viernes, 4 de julio de 2025

F1: LA PELÍCULA ("F1: The Movie")



El inicio del verano resulta propicio para la llegada a las carteleras de los denominados “blockbusters”, término que identifica a las películas llamadas a obtener un gran éxito de taquilla, fruto de sus ingentes presupuestos tanto de producción como de promoción. En Estados Unidos suelen escoger fechas próximas a su fiesta nacional del 4 de julio para llevar a cabo tales estrenos. En este 2025, uno de los largometrajes que mejor responde a este concepto es “F1: La película” (abreviatura de Fórmula 1).

Se sitúa tras la cámara Joseph Kosinski, un cineasta acostumbrado a este tipo de filmes, que rodó el título más taquillero de 2022: “Top Gun: Maverick”, con más de setecientos millones de dólares recaudados tan sólo en el mercado norteamericano. Precisamente viendo “F1: La película”, me vino a la cabeza una escena de “Top Gun” (1986), en la que ambos protagonistas chocaban sus manos con fuerza mientras se gritaban el uno al otro “necesito velocidad”. Al parecer, con esta nueva propuesta cinematográfica se pretende saciar dicha necesidad. De hecho, alguna crítica ya ha definido a “F1: La película” como un “Top Gun” sobre ruedas.

Se trata, sin duda, de una cinta trepidante en numerosas secuencias, con unos aspectos técnicos muy cuidados y una elevada intensidad narrativa, lo que refleja a la perfección todos los méritos y deméritos habituales en las superproducciones de Hollywood. A mi juicio, pues, no engaña en su oferta, habida cuenta de que los espectadores conocen de antemano qué clase de entretenimiento va a recibir. 

También existe (y llega a saturar) de modo palpable un exceso de chulería y prepotencia durante todo el metraje. Tal vez muestre fielmente el mundo de la Fórmula 1. Carezco de datos suficientes para afirmarlo o desmentirlo. En todo caso, se orienta al deleite de un público que disfruta ante el lujo, el despotismo y los egos.

Un piloto retirado, apodado “el más grande de todos los tiempos”, una auténtica leyenda en la década de los noventa, vio truncada parcialmente su carrera como consecuencia de un accidente en la pista. Treinta años después continúa en activo, aunque alejado de la adrenalina de la competición al más alto nivel. En un momento dado, recibe la llamada de un antiguo compañero, propietario de un equipo de Fórmula 1 en apuros, que le convence para volver a revivir aquellas viejas sensaciones como el mejor del mundo. Sin embargo, su acompañante de equipo, un joven novato, no se lo pondrá nada fácil.

Imagino que el grado de satisfacción del visionado variará en función de circunstancias tan concretas como ser o no aficionado al automovilismo y a las carreras de coches. Tal vez por esa razón, el metraje (que supera las dos horas y media) me resultó demasiado largo. Además, determinadas exageraciones desentonan más que afinan el relato. Aun así, se alcanza el doble objetivo de entretener y recaudar.

Encabeza el reparto Brad Pitt, ganador de dos Oscars (uno, como mejor actor secundario por “Érase una vez en... Hollywood” y otro, como productor de “12 años de esclavitud”), quien representa a la perfección a una estrella del Séptimo Arte. Su envidiable filmografía incluye ejemplos del nivel de “Thelma & Louise”, “Seven”, “El club de la lucha”, “Babel”, “El curioso caso de Benjamin Button” o “Moneyball”. Aquí desempeña su papel con eficacia y soltura.

Le acompañan el televisivo Damson Idris (“Black Mirror”, “The Twilight Zone”), Javier Bardem (estatuilla dorada por su actuación en “No es país para viejos” y nominado asimismo por “Antes que anochezca” y “Being the Ricardos”), Kerry Condon (“Almas en pena de Inisherin”) y Joseph Balderrama (“The Batman”).


viernes, 27 de junio de 2025

28 AÑOS DESPUÉS (28 Years Later)



Las películas sobre muertos vivientes (oxímoron en toda regla) suelen integrar un subgénero cinematográfico bastante cutre y simple. No obstante, el número de producciones sobre dichos seres resulta sorprendentemente elevado y cabe reconocer que, en su mayor parte, se encuadran en el terror más basto y hortera. Sin embargo, existen algunas dignas excepciones. Desde la clásica “La noche de los muertos vivientes”, dirigida por George A. Romero en 1968, hasta la reciente “Guerra mundial Z”, de Marc Foster (2013), se hallan varias sorpresas e, incluso, un par de joyas que merecen salvarse de la quema. Se puede discutir qué se entiende por “zombie” para seleccionar los largometrajes con una valoración superior. Drácula encarna, sin duda, al “no muerto” más famoso, si bien sus adaptaciones no suelen incluirse en este catálogo. ¿Cabe calificarse ”La invasión de los ladrones de cuerpos” como una cinta de zombies? No es posible preguntárselo ya a Don Siegel, pero no faltan opiniones para todos los gustos.  Entre las obras que se alzan como propuestas sugerentes acerca de tan macabros relatos figura la, por el momento, trilogía de Danny Boyle, compuesta por “28 días después” (2002), “28 semanas después” (2007) –bajo la dirección del cineasta tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo- y ahora, “28 años después” (2025). Recuerdo mi primer visionado de “28 días después”. Pese a la tendencia a la repetición, propia de este tipo de filmes, la encontré original, ágil, inquietante, violenta y correctamente narrada. Cierto es que se precisa de un mínimo interés por el género ya que, de lo contrario, podría tornarse en una tortura. Pero, cumplido ese requisito, la historia y el notable grado de entretenimiento basado en la angustia me impactaron.  Circunstancia similar me sucedió con la segunda entrega. Ahora se cierra la saga (aunque nunca se debe descartar que en el futuro se baraje un cuarto título) manteniendo el brío y la energía.

