Las
películas sobre muertos vivientes (oxímoron en toda regla) suelen integrar un
subgénero cinematográfico bastante cutre y simple. No obstante, el número de
producciones sobre dichos seres resulta sorprendentemente elevado y cabe
reconocer que, en su mayor parte, se encuadran en el terror más basto y
hortera. Sin embargo, existen algunas dignas excepciones. Desde la clásica “La
noche de los muertos vivientes”, dirigida por George A. Romero en 1968, hasta
la reciente “Guerra mundial Z”, de Marc Foster (2013), se hallan varias
sorpresas e, incluso, un par de joyas que merecen salvarse de la quema. Se
puede discutir qué se entiende por “zombie” para seleccionar los largometrajes
con una valoración superior. Drácula encarna, sin duda, al “no muerto” más
famoso, si bien sus adaptaciones no suelen incluirse en este catálogo. ¿Cabe calificarse
”La invasión de los ladrones de cuerpos” como una cinta de zombies? No es
posible preguntárselo ya a Don Siegel, pero no faltan opiniones para todos los
gustos. Entre las obras que se alzan
como propuestas sugerentes acerca de tan macabros relatos figura la, por el
momento, trilogía de Danny Boyle, compuesta por “28 días después” (2002), “28
semanas después” (2007) –bajo la dirección del cineasta tinerfeño Juan Carlos
Fresnadillo- y ahora, “28 años después” (2025). Recuerdo mi primer visionado de
“28 días después”. Pese a la tendencia a la repetición, propia de este tipo de
filmes, la encontré original, ágil, inquietante, violenta y correctamente
narrada. Cierto es que se precisa de un mínimo interés por el género ya que, de
lo contrario, podría tornarse en una tortura. Pero, cumplido ese requisito, la
historia y el notable grado de entretenimiento basado en la angustia me
impactaron. Circunstancia similar me
sucedió con la segunda entrega. Ahora se cierra la saga (aunque nunca se debe
descartar que en el futuro se baraje un cuarto título) manteniendo el brío y la
energía.
Danny
Boyle me resulta un realizador interesante. Saltó a la fama en 1996 con
“Trainspotting” y a partir de entonces ha ideado proyectos de lo más variopintos.
Poco tienen que ver “Millones” (2004) con “127 horas” (2010) o “Sunshine”
(2007) con “Slumdog Millionaire” (2008). Sea como fuere, se trata de un
profesional con destreza para la narrativa visual y tacto para la dirección
actoral. Y, pese a que no toda su filmografía me apasione, le reconozco un
estilo particular a la hora de abordar sus trabajos y de manejar la cámara con
habilidad.
La
principal virtud de “28 años después” radica en su capacidad para alargar la
esencia de sus predecesoras, evitando la sensación de agotamiento. Mantiene
idéntico nivel de angustia y de potencia. Al parecer, se ha rodado por medio de
iPhones 15 Pro Max, evidenciando así hasta qué punto y con qué velocidad
evoluciona la tecnología.
Han
transcurrido ya tres décadas desde que el virus de la rabia escapó de un laboratorio
de armas biológicas y la ciudadanía sigue aún sometida a una estricta
cuarentena. Un grupo de supervivientes vive en una pequeña isla, conectada al
continente por una única carretera fuertemente custodiada. Cuando uno de sus
miembros decide abandonar ese enclave y aventurarse en el oscuro y peligroso
territorio continental, descubrirá una serie de secretos, maravillas y
horrores, no sólo relacionados con los infectados, sino también con otros
sobrevivientes transformados por los efectos de la enfermedad.
Dentro
del elenco, un siempre magnético Ralph Fiennes (“El paciente inglés”, “El
jardinero fiel” “La lista de Schindler”) acompaña a Jodie Comer (“El último
duelo” “Killing Eve”) y a Aaron Taylor-Johnson (“Animales nocturnos”, “Kick
Ass”, “Nosferatu”).
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