Rodar una película sobre el Capitán América sin el Capitán América resultaba arriesgado, aunque algún precedente similar ya había existido. Así, en la saga del agente Jason Bourne se estrenó un largometraje con la ausencia de Matt Damon y su célebre personaje (“El legado de Bourne”, en cuyo reparto figuraban Jeremy Renner, Rachel Weisz y Edward Norton). Sea como fuere, no deja de sonar forzado continuar un serial sin contar con su máximo protagonista, pero la tentación de seguir exprimiendo una fórmula altamente rentable se torna muy elevada, por más que, en ocasiones, haya empezado a mostrar señales de debilidad y agotamiento.
Entre 2011 y 2016 llegó a las pantallas una trilogía sobre este popular héroe de cómic (“Capitán América: el primer vengador”, “Capitán América y el soldado de invierno” y “Capitán América: Civil War”), tres entretenidas producciones que alcanzaron un nivel aceptable. De zanjarse las propuestas en aquel momento, se hubiera podido hablar de un gran éxito de taquilla, valorándose además sus aspectos cinematográficos. Sin embargo, se lanzó una franquicia paralela (“Los Vengadores”), que incluía “Los Vengadores”, “Vengadores: La era de Ultrón”, “Vengadores: Infinity War” y “Vengadores: Endgame” y que, por lo menos a mí, me provocó una notable saturación y un regusto final bastante cansino.
Como en cualquier otro ámbito, conviene saber cuándo parar y cuándo llevar a cabo un replanteamiento, una reflexión que ha pasado de largo para la Marvel. En todo caso, la recaudación siempre manda para esta productora experta en superproyectos en los que reincidir, repetir e insistir sobre las mismas ideas y con idénticas herramientas. ¿Hubo acaso necesidad, tras los tres filmes iniciales de Tobey Maguire como “Spiderman”, de recaer de nuevo, esta vez con Andrew Garfield? ¿O no fue acaso surrealista (siendo benévolo) recurrir a tres actores en una misma cinta para dar vida al hombre araña? Convendría que alguien se atreviera por fin a manifestar, parafraseando al astronauta Jack Swigert durante el accidentado viaje del Apolo 13, “Marvel, tenemos un problema”. Y el problema, obviamente, no estriba en el presupuesto, a la vista de los ingresos estratosféricos, sino en la carencia de arte y creatividad.
Uno de los amigos del Capitán América, “Falcon”, antiguo militar norteamericano, miembro de “Los Vengadores” y heredero del escudo que antes portaba Steve Rogers, conoce al recién elegido Presidente de los Estados Unidos. El ex soldado tendrá que dar la talla ante una nueva amenaza que expande sus ocultos tentáculos a nivel internacional, llegando hasta las más altas esferas de la política.
Obviamente, disponer de ciento ochenta millones de dólares facilita la consecución de importantes avances técnicos y de cierto grado de entretenimiento, pese a que el guion se vuelva farragoso y poco elaborado, dando lugar a una trama quebradiza. A mi juicio, no se equipara en ningún modo a su trío de antecesoras, ni tampoco explica la razón por la que se ha filmado bajo el halo de un personaje inexistente.
Captain America: Brave New World repite como “Falcon”, a quien ha interpretado en numerosas ocasiones, tanto en la pantalla grande como en la pequeña. Al margen de sus trabajos para la factoría Marvel, ha participado en algunos títulos relevantes como “Million Dollar Baby”, de Clint Eastwood o “En tierra hostil”, de Kathryn Bigelow, hace más de tres lustros. Parece que ahora ha centrado su carrera en este personaje y, con independencia de entender tal decisión, considero que ese encasillamiento limita su progresión profesional. El famosísimo Harrison Ford encarna al principal mandatario estadounidense, como hiciera en “Air Force One”, y la sólida carrera de este mito del Séptimo Arte no se verá enturbiada por su caracterización como líder político de turbio pasado.
Les acompañan Danny Ramirez (“Top Gun: Maverick”), Shira Haas (“María Magdalena”) y Tim Blake Nelson (“La delgada línea roja”, “Minority Report”)