Danny Boyle me resulta un realizador interesante. Saltó a la fama en 1996 con “Trainspotting” y a partir de entonces ha ideado proyectos de lo más variopintos. Poco tienen que ver “Millones” (2004) con “127 horas” (2010) o “Sunshine” (2007) con “Slumdog Millionaire” (2008). Sea como fuere, se trata de un profesional con destreza para la narrativa visual y tacto para la dirección actoral. Y, pese a que no toda su filmografía me apasione, le reconozco un estilo particular a la hora de abordar sus trabajos y de manejar la cámara con habilidad.

La principal virtud de “28 años después” radica en su capacidad para alargar la esencia de sus predecesoras, evitando la sensación de agotamiento. Mantiene idéntico nivel de angustia y de potencia. Al parecer, se ha rodado por medio de iPhones 15 Pro Max, evidenciando así hasta qué punto y con qué velocidad evoluciona la tecnología.

Han transcurrido ya tres décadas desde que el virus de la rabia escapó de un laboratorio de armas biológicas y la ciudadanía sigue aún sometida a una estricta cuarentena. Un grupo de supervivientes vive en una pequeña isla, conectada al continente por una única carretera fuertemente custodiada. Cuando uno de sus miembros decide abandonar ese enclave y aventurarse en el oscuro y peligroso territorio continental, descubrirá una serie de secretos, maravillas y horrores, no sólo relacionados con los infectados, sino también con otros sobrevivientes transformados por los efectos de la enfermedad.

Dentro del elenco, un siempre magnético Ralph Fiennes (“El paciente inglés”, “El jardinero fiel” “La lista de Schindler”) acompaña a Jodie Comer (“El último duelo” “Killing Eve”) y a Aaron Taylor-Johnson (“Animales nocturnos”, “Kick Ass”, “Nosferatu”).




viernes, 20 de junio de 2025

ECHO VALLEY



Michael Pearce es un joven director y guionista británico que en 2017 despuntó en la industria cinematográfica al ganar el premio BAFTA al mejor debutante por su película “Beast”. En dicho largometraje ya evidenció su preferencia por el “thriller” y los personajes sórdidos. Se trata de una propuesta interesante, con ciertas dosis de originalidad y esa frescura de quien se inicia en el Séptimo Arte con valentía. Sin embargo, tan prometedor comienzo no obtuvo continuidad a posteriori, ya que apenas rodó otro proyecto de menor calado.  Ahora, ocho años después de aquel estreno triunfal, presenta su nuevo trabajo: “Echo Valley”.

Sin alcanzar el nivel de “Beast”, retorna al suspense y a la recreación de perfiles atormentados e inquietantes, en una cinta de factura correcta y contenido aceptable, que cumple con la misión de entretener y que condensa en poco tiempo una intriga apta, aunque desprovista de singularidad. No resulta común en la actualidad visionar un film de tan exiguo metraje (no llega a los noventa minutos de duración), pero he de decir que se agradece, si quiera para contrapesar la reciente tendencia a alargar exageradamente las narraciones hasta las casi tres horas.  

El título en cuestión no pasará a la Historia, como no lo hará su trama recurrente, propia de un telefilme de sobremesa. Aun así, funciona como pasatiempo para los amantes de relatos tensos y angustiosos. Contiene algunas partes poco creíbles pero, a tenor de la realidad de nuestro mundo, no me atrevo a ser demasiado riguroso con la credibilidad que reflejan algunos planteamientos artísticos. Su punto fuerte estriba en la habilidad para distraer y amenizar al público.  Su cuidada fotografía constituye probablemente su mayor baza, si bien se excede al remover los (bajos) instintos de protagonistas y espectadores.

Se denomina “Echo Valley” a una zona rural aislada, tranquila y rodeada de colinas. Allí una mujer lleva una vida solitaria, criando y entrenando caballos, e intentando reconstruirse tras una dolorosa tragedia personal. Esa rutina salta por los aires cuando su hija, con quien mantiene una relación complicada y distante, llama inesperadamente a su puerta, aterrada, temblorosa y empapada en sangre. El impactante reencuentro sacudirá la apacible existencia de la madre, enfrentándola a los demonios de su pasado y empujándola a proteger a la joven, aunque ello implique traspasar límites morales y legales.

Estrenada en la plataforma Apple Tv+ y pese a un casting integrado por figuras de gran renombre, le cuesta evitar la etiqueta de producción menor para unos destinatarios que, una vez transcurrida la proyección, la condenarán al olvido. Sin grandes fallos. Sin grandes aciertos.  

Forman el dúo interpretativo Julianne Moore y Sydney Sweeney. La primera, actriz consagrada, ganó un Oscar por “Siempre Alice” y ha estado nominada en otras cuatro ocasiones por “Lejos del cielo”, “Las horas”, “El fin del romance” y Boogie Nights”. Su filmografía reúne décadas de excelentes títulos. La segunda se abrió camino en series de televisión como “El cuento de la criada”, “Heridas abiertas”, “Euphoria” o “The White Lotus”, hasta su salto a la gran pantalla con “Érase una vez en… Hollywood” y “Cualquiera menos tú”. Sus papeles pecan un tanto de planos y previsibles, pero encajan en el relato.

Entre los secundarios figuran Kyle MacLachlan, inquietante y extraño actor muy vinculado a propuestas extravagantes de directores como David Lynch (“Dune” de 1982, “Twin Peaks”, “Terciopelo azul”) y  Domhnall Gleeson (“Una cuestión de tiempo”, “Anna Karenina” de Joe Wright, “Ex Machina”).