viernes, 3 de mayo de 2024

SIEMPRE NOS QUEDARÁ MAÑANA (C'è ancora domani)



Los David de Donatello son los galardones cinematográficos más prestigiosos otorgados por la Academia del Cine Italiano y, probablemente, también los más tardíos en entregarse. El próximo 3 de mayo, el mismo día en que se publicará esta crítica, las estatuillas reconocerán las producciones del año 2023, de modo que no podré reflejar el resultado. No obstante, la película que parte con mayor número de candidaturas, nada menos que diecinueve, es “Siempre nos quedará mañana”, que ya cuenta con uno asegurado y previamente anunciado: el denominado “David dello spettatore”, al título más visto por el público en las salas de proyección.

Aunque en su última edición, la candidata por Italia al Oscar al mejor film de habla no inglesa fue “Yo, capitán” (que recibió la nominación, pero no el ansiado reconocimiento), “Siempre nos quedará mañana” cosechó un rotundo éxito dentro de sus fronteras, con una recaudación superior a los cuarenta millones de euros, convirtiéndose en la cinta más taquillera de la época posterior al covid, por encima de fenómenos mundiales como "Oppenheimer" o "Barbie".

¿Pero qué tiene esta obra? Sobre todo, una extraordinaria capacidad para conmover y una certera habilidad para tratar un tema tan desagradable como el de los malos tratos con una visión que termina resultando bonita y esperanzadora. La propuesta engancha al espectador porque le compele directamente y le ofrece un ramillete de secuencias donde, finalmente, son la emoción, el optimismo y la reafirmación femenina los que destacan. Tal vez el guion suscite algunos reparos y quizá la narración se altere para alcanzar los propósitos de la directora pero, en cualquier caso, no cabe duda de que desprende sensibilidad. Si después de contemplar una historia tan triste, prevalecen en la memoria los momentos hermosos, alegres y alentadores, la labor de maquillaje autoimpuesta ha surtido su efecto.

En la Roma de la década de los cuarenta, una mujer, madre y esposa, se limita a ejecutar tales roles conforme a las reglas impuestas en la época. No parece contar, en principio, con más opciones, toda vez que las penurias post bélicas y la compañía de un marido tosco y embrutecido no le animan a explorar otros caminos, pese a los malos tratos continuos que padece. El hombre no pierde ocasión de proclamar su dominio y superioridad dentro de la casa, y tan sólo respeta a su propio padre. Ante semejante tesitura, la única ilusión de ella se centra en el casamiento de una de sus hijas, enlace que también la novia justifica en el deseo de escapar de su familia. Cuando el panorama parece condenado a perpetuarse, un repentino giro abrirá la puerta a que la protagonista se replantee su existencia.

Paola Cortellesi asume la doble faceta de directora e intérprete principal. Muy conocida en su país de origen, con este trabajo ha dado el salto a la esfera internacional. Realiza una buena labor en las dos actividades que desempeña y consigue firmar un trabajo que, a mi juicio, trascenderá y se convertirá en un clásico del cine italiano. No parece sencillo aunar delicadeza y brutalidad, hermosura y barbarie, tristeza y esperanza. Y en esta capacidad estriba su mayor logro, al margen de cuestionamientos de técnica o estilo. Quién sabe si, con menos tacto, el proyecto hubiera sido un fracaso. Pero el hecho cierto es que se alza como un éxito llamado a contribuir a la lucha contra la violencia de género de un modo más eficaz que otras propuestas realistas y desgarradoras.

