viernes, 5 de julio de 2024

KINDS OF KINDNESS



Con el cineasta Yorgos Lanthimos me sucede como con muchos pintores y escultores vinculados al arte moderno. Observo sus obras y empiezo a dudar si es que yo no entiendo nada o si es que me están intentando tomar el pelo. En ocasiones con perplejidad, en ocasiones con curiosidad, me aproximo a esas creaciones artísticas, pero no termina de existir conexión alguna entre el autor y mi persona. La frontera entre la originalidad y la extravagancia resulta a veces difusa y este director griego transita siempre sobre esa delgada línea, bien cayendo dentro de la innovación creativa notable, bien en la excentricidad sin sentido. De la misma forma que se afirma que la belleza se halla en el ojo de quien mira, el entendimiento se ubica en el cerebro de quien procesa la información recibida. Por ello, en las manifestaciones artísticas el máximo éxito se produce cuando se establece un enlace entre el creador y su público.

A Lanthimos le reconozco habilidad con la cámara y, en ciertos aspectos, hasta genialidad. En determinadas escenas, la recreación visual se torna atrayente y suscita mi interés, pero en otras considero que cae en rarezas inconsistentes, generando en conjunto una sensación de incredulidad que se transforma en desinterés. Alabo y aplaudo a todo director con estilo propio y sello narrativo especial, que demuestre honestidad en el modo de contar las historias y que no se deje llevar ni por modas ni por presiones de los grandes estudios. En ese sentido, expreso mi pleno reconocimiento a tan peculiar cineasta. Sin embargo, no puedo evitar la perplejidad ante ocurrencias que, pese a pretender justificarse como un plus de creatividad, no dejan de ser pinceladas disparatadas para llamar la atención.

Ahora estrena “Kinds of Kindness” (sin traducción en España), un largometraje de casi tres horas que se me hizo muy cuesta arriba, en parte por su excesivo metraje, en parte por esa combinación de ingenio y absurdez que me desconcierta más que me atrapa. Ya me pasó lo mismo con “Pobres criaturas”. Ahora bien, ante la multitud de aplausos ajenos y de comentarios elogiosos, no descarto que el problema esté en mí y en mi incapacidad para apreciar el talento vanguardista e ilógico. Pero la realidad es que acudo a los visionados de Lanthimos con reparos ante ese modo de entender el cine y de narrar relatos, que me resulta tan ajena.

La cinta se compone de tres tramas diferentes. La primera gira en torno a un hombre perdido y desnortado, desesperado por tomar las riendas de su propia existencia. La segunda la protagoniza un policía aterrado, cuya esposa (que había desaparecido en el mar) regresa cambiada drásticamente. La tercera y última refleja la determinación de una mujer en busca de alguien con un don especial, destinado a convertirse en un líder espiritual fuera de serie.

Indiscutiblemente, el film dispone de un elenco actoral de primer nivel, que invita a pasar por taquilla: Emma Stone, ganadora de dos Oscars (uno, precisamente, por su actuación en “Pobres criaturas”); Jesse Plemons, nominado también a la estatuilla dorada por su intervención en “El poder del perro” y al que hemos visto recientemente en “Civil War” o “Los asesinos de la Luna”; Willem Dafoe, intérprete sumamente versátil que se adapta a la perfección a los papeles extraños, candidato asimismo en cuatro ocasiones a los premios de la Academia de Hollywood (“Platoon”, “La sombra del vampiro”, “The Florida Project” y “Van Gogh, a las puertas de la eternidad”) y que ha participado en infinidad de títulos destacados, con recreaciones memorables como “Arde Mississippi”, “Corazón salvaje”, “El paciente inglés” o “El faro”. Finalmente, les acompaña la joven actriz Margaret Qualley (“Érase una vez en... Hollywood”, “La asistenta”).



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