Pedro Almodóvar
es un cineasta singular. Más allá de su éxito y de su reconocimiento, considero
que su principal mérito estriba en haber creado un sello propio, una marca
personal con la que impregna sus producciones y que demuestra su implicación y
creatividad en todas y cada una de ellas. A partir de ahí podrá gustar más o
menos, pero su estilo de narración cinematográfica, de escenificación e,
incluso, de expresión de sus intérpretes, resulta muy suya, íntima e
intransferible. A mi juicio, tales circunstancias constituyen un gran logro para
un artista y conllevan una versatilidad que se refleja tanto en obras cercanas
al drama como a la comedia, el género que le ha aupado a la fama. Personalmente,
me siento más cercano al Almodóvar de “Hable con ella”, “Julieta” o “Dolor y
gloria” que al de “Kika”, “Los amantes pasajeros” o “Entre tinieblas”, títulos
que descubren sensibilidades bastante diferentes.
Ahora
estrena su primer largometraje en lengua inglesa, en el que conserva buena parte
de la esencia de su cine: los colores intensos que lo impregnan todo, los
planos cercanos, los encuadres de cámara tan característicos y la utilización
especial de la música como elemento para subrayar sus relatos. Nada de ello
falta en “La habitación de al lado”, si bien, en mi opinión, ha perdido cierta
fluidez narrativa. Existe una notable diferencia entre contar una historia de
la que surgen una serie de mensajes y difundir una serie de mensajes
recurriendo para ello a una historia. Procede distinguir entre trasladar un
argumento y proclamar un discurso, entre transmitir una ficción y ofrecer una
parábola. Se percibe artificialidad en algunos diálogos, lo que resta
credibilidad a los personajes y a la trama. Este aspecto se evidencia en el
metraje, donde se nota por parte del director un mayor deseo de divulgar su disertación
que de construir una argumentación para los protagonistas, sin perjuicio de que
pueda contener determinada moraleja o enseñanza. No critico en absoluto el
ideario que se quiere hacer llegar al espectador, pero sí la manera de llevarlo
a cabo, que se me antoja forzada y postiza.
En
compensación, figuran otras secuencias especialmente logradas, con partes del
guion más sentidas y sensibles, casi poéticas, que desentonan con aquellas más
fingidas. Por lo tanto, resultado irregular, pese a que las actuaciones
constituyen un contrapeso sumamente efectivo que eleva finalmente la cinta.
Dos
mujeres mantuvieron una profunda amistad en su juventud y coincidieron
trabajando en una revista, aunque con el tiempo el destino las distanció. Una
acabó siendo novelista y la otra, reportera de guerra. Tras una larga etapa sin
contactar, vuelven a coincidir con ocasión de una situación muy extrema, en la
que ambas perciben de nuevo la conexión y dulzura que las une.
Julianne
Moore y Tilda Swinton encabezan el reparto. La primera, Oscar a la mejor actriz
por “Siempre Alice” y nominada en otras cuatro ocasiones por “Lejos del cielo”,
“Las horas”, “El fin del romance” y “Boogie Nights”, siempre versátil y
virtuosa, cuenta con una carrera profesional sinónimo de excelencia, que
incluye otros destacados ejemplos como “Secretos de un escándalo”, “Los chicos
están bien” o “Magnolia”. Ella, con diferencia, encarna lo mejor de la
película. La segunda, estatuilla también a la mejor actriz secundaria por
“Michael Clayton”, ha participado en “Tenemos que hablar de Kevin” o “El
curioso caso de Benjamin Button”. La química que se establece con Moore ayuda
al desarrollo del film.
A cargo
de papeles secundarios, les acompañan John Turturro (“Quiz Show”, “Barton
Fink”, “El gran Lebowski”), Alessandro Nivola (“La gran estafa americana”), Esther
McGregor, hija de Ewan McGregor (“Babygirl”) y Juan Diego Botto (“Éxtasis”,
“Martín Hache“).
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