Completan el reparto el actor Valerio Mastandrea, cuyo personaje peca de excesiva caricaturización y que en 2009 participó en el musical “Nine”, a las órdenes de Rob Marshall, Romana Maggiora Vergano, Emanuela Fanelli y Giorgio Colangeli.




viernes, 26 de abril de 2024

GUERRA CIVIL (Civil War)



Cada vez resulta más difícil juzgar una película por el grado de credibilidad de sus escenas. La actualidad nos tiene acostumbrados a numerosas noticias que serían calificadas de totalmente inverosímiles en un relato inventado. Se dice que la realidad supera a la ficción y, visto lo visto, a estas alturas yo tiendo a admitir como posible lo que mi lógica todavía se empeña en negar. “Guerra Civil” plantea un escenario en el que los Estados Unidos se enfrascan en una lucha fratricida entre buenos americanos y malos americanos (a qué bando pertenece cada uno depende de a quién se le pregunte), y los paramilitares marchan hacia Washington para tomar la Casa Blanca y matar al Presidente. Hasta aquí, todo creíble, puesto que hemos presenciado recientemente en vivo y en directo el asalto al Capitolio por personas ataviadas con cabezas de búfalo. Mayor reparo, si cabe, me produce la escenificación de informadores compartiendo con soldados la primera línea de combate. Mi mente la percibe como poco realista, aunque tal vez el fotógrafo de prensa acompañe efectivamente al militar en la avanzadilla de una acción bélica. Quién sabe.

“Guerra Civil” es una llamada de atención sobre la peligrosidad de la polarización dentro de un país y sobre cómo los odios, si no se aplacan a tiempo, crecen irremediablemente hasta extraer lo peor del ser humano. Atesora algunas escenas muy buenas y, sobre todo, posee un planteamiento visual y narrativo interesante, proyectando, a modo de pausa, las fotografías que los protagonistas van sacando en cada misión de combate que cubren. No obstante, presenta algunos deméritos, a mi juicio, muy evidentes. Intenta alternar un tono de parodia con un estilo más serio y dramático, lo que no siempre funciona a la hora de enlazar las secuencias. Pero se nota, en especial, cómo fuerza la narración para introducir la moraleja y recrearse en el mensaje. Eso, o surge de un modo natural y espontáneo o, si se debe forzar la escenografía para subrayar la crítica, se convierte en un recurso postizo que desentona con el resto del largometraje.

En mitad de una contienda interna estadounidense, generada tras la rebelión de grupos secesionistas, un periodista y una afamada fotógrafa viajan por carretera desde Nueva York a Washington para entrevistar al Presidente de la nación en lo que parecen sus últimos días en el cargo. Terminan acompañándoles un veterano periodista y una jovencísima aprendiz. Los casi dos mil kilómetros de trayecto se convierten en una odisea de peligros donde presenciarán la crueldad y la miseria humana. Llegan tarde a la capital, puesto que los rebeldes están a punto de atacar la Casa Blanca, por lo que se unen a ellos para cubrir la información desde la primera línea de fuego.

Se sitúa detrás de la cámara Alex Garland, quien se inició como guionista de cintas de Danny Boyle (“La playa”, “28 días después”, “Sunshine”), y después se pasó a la dirección debutando con la interesante “Ex Machina”, por la que recibió una nominación al Oscar, y a la que siguió “Aniquilación”, una producción de Netflix con Natalie Portman a la cabeza del reparto. En “Guerra Civil” quizás abuse de cierta reiteración narrativa, pero cabe reconocerle algunos momentos muy destacados.

Sobresale la actriz Kirsten Dunst, que recrea un personaje interesante y repleto de matices. Aquella niña que comenzó en el cine con “La hoguera de las vanidades” y despuntó en “Entrevista con el vampiro” ha crecido y puede presumir de poseer una filmografía muy completa, desde éxitos de taquilla como la primera trilogía de “Spiderman”, de Sam Raimi a obras más arriesgadas, como “Las vírgenes suicidas” u “¡Olvídate de mí!”, pasando por rarezas tan sugerentes como “Elizabethtown” o “El poder del perro”.

