo a manipulación sensiblera.
Me he sorprendido más todavía al saber que en 2017 el cineasta en cuestión ya había apostado por el mismo relato en su país natal, repitiendo ocho años después la experiencia con un elenco y una producción internacionales a la búsqueda de mayor distribución. Al parecer, intenta maquillar los defectos recurriendo a un destacado equipo artístico, si bien tal as en la manga no surte el efecto durante los ciento diez minutos de metraje.
Desde luego, no supone la primera versión norteamericana de una obra extranjera (otra generalidad) y tampoco suele funcionar (como ocurre con “Una vida en secreto”).
Un adinerado y maduro soltero descubre que una antigua amante dio a luz hace dos décadas a un hijo suyo, al que nunca conoció. Además, se da la circunstancia de que el joven ha fallecido. Impactado por la noticia, trata de conocer la trayectoria vital de ese descendiente difunto a través del testimonio de sus allegados y de otros datos que va recopilando. En ese camino, el millonario, cuya vejez se acerca, se ve obligado a evaluar determinadas decisiones personales que le han conducido hasta esa encrucijada.
Se sitúa al frente del reparto el reciente Premio Goya Internacional Richard Gere, uno de los más populares actores estadounidenses. A destacados éxitos como “Pretty Woman” y “Oficial y Caballero”) cabe también sumar títulos de la relevancia de “Días del cielo”, “Yanquis” o “Siempre a tu lado”, aunque manifiesto mi especial devoción por “Cotton Club”. Sea como fuere, dispone de una filmografía extensa y valorada, por más que en esta ocasión se limite a intentar remontar con su presencia un guion predecible y una filmación poco elaborada.
Le acompañan Diane Kruger (“Troya”, “La búsqueda”, “Malditos bastardos”), Suzanne Clément (“Mommy”) y Alex Ivanovici (“X-Men: Días del futuro pasado”, “300”).
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