La acompañan Wagner Moura (de la serie “Narcos”) -que lleva a cabo un trabajo más desentonado-, Stephen McKinley Henderson (“Lincoln”, “Dune”), Cailee Spaeny (“Una cuestión de género”) o Jesse Plemons (“El irlandés”, la ya citada “El poder del perro”).




viernes, 19 de abril de 2024

SANGRE EN LOS LABIOS (Love Lies Bleeding)



Cuesta hallar un adjetivo para calificar la película “Sangre en los labios”, como tampoco resulta sencillo catalogarla entre los diferentes géneros del Séptimo Arte, lo que hoy en día ya es de por sí un halago. En primer lugar, me gustaría destacar que la propuesta me sorprendió y que, durante buena parte del metraje, me enganchó, aunque al final deja un regusto bastante discreto. Se trata de uno de esos largometrajes que se ven con curiosidad, por más que la posibilidad de repetir visionado en el futuro se torne dudosa. Ante un panorama donde las segundas partes, secuelas, precuelas y nuevas versiones inundan la cartelera, cualquier propuesta original, arriesgada y desvergonzada tiene terreno ganado frente a los ojos de un público ávido de ideas innovadoras.

“Sangre en los labios” (desafortunada traducción del título original “Love Lies Bleeding”) se alza como un film que parece pescar en diversas fuentes cinematográficas, pero que también presume de trazar un camino propio. He leído varias críticas que la presentan como una versión moderna y más descarada de “Thelma & Louise”. Yo no me atrevo a suscribir tal comparación. La cinta de Ridley Scott (1991) posee una mayor solidez en todos los aspectos, si bien determinadas secuencias han heredado su espíritu rebelde, reivindicativo y transgresor.

En todo caso, la característica principal de “Sangre en los labios” radica en su marcada propensión hacia la violencia y los personajes descarnados y procaces, una mezcla que al principio indigesta, pero que acaba funcionando mejor de lo esperado. Y es que la intención de formalizar ofertas disparatadas, románticas, sórdidas, esperpénticas y con una insolente tendencia hacia la crueldad y la furia se antoja compleja y difícil de digerir pero, al menos a ratos, consigue una extraña coherencia narrativa y su estética ochentera le aporta un beneficioso toque agridulce.

Una mujer decidida a destacar como culturista se empeña en acudir a Las Vegas para participar en una competición. Durante el viaje realiza una parada en un pequeño pueblo de Nuevo México, donde conoce a una joven solitaria que regenta un gimnasio. El padre de esta, un delincuente profesional dedicado al tráfico de armas, actúa como líder de una mafia local. Ambas inician una relación amorosa que desata una reacción impredecible de violencia y sangre.

Dirige la casi debutante Rose Glass, quien en 2019 filmó “Saint Maud” (por la que recibió dos candidaturas a los BAFTA) y que ahora presenta este segundo trabajo, con el que participó en el reciente Festival de Cine de Berlín. Demuestra coraje y brío en el manejo de la cámara.

Kristen Stewart, a quien vi por vez primera en la excelente “La habitación del pánico”, de David Fincher -junto a Jodie Foster-, asume el papel protagonista. Más allá de la popularidad obtenida con la saga “Crepúsculo”, cuenta con un currículum integrado por títulos interesantes y muy notables, como “Café Society” de Woody Allen; “Personal Shopper”, de Olivier Assayas; “Hacia rutas salvajes”, de Sean Penn; o “Spencer”, de Pablo Larraín, que le reportó una nominación al Oscar a la mejor actriz. Su ecléctica trayectoria la define como artista versátil y efectiva, y su actuación en “Sangre en los labios” le ayudará a continuar por esa senda.

Le acompañan Katy O'Brian (de la serie “The Mandalorian”), Anna Baryshnikov (“Manchester frente al mar”) y Dave Franco (“The Disaster Artist”). Mención especial merece Ed Harris, prolífico y excelso actor, candidato en cuatro ocasiones a la estatuilla dorada de Hollywood y a cargo de una envidiable filmografía. Pese a que aquí el grado de histrionismo supera lo deseable, siempre es un placer contemplar sus interpretaciones.